Iván Santandreu conversa con Patricia May
 
 


"Ninguna condición es obstáculo para ir a la realización y al amor. Los seres humanos estamos dotados del inmenso poder del espíritu y éste, al ser activado, jamás podrá ser vencido por las condicionantes vitales, entre las cuales el fracaso y el error son parte de un proceso mayor".

 

Patricia May, antropóloga y autora del libro Todos los reinos palpitan en ti, ha realizado un trabajo, por más de veinte años, centrado en la reflexión sobre la evolución, el sentido de la vida y las tradiciones espirituales de distintas culturas.

Su búsqueda parte, según nos cuenta, de una necesidad personal de comprender las razones de vivir, el porqué y para qué de la existencia, como también de la interrogante sobre las causas profundas que movilizan el proceso humano.

El estudio y la práctica de disciplinas espirituales en las cuales participa y comparte con diversos grupos de personas quedan plasmados en su obra, la cual tiene como temática los ejes por los que transita la evolución y la conciencia de que cada cual moviliza una energía que toca a toda la red planetaria. Esto hace que cada instante sea significativo, que los gestos importen y que el entusiasmo y el amor que ponemos en nuestros quehaceres se trasmita al todo.

¿Cómo llegaste al tema de la evolución humana y el desarrollo de la conciencia?

Soy antropóloga, estudié en la Universidad de Chile. Cuando entré a antropología, quería saber la respuesta a las grandes preguntas: quiénes éramos, de dónde veníamos. Pero la antropología te enseña desde el punto de vista más bien físico y a mí me interesaba el aspecto psíquico. Me interesaba ubicarme en dónde estábamos ahora como humanidad, hacia dónde estábamos yendo y de dónde veníamos.

Al leer tu obra, da la impresión de que una de tus grandes temáticas es el tema de la evolución...

Sí, pero lo que me interesa no es la evolución en sí, sino que podamos ubicarnos hoy en día, haciéndonos cargo de que somos fruto de un largo proceso evolutivo en el sentido de la dignidad que eso implica, de la responsabilidad que conlleva. Se trata de darnos cuenta de que somos eslabones de una cadena, y de retomar esa conciencia que era tan propia de los pueblos indígenas, en un contexto relacionado con el culto de los antepasados. Creo que uno de los grandes aportes de los nuevos tiempos y del nuevo paradigma guarda relación con tener un conocimiento bastante claro respecto del origen del universo, de ser parte del universo, de este gran organismo en movimiento. Eso te lo da el conocimiento científico; por lo tanto, a mí lo que me interesa es poder integrar a la vida cotidiana ese conocimiento que viene de la física o la biología.

¿Y cómo lo vivencias tú, cómo lo llevas a la práctica?

Yo lo integro en la práctica básicamente en dos líneas fundamentales, una es a través de la vivencia, que se relaciona con las experiencias interiores, con el trabajo de meditación, de contacto con la naturaleza, con la manera en la que me acerco a las piedras, a las plantas, a los seres humanos; se trata de integrar todo como algo vivo. Por otro lado, tiene que ver también con el sentido, con sentir que uno no viene aquí porque sí y que hay un aporte que hacer, que soy eslabón de una cadena, que he recibido mucho y también tengo mucho que dar. Es un sentido de recibir y de dar, para que otros más adelante puedan ir gestando un nuevo estado para la humanidad. Este conocimiento es el que nos permite darnos cuenta de que estamos ante un gran cambio de paradigma, un gran cambio de edad o de era, y ubicarse en este cambio a mí me parece fundamental.

¿Cómo ves el presente?

El presente que vivimos es muy desorientador. Si uno no tiene una mirada amplia, integral de lo que está pasando, la verdad es que parece que el mundo fuera un caos. Vemos miles de conflictos mundiales y una desorientación valórica tremenda. Entonces, me parece que en este momento las miradas sistémicas, las grandes miradas son fundamentales. Es como decir: bueno, en este caos en que estamos metidos, alejémonos, miremos el gran proceso, reubiquémonos y seamos, cada uno, actores responsables de tendencias futuras.

Dentro de este desorden o marejada que se ve en la superficie, ¿cuáles serían las líneas evolutivas profundas que la humanidad está transcurriendo?

Primero, tendríamos que decir que desde una mirada amplia, siempre el universo está entrando en estados de conciencia más complejos, en el sentido de más abarcantes, más amplios y que, por lo tanto, todo proceso tiene que ver con eso. Este gran "desorden mundial" a mí me parece que es la ruptura de un mundo, de un modo de ver, de un estado de la conciencia.

Me parece que todo esto que tenemos ahora forma parte de un caldo de cultivo muy necesario, de una gran crisis en que el ser humano se pierde y, al perderse, se pregunta, busca y, en esa búsqueda, se encuentra un nuevo mundo, la tierra prometida.

Tú planteas que el ser humano en esta búsqueda encuentra un nuevo camino, pero ¿no es que haya un camino trazado que el humano deba transitar?

Lo que hay es un sentido hacia la expansión de la conciencia, pero no un camino trazado en lo específico.

