DONDE DUERME EL HORROR – Nueva nota en medio costarricense

Categoría: Blog, Donde duerme el horror, Obra, Prensa, extranjera | 16-02-2010

En Las Nubes durmió el horror
El primer largometraje de terror que se filma en Costa Rica se trasladó durante dos días a una casa antigua de Coronado. Un equipo de Viva se internó en las intimidades de la filmación
Alexánder Sánchez C.

En definitiva, este no es un relato de miedo. Si lo que usted pretende es asustarse, tendrá que ver Donde duerme el horror en su cine favorito, aunque para ello deberá esperar, con suerte, unos seis meses.

Más bien, esta crónica es de imprevistos, trabajo duro en equipo, algunos accidentes y de mucha lluvia. De todo esto se fue testigo cuando el primer largometraje de terror que se filma en Costa Rica tuvo dos rounds de peso –dos días de rodaje– en las alturas de Coronado.

Donde duerme el horror , filme dirigido por los hermanos argentinos Adrián y Ramiro García y a cargo de Producciones La Zaranda, de Óscar Castillo, mudó todo su arsenal cinematográfico al internado del Instituto de Educación Integral Silesky, una casa de casi 100 años de antigüedad empotrada en una colina de Las Nubes de Coronado.

Fue una buena escogencia, pues su misterioso aspecto no invita a pasar una noche en ella.

El inicio. Son las 7:30 a. m y todo parece indicar que será un promisorio día. El frío típico de la zona se disipa con los finos rayos de sol, mientras que la expectativa sobre lo que vendrá crece en los alrededores.

“¿Ustedes son los actores? ¿De qué trata la película? Nunca habíamos visto tanta gente aquí”. Las voces que se escuchan son las de los niños y adolescentes internados en la casa de Otto Silesky, director del Instituto, que ahora es un centro especializado en el tratamiento de problemas conductuales.

Los muchachos, visiblemente emocionados, fueron advertidos del acontecimiento: su hogar y hasta sus dormitorios serán parte de un trabajo para la pantalla grande.

De hecho, a un par de los jóvenes la curiosidad les ganó la partida y hasta pidieron un permiso especial para quedarse en la filmación. Otros, con dotes culinarios, le prometían un buen almuerzo a la producción: “Nosotros les haremos rica comida”, decían con orgullo.

A las 7:45 a. m. y con algunos minutos de retraso, el equipo de producción arribó al lugar. Antes de empezar a filmar, había que convertir la locación en un estudio de grabación improvisado, pues las tomas en el interior de la casa serían las protagonistas de las primeras carreras del día.

Un camión de luces por un lado y cámaras por el otro. En cuestión de minutos, la sala de la antigua casa se llenó de personas, monitores y sofisticados equipos de grabación.

Simultáneamente, en otro sector del inmueble, los actores pasan por la sesión de maquillaje, mientras el café, el pan y las galletas están listos para inyectarles una buena dosis de energía.

Hay muchas personas involucradas y todas son importantes. La que suministra el pan y el café puede ser tan importante e imprescindible como el mismo director: en estos trotes, uno no funciona sin el otro. La dependencia es total, pues las horas de grabación son muchas y extenuantes.

Escenario. En el interior de la mencionada casa, que en la ficción de la película es una antigua posada, se filmaron unas cuatro escenas. Este sitio, según el guion, es el hogar de dos seductoras brujas que sueñan con vengarse y será visitado por dos ladrones que buscan un lugar para pasar la noche.

Son las 9:30 a. m. y todo parece listo para grabar, ya el equipo de arte ha preparado con minuciosidad cada detalle de la primera escena. Se revisa el sonido, el director de fotografía, Antonio Cuevas, afina el encuadre y la cámara por fin corre por el riel de piso.

“Vamos a ensayar, todos fuera de escena, hacemos silencio”, grita con fuerza Jérico Guerrero, asistente de dirección.

En un pequeño e iluminado recodo de la casa están las dos brujas, una es interpretada por la actriz Rocío Carranza y la otra por Rosibel Carvajal. Vestidas de blanco, ambas comparten un diálogo corto pero intenso, en que se evidencia que algo traman y no es nada bueno.

Se hacen al menos cuatro ensayos y ocurre el primer imprevisto: ¡se fue la luz! Según los primeros reportes, un accidente tiró los cables eléctricos de la zona y la casa solo depende de una planta nada potente.

Todos rezan para que el fluido eléctrico regrese, pues las potentes luces que se utilizan en este tipo de filmación requieren de una conexión eléctrica estable.

“Si no viene la luz tendremos que alquilar una planta móvil, y esto no se quiere pues se sale del presupuesto. Por lo menos $1.000 diarios puede costar”, dijo Ana Castillo, directora comercial de La Zaranda, y quien acompañó el proceso de principio a fin.

