February 25 10 / 55

This article was written on this date, with the mathematical number of 0 contributions.

Libros clásicos

Me sorprende que en las sociedades del primer mundo, que producen tantas cosas, las producción sea casi infinita, y cuando pienso en el discurso del arte o la literatura con cierta pretensión histórica parece que tampoco pueda apartarse del mundo de la producción. Lo que me atrae, lo que encuentro interesante cuando uno habla hoy [...]

Me sorprende que en las sociedades del primer mundo, que producen tantas cosas, las producción sea casi infinita, y cuando pienso en el discurso del arte o la literatura con cierta pretensión histórica parece que tampoco pueda apartarse del mundo de la producción.

Lo que me atrae, lo que encuentro interesante cuando uno habla hoy de literatura o de arte, es que parece que éstos tienen unas leyes propias que no parecen tener que ver con las leyes de producción del mercado… y sucede en realidad que ambos están tan marcados por esa obsesión colectiva que incita a “producir” tan visible en el resto de las esferas de la vida moderna.

La literatura no parece conseguir desprenderse de esa inercia acrítica. Regresa con su voluntad de comunicación a una relación precrítica propia de los discursos del arte anteriores a Kant y Hegel. Acepta el flujo del mundo con complacencia y no sólo porque describe ese mundo sino porque nuestros modernos antihéroes son tales, porque aceptan sin más los paradigmas colectivos que impone la publicidad o el consenso común.

Parecería que en apariencia hablo de filosofía o de política o de algo así… pero no se trata de eso, hablo de arte o de literatura; me siento atraído sólo por las obras y las gentes que están “centrados en sí mismos, en lo que ellos hacen” desprendidos de los flujos productivistas que van pasando por ahí.

En ese sentido puedo decir que la crítica literaria, la prensa y el mundo editorial han llegado a un consenso asfixiante en el que la palabra “producción” define todo.

Quiero publicar libros clásicos para enfrentar al mercado con lo irremisible del pasado, con cierta sensación de que todo está dicho y a su vez olvidado. Separar a los lectores de las formas con que perciben que un libro es atractivo o comprensible, pues estos argumentos se apoyan sobre todo en la repetición que el presente hace de ciertas estrategias de comunicación.

Los clásicos nos enfrentan a otras estrategias de comunicación y esa fricción entre unas y otras (me refiero a la versificación, las antiguas figuras retóricas en el caso de los clásicos) me hace pensar que los libros, y por extensión todos los registros culturales que podamos transmitir de una generación a otra, remueven  los cimientos del mundo presente y de todo lo que asumimos de él pasivamente.