No importan las formas que tome, porque pueden ser miles, pero sí está claro que estamos yendo a niveles de conciencia más amplios. Me parece que el paso en este momento se relaciona con la conciencia planetaria, con el mayor bien para todos, lo que implica que en las decisiones políticas mundiales y en las decisiones personales deba haber una suerte de ecología, en el sentido de considerar el todo y no sólo mi núcleo, llámese éste, mi país, mi vida personal o mi grupo social. Hay una mirada total que implica quizás sacrificar algunas cosas en pos del bien mayor. Esa mirada es la única que nos puede salvar de la destrucción del planeta.

¿Qué puede hacer la persona a nivel individual, desde su casa o su trabajo, para aportar en este proceso?

Lo que define el destino del mundo son las personas, porque en el fondo, son las personas las que eligen y sustentan el poder de las autoridades. Las autoridades son el reflejo de la conciencia de los seres humanos. Por ello, los giros individuales y grupales a nivel de la persona común son vitales en las grandes decisiones mundiales.

El egoísmo, por ejemplo, es un fenómeno personal y nacional. La mirada centralizada en uno, sentirse más importante y vivir manipulando a los demás, para que cumplan tus expectativas, en fin, todo el proceso egocéntrico, es un proceso de cada uno de nosotros. Creo que mientras cada uno tenga una vida que tienda a considerar el bien de otros, la entrega, y una conciencia de no encerrarse a acumular y solamente disfrutar de manera personal, y que pueda dar, repartir y compartir, a nivel pequeño eso cambia la humanidad.

¿Cómo ves tú la evolución del desarrollo de la humanidad, las próximas etapas de la humanidad?

Bueno, ese es uno de los temas que trabajo en el libro. Yo diría que nosotros estamos en un gran momento de quiebre del modelo egocéntrico. Se nos empieza a trizar por todos lados, porque si seguimos en éste vamos a destruir el planeta. El modelo egocéntrico, esa manera de vivir, está agotada y simplemente no es cosa de filosofía, es cosa de que los hechos lo están demostrando.

En este proceso, ¿el cambio personal sería vital?

Yo pienso que de alguna manera los grandes cambios políticos del futuro se gestan a partir de grupos humanos que optan por otras políticas de vida que demuestran que se puede vivir sobre otras bases, generando un bien-estar y una plenitud no conocida por el esquema cultural de estrés en que vivimos. Me parece que las respuestas no son conocidas, sino creadas por personas y grupos en muchos lugares del mundo, todas ellas sintonizadas con una práctica real y cotidiana de algunos valores atemporales como la solidaridad, el amor y la armonía.

La sociedad de libertades en que creemos vivir no existe. Estamos hipnotizados por una dictadura inconsciente, en que el dinero, el poder y el éxito en el sentido que lo entendemos nos corroen a todos los niveles y edades.

Una sociedad verdaderamente libre priorizaría el ser por sobre el parecer, el valor del ser humano por sobre el dinero y rescataría nuestra necesidad básica de dar y recibir, de belleza, de naturaleza, de creatividad, de cobijo comunitario.

Esto no es fácil, porque hacernos conscientes de la falta de humanidad y de consistencia del mundo en que vivimos implicaría revisar la vida propia, las opciones que hemos tomado; implicaría hacer cambios y vivir momentos de fuertes crisis y cuestionamientos y en la locura en que vivimos no hay tiempo ni valentía para esto.

Sin embargo, hay una minoría creciente que está haciendo este proceso y, además, las crisis personales vienen aunque no las busques. Es como si la cosa viniera por dentro. Hay como un apresuramiento, una olla a presión psíquica que está explotando al interior de los seres humanos; que está provocando mucha búsqueda, mucha transformación, mucho cambio, un recuestionamiento de muchas cosas de verdad.

¿Tú no te consideras pesimista?

Depende de qué entiendas por pesimista; o sea, yo pienso que tal vez tengamos que pasar por cosas muy duras, pero quizás sean justamente esas cosas que son producto de causas que nosotros mismos hemos creado las que nos hagan darnos cuenta de la imperiosa necesidad del cambio. Pienso que todo eso malo nos puede traer el cambio de conciencia que necesitamos.

Es que en la conciencia hay hitos evolutivos en los que se van produciendo grandes expansiones, nosotros estamos frente a un hito evolutivo; es decir, hemos saturado un modelo y cuando se satura un modelo éste te destruye o tú cambias a uno nuevo.

¿En qué consistiría el nuevo modelo?

Creo que básicamente es un modelo que tiene una visión integral, planetaria y que va básicamente a integrar nuevos valores, en que todo lo relacionado con lo cualitativo, con el alma, con el contacto interno, con el valor del amor, va a ocupar un espacio fundamental. La simplicidad pasa a ocupar un espacio fundamental en la manera de vivir.

El papel de nosotros mismos parece fundamental para lograr construir este nuevo paradigma... Básicamente mi cambio cambia al mundo. No hay nada que cambie más al mundo que nosotros mismos y la transformación del mundo pasa por mi transformación, no por la transformación de otros, que es lo que siempre queremos. Entonces, es importante ir cuestionándose a sí mismo, ir preguntándose cómo en las pequeñas acciones de cada día se hacen cambios, virajes de prioridades cotidianas que dan espacio a otro tipo de valores más amplios e integradores.

  
   

 


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