LITERATURA ÁRABE MODERNA Y OCCIDENTE [1]

Yabra Ibrahim Yabra[2]


Los árabes y occidente: una larga y complicada historia, y como tal tiene mucho de conflicto, y mucho de amor y odio. La relación es tan vieja como el Islam: la atracción y la repulsión han coexistido de un modo alentador, y a veces de un modo trágico.

Hubo un tiempo, hace siglos, cuando “árabes y occidente” significó guerras en España, Sicilia o Tierra Santa, pero también supuso que los árabes impartieran sus enseñanzas a occidente. No hace mucho, hubo un tiempo en el que “árabes y occidente” supuso una coincidencia de intereses casi total, una cooperación en los esfuerzos por un orden mundial soñado por los árabes con el comienzo de este siglo, sólo para quedar defraudados veinte años más tarde. Sin embargo, aunque por diferentes motivos y a unos niveles insospechados, la relación nunca ha dejado de existir. Hace algo más de cien años, los árabes comenzaron a respetar a occidente: deseaban ponerse al nivel del mundo moderno. Occidente apreció esto, pero estaba más interesado en las colonias, el comercio y las influencias políticas. Este es el modo en el cual las fuerzas históricas actúan: la relación entre naciones y entre culturas no es un simple intercambio. Sin embargo, aunque de distinta manera, ambas partes se enriquecieron en cierto modo. Mientras que, por motivos económicos y estratégicos, occidente fue reemplazando poco a poco a los otomanos en el mundo árabe; los árabes resurgieron de nuevo como nación, inspirados no sólo en su propia historia antigua, sino en la historia de las mismas naciones occidentales. Los ideales de la revolución francesa, el liberalismo y la democracia parlamentaria de Inglaterra, o la unificación de Italia y de Alemania fueron todos ellos ejemplos a imitar. De este modo, la formación intelectual para los árabes fue, ante todo, una fuerza política. Mientras los poderes occidentales estaban ocupados en crear Estados árabes bajo su dominio, los pueblos árabes buscaban cada vez más en su propia tradición. Y todo lo que aprendieron de occidente hasta finales del siglo XIX lo pusieron al servicio de su propia recuperación. Para los árabes, la época moderna había comenzado. Y fueron unos comienzos repletos de esfuerzos, conflictos y entusiasmo.Yabra Ibrahim Yabra

Hace dos generaciones, Amin al-Rihani, un brillante orador, dijo que cambiaría de buen grado la poesía de oriente por los aviones de occidente. Era ésta una época en la que todos los árabes estaban todavía bajo la dominación extrajera, sin apenas ejércitos y seguramente sin aviones propios. Sin embargo, el intenso deseo de formar parte del siglo XX no habría de cumplirse recurriendo a un simple trueque. Deseábamos hacer las cosas al estilo “moderno” y nos preguntábamos si nuestra afición a la poesía no sería un impedimento para ello. En los años treinta teníamos maestros que, aunque ellos mismos eran poetas, también se quejaban de que la poesía había servido en gran parte para seducir y para llorar, lo cual no hizo nada bueno por nosotros como nación. Pero, al fin y al cabo, oriente era siempre lo espiritual y occidente lo material. Este es un ingenuo malentendido sobre cuál es la función de la civilización, bastante común incluso hoy en día. En un momento de ira, Rihani pudo denunciar lo “espiritual” (que era todo lo que poseíamos) en favor de los aviones, y el asunto quedó ahí. Sin embargo, escritores más jóvenes tuvieron que descubrir la falsedad de tal distinción y considerar que la habilidad para escribir poemas quizá podría mejorarse adquiriendo la habilidad para fabricar aviones: ambas habilidades son complementarias, no incompatibles. Pues occidente, a pesar de su supuesto materialismo, todavía producía grandes poemas que nuestra generación deseaba leer.