Al cabo de unos 30 minutos volvió la electricidad, pero aún así la producción, encabezada en el sitio por Max Valverde, decide alquilar la planta eléctrica. “Ni modo, no nos podemos dar el chance de otro atraso”, advierte Valverde.

“Acción”, grita Ramiro García, y, de inmediato, se graba la escena. “¡Muy buena! Me gusta”, dice Adrián, su hermano. Los directores están satisfechos y la escena queda guardada. La primera tarea del día es misión cumplida.

Expulsados. Toda la apertura de la producción de pronto se cerró como una fortaleza. “A ver, celulares apagados, cámaras afuera. Acá solo se quedan los que son. Escena privada”, grita Valverde.

¿Qué está pasando? Al principio sonó muy extraño, pero en realidad es algo típico e incluso comprensible. Una escena un tanto comprometedora estaba por filmarse y las actrices (las dos brujas) pidieron privacidad.

“A Rocío le pasó una vez que subieron a Internet un video donde aparecía semidesnuda. Por eso en el contrato pidió que esto se manejara con cuidado. Lo que pase allí, sea lo que sea, solo se verá en el cine”, explicó Enrique Tovar, encargado de prensa de La Zaranda.

Ni modo, en la afueras de la casa, el 50% del personal espera la conclusión de la toma. Pasaron unos 45 minutos.

Se rompe el cerrojo, la escena recibe el visto bueno y todo retorna a la normalidad. En ese momento son las 12:30 p. m y llega la hora de almorzar. Aunque parezca increíble, en toda una mañana de filmación solo se grabaron unos 37 segundos de película.

“En un día se graba en promedio de dos minutos a tres minutos. Esto es así”, comenta Cuevas, director de fotografía, mientras fuma.

Cambio de planes. Pasa el almuerzo y ambos directores revisan el guion con el equipo de producción. Al parecer hay que tomar decisiones, mientras consumen un café tras otro.

Luego de un corto y definitorio diálogo se hace el anuncio: el plan de la tarde, que incluía tomas en el exterior, cambió radicalmente.

Por ello, un pasillo ubicado en el segundo piso de la vieja casa encerrará la acción restante de ese día. El tiempo no da para más.

“Vamos a volver mañana por las tomas externas. El llamado será en la tarde. Lástima porque se ve que hoy hace un buen tiempo”, se lamentó Castillo.

En el pasillo, un tanto pequeño para reunir a tan numeroso equipo de producción, las brujas acogerán a los inocentes huéspedes.

Lluvia y frío. El lamento de Ana Castillo resonó con fuerza al día siguiente: el segundo round en casa Silesky pasado por agua. La lluvia entró a escena y nadie pudo detener la intromisión.

“Hay que grabar así, ni modo. Nos espera una larga jornada”, dice Castillo.

¡Toma uno y dos! En las afueras de la posada, una de las brujas recibe con sensualidad a uno de los ladrones, mientras que otro de los pillos intenta escapar en su carro.

La incesante lluvia afecta todos los ámbitos de la producción. Los actores ensayan con sombrillas, la producción corre para proteger las luces, el suelo se embarriala, los encuadres se complican y los síntomas del resfrío se hacen presentes en el personal. Acá todos están por naufragar pero persisten.

No solo eso, la lluvia es capaz de romper la calma y provocar accidentes. Por las difíciles condiciones, la grúa de cámara que se contrató para hacer parte de las tomas externas se precipitó loma abajo.

Todos corrieron para detenerla, pero un solo miembro de la producción recibió todo el peso del aparato. Aquel salió lesionado.

Así transcurrieron las horas. La lluvia no cesó nunca. Llegó la noche y, con ella, un intenso frío. El chocolate caliente y el café toman de nuevo un papel crucial.

Toda la acción detrás de cámara se desarrolla de forma incómoda; sin embargo, la filmación debe continuar, ya que la aventura en la casa Silesky debe concluir ese día.

Al fin, a las 11:30 p. m., todo se da por terminado. Se apaga la cámara. El visto bueno de los directores es un respiro para todos. Las tomas, a su criterio, quedaron bien.

“Como dijo un expresidente español, hicimos todo lo posible dentro de lo imposible. La lluvia, lo que pasó con la grúa, los enfermos; costó pero lo logramos”, concluyó satisfecho Valverde, el productor.

Sin embargo, eso no fue todo. Los técnicos dedican un par de horas más para recoger el equipo y limpiar la locación. La faena completa vio llegar la madrugada.

¡Qué mojado sacrificio! Todo ello por tres minutos o cuatro minutos de horror, según lo prometido.

Febrero 16, 2010 at 8:21 pm | Blog, Donde duerme el horror, Obra, Prensa, extranjera | No comment

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