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Antonio López (1936)
Tomelloso, Ciudad Real
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Antonio López García es seguramente el pintor y escultor más importante que haya dado el Realismo español de los últimos cien años. Sobrino y discípulo de Antonio López Torres, Antoñito López supo muy pronto que los sentimientos son “la materia básica del proceso creativo y el vehículo para establecer la comunicación con los demás”. Tal vez por ello logró con apenas 13 años ser admitido como alumno en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Estamos ante un artista que retrata la vida cotidiana y los rostros y paisajes que le rodean con una fidelidad y profundidad sólo comparables con su extraordinario lirismo. Considerado uno de los máximos exponentes del Hiperrealismo del siglo XX, Antonio López siempre ha creído que la fuente máxima de creatividad es la libertad y que incluso en las civilizaciones atrapadas por costumbres y religiones asfixiantes es posible alguna clase de libertad expresiva.

Sus trabajos son muy minuciosos y transmiten una melancolía que sorprende en escenas tan prosaicas. La crítica relacionó sus primeras pinturas con el Realismo Mágico, aunque esa apreciación seguramente adolece de la misma inexactitud con que otros especialistas establecieron posteriores relaciones con el Ultrarrealismo. La obra de Antonio López es demasiado personal para ser clasificada sin titubeos.

El paisaje es el género que más se repite en las diferentes etapas de su carrera y casi siempre es fruto de su fascinación por el entorno urbano. El maestro manchego mira la ciudad en momentos que los demás emplean para el descanso y la estudia durante largos periodos antes de ponerse a pintarla. Luego retoca, rehace y corrige obsesivamente, llegando a recuperar piezas que ya estaban en manos de sus clientes para dar otra vuelta de tuerca al proceso creativo. Esa indesmayable persistencia hace su producción aún más escasa, lo que exaspera al exclusivo club de coleccionistas que pueden pagar los extraordinarios precios que alcanzan sus obras. Ningún otro artista representado por la Marlborough tiene una lista de espera tan larga como Antonio López.

Los otros dos grandes géneros del maestro manchego son la naturaleza muerta y el retrato. Antonio López dota de una importancia sublime a cada objeto que representa en sus bodegones y los rodea de una atmósfera poética sin igual mediante la utilización de una gama de colores siempre tenues y delicados. Para la figura humana elige casi siempre la escultura, técnica que le permite profundizar en la proverbial preocupación que siente por la forma de las cosas, su volumen y la materia de la que están hechas.

Antonio López recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1985 y tiene también el Premio Velázquez de Artes Plásticas desde 2006. Siendo uno de los escasos artistas de su generación que no optó por la Abstracción, no deja de interesarse por las nuevas tendencias en el Arte porque nunca tuvo la sensación de que la novedad tenga que suponer un peligro para las cosas importantes, sino todo lo contrario. Él dice que “el lenguaje de la pintura ha ido haciéndose más complejo porque el mundo también se ha vuelto así”.

A pesar de su avanzada edad, pretende seguir trabajando a diario, y lo hace “con el mismo entusiasmo que antes, pero con más armas. Me noto con más seguridad y con más derecho para ser yo mismo. Me parece que éste es el punto de partida que no puede fallar, es lo que puedes entregar a los demás”.