Afortunadamente, los poetas han desempeñado un papel en la vida pública que ha mantenido la importancia y la relevancia del arte de la poesía. Hasta la Segunda Guerra Mundial, todos los grandes poetas árabes han destacado por su patriotismo. Podían escribir poesía amorosa, a menudo triste y desesperada, pero su ardiente poesía nacionalista marcó su protagonismo: desde los egipcios Barudi, Shawqi y Mutran a los palestinos Ibrahim Tuqan y ‘Abdul-Rahim Mahmud o los iraquíes Rasafi y Yawahiri. La mayor parte de su poesía era elocuente, militante y de un efecto instantáneo. El opresor, encarnado en un gobernarte extranjero, era muy a menudo en ella un objetivo atrayente. Muy pocos escritores se detendrían a pensar si eran de derechas o de izquierdas: la nación, en una casi primitiva e inocente batalla contra el destacado y poderoso gobernante extranjero, aún no había sufrido el desgarro interior que habría de llegar en los años cincuenta y sesenta. La poesía podría ser juzgada como un instrumento demasiado débil frente a las armas, pero lo cierto es que a menudo era tan útil como la dinamita. Dio sentido al sufrimiento y a la ira de toda una nación. Concretó posturas políticas en elocuentes versos que, memorizados por viejos y jóvenes, fortalecieron la resistencia popular y proporcionaron lemas comunes, en una época en la cual la radio y la televisión aún eran desconocidas.

Amin al Rihani Sin embargo, se escribió tanto que, en esencia, era una repetición de la gran poesía abbasí [3] , pero con una diferencia. La elocuencia y el lenguaje poético eran una continuación de la tradición escolástica en la cual el conocimiento del vocabulario tendía a ser más importante que las opiniones personales. El amor al lenguaje era embriagador y extático, y los poetas continuaron con la tarea de recuperar palabras, frases e ideas que habían permanecido dormidas durante cinco o seis siglos de estancamiento intelectual. Pero su poesía, cuando abandonaba los grandes temas patrióticos, a menudo era empalagosa y sensiblera. Aunque fuera popular y se prestara a una agradable recitación, la difusión de la educación y el contacto creciente con literaturas extranjeras la hizo parecer cada vez menos agradable, y críticos muy capaces como Aqqad o Taha Husain[4] comenzaron a escudriñar sus debilidades, pidiendo una muestra de mayor coherencia interna y solicitando que se concediera una mayor importancia a la experiencia individual. Era necesario que se produjera un cambio, y cuando por fin ocurrió, éste fue devastador. Por cambio nos referimos tanto a la forma como al contenido; un contenido que en verdad parecía imposible cambiar sin el uso de la violencia.

A mediados de los años veinte, en una magistral y convincente introducción a su libro Pre-islamic Literature (“Literatura preislámica”), el Dr. Taha Husain describió cómo había observado dos modos distintos de enseñar literatura árabe en Egipto, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Uno era el método tradicional de Sayyid Marsafi, el cual ponía el acento en el lenguaje y el acercamiento “critico” (esto es retórico) a los antiguos escritores; el otro era “el método europeo introducido por el Profesor Nallino y otros orientalistas” que, como resumiremos más tarde, era una aproximación humanista y analítica que se inclinaba claramente hacia el estudio comparativo de otras literaturas. Él entonces vino a decir que el estudio de la literatura debería ser una combinación de ambos métodos, el tradicional y el europeo, y llamó la atención a los eruditos árabes de su tiempo por su ignorancia, no sólo de los autores griegos y latinos sino también de los grandes escritores occidentales, desde el Renacimiento en adelante. El propio trabajo de Taha Husain, con su inmensa diversidad, era la demostración práctica de este principio básico que funde lo tradicional con lo occidental, a pesar de las acusaciones de los reaccionarios, quienes decían que había vendido su alma al diablo occidental.

La labor de Taha Husain no era completamente nueva o excepcional: lo que hizo debía acelerar un proceso que estaba en marcha desde hacía algún tiempo. Hubo mucha actividad en la traducción de textos occidentales, sobre todo del francés, y ahora había incluso más. Los escritores viajaron al extranjero y regresaron con ideas que no siempre estaban en armonía con el pensamiento árabe clásico, pero sus voces fueron ampliamente escuchadas. Aunque en el ámbito científico se progresó sin grandes interrupciones, en asuntos literarios tuvo lugar una paulatina separación entre lo tradicional y lo moderno. A medida que aumentaba la presión sobre lo moderno, habría de producirse un aumento equivalente de la presión en sentido contrario.

A mediados de los años treinta, los escritores ya comenzaban a hablar de ma’arakat al-taydid (“la batalla por lo nuevo”). Y pronto la batalla tenía que producir personalidades como la de Salama Musa, quien adoptó una posición extrema y condenó todo lo antiguo, lo clásico y lo tradicional como totalmente desprovisto de valor y de utilidad para la sociedad árabe contemporánea [5] . Salama Musa dijo: “Una nueva energía ha sido liberada estos días en nuestro país, por la cual son renovados los valores y los criterios aplicables al significado de la vida, la sociedad y el progreso. Pero todavía nos mostramos confundidos y vacilantes. No sabemos si adoptar los nuevos o los viejos valores. ¿Qué es el renacimiento? ¿Los viejos valores? Lo que más temo es que venceremos a los colonialistas y los expulsaremos; venceremos a los explotadores y los contendremos; pero fracasaremos en alejar la Edad Media de nuestras vidas y caeremos de nuevo en la vieja proclama de ‘apostar por lo antiguo’”.

De hecho, Salama Musa, que fue un estudiante del socialismo fabiano[6] cuyo profeta durante mucho tiempo pareció ser Bernard Shaw, condenó en conjunto tanto a los tradicionalistas como a los “innovadores moderados”, que habían seguido el criterio de Taha Husain de fundir el tradicionalismo árabe con las ideas de occidente. Estaba contra la poesía clásica y contra todo lo que ésta significaba, particularmente contra la retórica, y a favor de “un lenguaje del pueblo” que pudiera crear una “literatura popular”, con ideas relevantes para su época. Su insistencia y la de sus jóvenes discípulos de izquierdas se hizo tan clamorosa que se enemistaron con la mayor parte de los autores reconocidos y consagrados durante los treinta años precedentes. Taha Husain se situó finalmente en su punto de mira cuando en varios artículos periodísticos a comienzos de los años cincuenta tuvo que reafirmarse en su postura en unos términos categóricos. “Nuestra vida moderna –dijo en uno de sus artículos– ha sido erigida sobre el renacimiento de la literatura árabe junto con el estudio de las modernas literaturas europeas. En todo caso, siempre se basó en esos dos vitales y fértiles elementos, al igual que la vida de los antiguos árabes también se había basado en dos elementos: el renacimiento de las letras árabes y el estudio de las culturas extranjeras de aquellos días”.Taha Husain

El propio Taha Husein había sido responsable del profundo interés en las “culturas extranjeras” contemporáneas entre las generaciones más jóvenes. En gran parte, fue bajo sus auspicios como se hicieron los primeros estudios serios y las primeras traducciones al árabe de escritores como Gide, Sartre y Camus. Sus “dos vitales y fértiles elementos” habían hecho posible lo que efectivamente sucedió más tarde: hacia 1950 la lengua árabe se había revitalizado y enriquecido lo suficiente como para convertirse en un poderoso transmisor de nuevas ideas que ahora irrumpían en la escena literaria árabe.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial dio comienzo una gran paradoja que se hizo cada vez más evidente a partir del desastre palestino de 1948.     Las diferencias entre los árabes y occidente se hicieron más profundas y se multiplicaron. Aunque los árabes se fueron alejando políticamente cada vez más de occidente –a resultas de lo cual fueron encadenando una revolución tras otra–, su pensamiento y su literatura estaban sujetos al impacto creciente de occidente, y esto dio lugar a su propia revolución dentro de la vida intelectual de los árabes.

No sólo se pusieron en marcha nuevos movimientos políticos. Sorprendentemente, también ocurrió con la poesía, la literatura de ficción y la crítica literaria, por no mencionar las otras artes. Lo que las antiguas generaciones habían emprendido con precaución, la nueva generación lo llevó hasta su lógica conclusión, con un mayor fervor y más concienzudamente. El impacto y la amargura por el desmembramiento de Palestina dentro de un absurdo Estado sionista, y los intereses occidentales tratando de afianzarse aún más en un mundo árabe que había esperado inútilmente su emancipación, hicieron que los jóvenes de todo el mundo árabe no sólo vieran las cosas desde una nueva perspectiva, sino que también tuvieran que expresarlas de otro modo: una atractiva innovación occidental, menos formalista y más inmediata en los esfuerzos de los jóvenes al combatir por una imaginación más libre, una imaginación a la medida de la ambición juvenil. Las influencias de occidente, y en parte también las de oriente, cautivaron las mentes de los jóvenes que, con la rápida difusión de la educación y del conocimiento de idiomas y países extranjeros, se entregaron a las formas y maneras de la moda actual, en un intento por superar sus dificultades. Por ejemplo, así fue cómo comenzó una nueva poesía. Nueva tanto en el contenido como en la forma, a un nivel sin precedentes en los anales de la poesía árabe.

En este punto debemos hacer notar que las influencias que llegaban a los árabes venían a hacerlo treinta o cuarenta años más tarde. Hasta 1950 la mayoría de estas influencias procedían de antes de la Primera Guerra Mundial, por no decir de finales del siglo XIX. Lo que ahora ocurrió es que el mundo árabe experimentó en menos de veinte años la rápida reacción en cadena de la cultura europea que había marcado bruscamente el periodo entre 1910 y 1935, desde el post-impresionismo hasta el marxismo y el realismo social. El retraso acumulado, por así decirlo, era enorme y había que ocuparse de ello.

¡Y vaya un retraso! pues el periodo entre 1910 y 1935 fue uno de los más ricos y creativos en la historia de las artes. Sería impresionante incluso una breve lista de los movimientos y de los nombres que prosperaron durante aquellos 25 años y que dieron un giro total al saber y al pensamiento humanos. Aparte del desarrollo del cine y de sus películas –que indudablemente influyó bastante en la literatura– tenemos el cubismo, el futurismo, el vorticismo [7] , el expresionismo, el surrealismo y el arte abstracto. Y a Picasso, Kandinsky, Braque, Stravinsky, Freud, Jung, Breton, Apollinaire, T. E. Hulme, Mayakofsky, Kafka, James Joyce, Marcel Proust, Andre Gide, D. H. Lawrence, García Lorca, Ezra Pound y, por supuesto, T. S. Eliot, por citar sólo a unos pocos. Fue un periodo en el que la idea de cultura llegó a ser internacional: las fuentes secundarias quizá desembocaran en la gran corriente nacional, pero podían proceder de África, Japón, el antiguo Egipto o la antigua Babilonia; de Alemania, Rusia, Francia o cualquier otro país del mundo. Los intelectuales árabes posteriores a 1950 se pusieron a la altura de tales tendencias, aunque tuvieron que condensar una experiencia de décadas en unos pocos años.

Adonis Actualmente, es un hecho bien conocido que las influencias extranjeras que dejaron su impronta en la literatura árabe anterior a 1950 eran francesas en gran medida y, como dije, no eran precisamente modernas, sino que procedían sobre todo del romanticismo de mediados del siglo XIX. Fue a comienzos de los años cincuenta cuando los escritores anglosajones comenzaron a influir en el árabe. El más destacado de todos ellos fue T. S. Eliot, cuya influencia fue explosiva y prolongada. Al principio, esta influencia procedía de sus primeras poesías y fue responsable en parte del gran cambio que las formas poéticas árabes han experimentado desde entonces. Esto fue así porque resultó que quienes más lo leyeron, lo tradujeron y comentaron sus trabajos fueron los propios escritores y poetas más importantes de la nueva generación. Una breve lista con los nombres de sus traductores y comentaristas bastaría para aclararlo: Badr Shakir al-Sayyab, Yusuf al-Khal, ‘Ali Ahmad Sa’id (Adonis) [8] , Tawfiq Sayigh, Mustafa Badawi, Buland al-Haidari, Ibrahim Shukrallah, Lewis ‘Awad, Salah ‘Abd al-Sabur y muchos otros, incluyendo a quien esto escribe. Mientras que la mayor parte de nuestros poetas se identificaron con los primeros poemas de Eliot, especialmente con The Wasteland (“La tierra baldía”), Ibrahim Shukrallah hizo un excelente comentario de Murder in the Cathedral (“Asesinato en la catedral”) e incluso escribió poemas que recordaban a los de Eliot –del mismo modo que los de éste recordaban a los de Jules Laforgue– y Tawfiq Sayigh emprendió la formidable tarea de traducir la obra maestra de Eliot, Four Quartets (“Cuatro cuartetos”). A mediados de los cincuenta, algunos de sus ensayos, entre los que destaca Tradition and the Individual Talent (“La tradición y el talento individual”), fueron traducidos por Munah al-Khuri. Sus traducciones aparecieron en varias revistas y obtuvieron una gran respuesta. Muchos eruditos y críticos egipcios escribieron sobre él y lo tradujeron. Más recientemente, el Dr. Muhammad Shukri Ayyad tradujo una de las últimas y más importantes obras en prosa de Eliot, Notes towards the Definition of Culture (“Notas hacia una definición de cultura”).

Es significativo que con el advenimiento de esta gran influencia en el mundo árabe a comienzos de los años cincuenta, nuestro propio enfrentamiento literario entre la tradición y el talento individual alcanzara su punto culminante: una batalla despiadada entre la “vieja guardia” y los “rebeldes”. De hecho, la batalla verbal que había comenzado en Londres hacía más de cincuenta años con los imaginistas[9] –entre los que se incluía a T. E. Hulme, Ezra Pound y T. S. Eliot– rugió de nuevo en las tres capitales de las letras árabes: Beirut, El Cairo y Bagdad. Por analogía, era difícil ver a los “rebeldes” destruidos. El panorama literario que ahora se mostraba no difería en muchos aspectos de lo ocurrido en tiempos de Eliot en Inglaterra y América. Si los árabes, que son básicamente tradicionalistas, reaccionaron violentamente contra formas e ideas inesperadas, la reacción británica y americana frente a los imaginistas –con su versificación libre y sus teorías anti-románticas– no había sido menos violenta antes. En unos pocos años, sin embargo, su poesía y su nuevo estilo habían dominado la escena literariaT.S. Eliot .

T. S. Eliot fascinó a muchos de los nuevos autores árabes, principalmente porque parecía defender de un modo elocuente y conciso las opiniones incipientes de estos autores. En primer lugar, su punto de vista sobre la tradición. Para los poetas árabes que, aunque rebeldes, nunca olvidaron la tradición, el concepto de tradición de Eliot era realmente dinámico. Para él, ésta se mantuvo viva gracias a la interacción entre lo antiguo y lo nuevo, mediante el talento individual, el cual actuaba como un catalizador: no sólo permitía que lo antiguo influyera en lo nuevo, sino que lo nuevo reajustara las relaciones y las dimensiones de lo antiguo. Exigía que el poeta poseyera un sentido de la historia, es decir, una conciencia del cambio, “un sentido tanto de lo eterno como de lo temporal”, que era exactamente lo que nuestros poetas decían tener. Entonces existía una idea de Eliot conocida como “objetivo correlativo”, la cual fue aprovechada por los mejores entre los nuevos poetas para crear novedosos efectos en sus poemas: se desprendieron de muchas de las abstracciones habituales en favor de una serie de imágenes relacionadas de un modo armónico[10] . Pero la influencia más importante de todas fue la de The Wasteland que, al margen de cómo fuera entendido, pareció proporcionar la clave del nuevo movimiento en la poesía árabe.

Alguien ha dicho que ningún poema en la historia ha sido tan intensamente discutido, interpretado y traducido en vida de su autor como The Wasteland. Seguramente, ningún poema ha sido tan influyente. Tomando conciencia de “lo arcaico del pasado” y de su presencia, Eliot creó una técnica que quizá deba mucho a los surrealistas –quienes acababan de iniciar su arrollador trabajo dentro de la literatura y el arte–, pero que fue posible gracias a él, para, a diferencia de los surrealistas, hacer realidad la continuidad de la tradición en el poema más revolucionario de nuestro tiempo. El “montón de imágenes rotas” y “los fragmentos que han consolidado mis ruinas” con los que cargó el poema le permitieron tanto permanecer dentro de las fronteras autoimpuestas de la tradición como superarlas de inmediato. Quizás sólo la guerra podría causar tal sentimiento de catástrofe cósmica en un joven de la edad de Eliot por aquel entonces, pero aquí trasciende desde lo personal hacia lo universal, pues el poema necesitaba de un mito para alcanzar su objetivo. Eliot encontró su mito en uno de los más antiguos rituales de la humanidad y que más ha perdurado en todas las civilizaciones: la devolución de la fertilidad a la tierra muerta mediante la sangre de un dios. El mundo era un páramo que debía ser reanimado.


NOTAS.-

[1] Extraído de la página web http://arabworld.nitle.org/ . Traducido de la obra titulada Critical Perspectives on Modern Arabic Literature, Three Continents Press, 1980; Lynne Rienner Publishers, 1996. El texto fue escrito en 1971, aunque forma parte de una charla pronunciada por el autor  durante noviembre de 1968 en cinco universidades británicas –Oxford, Cambridge, Manchester, Durham y Londres– bajo el auspicio de la Fifth of June Society de Beirut.

[2] Yabra Ibrahim Yabra (1919-1994). Poeta, novelista, traductor y crítico literario nacido en Palestina. (Nota de la Redacción).

[3] Véase Redacción Alif Nûn, “ Literatura árabe clásica (III): el periodo ‘abbasi ”, en revista Alif Nûn nº 42, octubre de 2006. (Nota de la Redacción).

 [4] Taha Husein (1889-1973) ha sido una de las figuras más importantes de la literatura egipcia contemporánea. Pueden encontrarse las siguientes obras del autor en castellano: Ma`a Abi l'-Ala' fi Siyni-hi (con Abu l-`Ala' en su prisión), Instituto de Estudios Islámicos, Madrid, 1990; Los días: memorias de infancia y juventud, Ediciones del Viento, La Coruña, 2004. (Nota de la Redacción).

 [5] La tensión entre modernidad y tradición es una batalla que se ha librado a lo largo de toda la historia de la literatura árabe y, por extensión, de la historia de su sociedad. Así, durante los primeros siglos del Islam existió un fuerte enfrentamiento entre los seguidores de los valores clásicos, representados por la vieja poesía de los nómadas del desierto, y la poesía que renovó esos viejos esquemas, la cual estaba representada por el espíritu de los nuevos poetas urbanos. Para más información, véase Redacción Alif Nûn, “Literatura árabe clásica”, en revista Alif Nûn nos 40 (julio de 2006) 41 (septiembre de 2006) y 42 (octubre de 2006) . (Nota de la Redacción).

[6] Los fabianos, a diferencia de Marx, que predicaba el cambio por la vía de la revolución, creían en la evolución gradual de la sociedad hacia el socialismo, y apostaban por el trabajo discreto y por reformas graduales que poco a poco llevarían hacia el socialismo. El socialismo fabiano también se distingue del marxista por formar a una élite para influenciar desde arriba, en vez de organizar movimientos de masas. Según diversos autores, los fabianos apoyaron durante un tiempo el marxismo, pero en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo tras el congreso del Partido Socialdemócrata alemán de Bad Godesberg en 1959, se volcaron en apoyo de una ideología más suave basada en la Realpolitik , o política realista, en la que la transformación hacia el nuevo orden mundial se llevaría a cabo mediante la aceptación del liberalismo y la economía de mercado, “convenientemente manejada y reconducida”.  (Nota de la Redacción).

 [7] Movimiento vanguardista británico, de corta vida, surgido en 1914 y desaparecido hacia finales de la Primera Guerra Mundial, que está vinculado con el futurismo, aunque también incluye elementos del cubismo  y del expresionismo. Este movimiento, que no sólo atañe a la pintura, sino también a la literatura, proclamaba la idea formulada por el escritor Ezra Pound, de que el vorticista es el elemento dinámico que cambiará o modernizará las ideas tradicionales de la sociedad inglesa, al igual que un vórtice (de aquí vorticismo), o torbellino, destruye o trastorna todo lo que encuentra a su paso. El vorticismo fue más agresivo que el futurismo, glorificando al máximo la edad de la máquina. (Nota de la Redacción).

 [8] Alí Ahmad Said Esber, Adonis (Qasabin, Siria, 1930) es poeta, crítico y antólogo de la poesía árabe tradicional. Entre sus obras se encuentran algunas de las más significativas de la poesía árabe contemporánea, como Canciones de Mihyar el de Damasco , El Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche , Poesía y poética árabes o Epitafio para Nueva York . Véase también su artículo “ Poesía y cultura apolítica ”, en revista Alif Nûn nº 51 (Julio-Agosto de 2007). (Nota de la Redacción).

[9] El imaginismo fue un movimiento de comienzos del siglo XX en la poesía angloamericana, que favorecía la precisión de la imagen y un lenguaje claro y conciso. Los imaginistas rechazaron la, según ellos, sentimental y artificiosa poesía del romanticismo y del periodo victoriano, en contraste con otros de sus contemporáneos, los Georgian poets, quienes trabajaban dentro de la tradición. (Nota de la Redacción).

 [10] Eliot escribió en Hamlet and his Problems: “La única manera de expresar la emoción en una forma artística es la de encontrar un objetivo correlativo; en otras palabras, una serie de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que habían de constituir la fórmula de esa particular emoción, de modo que cuando los hechos externos, que deben acabar en experiencia sensorial, se produzcan, surja de inmediato la emoción.” (Nota de la Redacción).

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