Otras fotos

El superjuez superfacha Garzón se va a Argentina a hacerse fotos en la Escuela de la Armada, conocida porque de allí salieron muchos con los pies por delante tras palizas y torturas que harían palidecer a lo vivido en Roquetas de Mar.

Me gustaría que alguien me ilustrase: ¿Garzón ya se ha hecho la foto en Intxaurrondo? ¿O en Comillas? Y ya que está enseñando en USA: ¿va a hacerse la foto con algún hispano del corredor de la muerte? Quizás los vivos le agradecerían más sus poses que los muertos. Espero verlo pronto con imágenes suyas en Guantánamo, luego en Abu Ghraib, quizás en Afganistán, puede que en Marruecos, a lo mejor en Paddington.

Hay sitios para escoger si uno se quiere posicionar contra las torturas. Hasta China, o Arabia Saudí. Contra la impunidad, señor Garzón, empiece a luchar en casa. Ya no hay nada que enseñar a los hermanos sudamericanos. Y dignidad, menos. Hechos como los de Roquetas de Mar, que serían cegados si en lugar de un agricultor andaluz fuese un periodista vasco abertzale, nos retrotraen al túner del tiempo que nunca fue tapado: el franquismo y sus formas habitan entre nosotros. Como cucaracha.

Huérfanos


En Ávila, cuando Álex tomaba biberones

Tengo un niño que busca a su padre. Cada vez que ve a un hombre de unos 30 años, va hacia él, le sonríe, y si el desconocido no escapa al compromiso, sucumbe y le da la manita.

El niño tiene mujeres de sobra. Una abuela que lo mima con tesón, una madre que lo usa de estufita y un montón de chicas y señoras que pierden la falda por tenerlo en su regazo.

Yo también busco a mi padre. Hace poco lo vi en John Berger, que nació seis años después que mi progenitor. Otro día lo encontré en José Saramago, que sería de su quinta, a quien le encantaría cuidar vacas en una Quintenla de Azinhaga.

Soy un adulto huérfano que sabe más de Lewis Carroll que de su padre. Yourcenar lo dijo antes: "Conozco más a Adriano (el emperador) que a mi propio padre". Y digo yo: quizás, si mi padre fuese un Saramago o un Berger, tampoco lo conocería.

"Por qué los viejos callan cuando debieran seguir hablando, de ahí que los jóvenes tengan que aprenderlo todo desde el principio", escribe Saramago en "Memorial del convento". Y también subraya: "Un hombre, si tiene hijos, también se alimenta de verles la cara". En cada libro que leo encuentro a mi padre. Ya estoy encontrando también a mi hijo, aunque a éste me apetecería tenerlo para leerle un cuento que le haga soñar que me encuentra a mi. Y nos damos la manita.

El pequeño leñador

De pequeño fui leñador. Trabajaba, cual esclavo infantil que diría ahora cualquier ONG sospechosa, en un cuarto oscuro, un sótano angosto, húmedo, con miles de bichos que huían cuando yo llegaba, en plan profesional, con mi velita de cera. Aquella leñera no tenía luz eléctrica, ni ventanas.

En aquella negrura partía sillas viejas, algún pupitre apolillado de la vieja escuela particular de mi calle - qué gusto destruir mobiliario dedicado a la tortura de las neuronas de agobiados alumnos-, cajas de fruta con endebles tablitas de balsa que no aguantarían ni a un Eliancito; algún que otro leño de pino previamente serrado y otras frusilerías ajenas al ébano.

El hacha que empuñaba sufría en cada clavo oxidado, en cada trozo de metal incrustado en las maderas. Saltaban chispas cuando se castigaban los metales enfrentados, pero lo que incendió mi pequeña leñera fue la vela que nos iluminaba.

Aún recuerdo a mi abuela dándome coscorrones en la ventana de la galería del tercer piso, mientras hablaba con los vecinos que se apresuraron a apagar las llamas. Los bomberos llegaron tarde, aunque su factura no tardó. Desconozco si se llegó a pagar aquel servicio público: uno a los seis años cree que todo es gratis, menos las golosinas.

El incendio no me retiró de leñador. Una tosca bombilla sustituyó a la primitiva vela. Confieso que aquel trabajo dejó de parecerme tan romántico como en los cuentos que leía. Sospecho que la luz de la vela tuvo mucho que ver.

Bárbaros y mestizos

En "Memorial del convento" habla Saramago en un pasaje de las mulas de carga. "Es lo que hace no ser de raza pura, estos animales ya han visto mucho, el mestizaje los hizo poco espantadizos, que es la mejor manera de vivir en este mundo las bestias y los hombres". Fue leerlo y acordarme de los atentados de Londres y los de Irak, Egipto, etc. Mestizos, poco espantadizos, todo encaja.

Decía Anatole France en 1900: "De nosotros, los civilizados, los bárbaros sólo conocen nuestros crímenes". Sitúen a Anatole. Aún no había pasado nada del nazismo o del estalinismo. Pero conocía a los conquistadores españoles, portugueses, ingleses y belgas, por ejemplo. Los civilizados siempre hemos estado haciendo lo mismo. No debemos, pues, mostrarnos espantadizos. No queda otra que seguir en plan mula, cargando de sapos las alforjas.

Santiago Alba Rico, filósofo, objeta: "Nuestro poder es ya tan fabuloso que podemos destruir el mundo y al mismo tiempo perdonarnos". Sólo vale nuestra cultura, nuestra ideología, nuestras religiones, nuestras democracias, nuestros valores. A los bárbaros, leña como a bestias. Quizás nos toque ahora a los civilizados ver los crímenes de los bárbaros. Pero nos da igual conocer a los bárbaros, saber por qué lo hacen. No vaya a ser que justifiquemos sus acciones. Ojo por ojo, y todo demócratas.

Infierno y gloria

Acaban de pasarme un manuscrito en gallego que escribió un antepasado mío sobre 1910. Es edición fac-símil y cuesta un poco leerlo, aunque depende del interés. En mi caso, es personal más que teológico (dicen que es el primer tratado teológico en gallego del siglo pasado).

Ojeándolo, y debido a mi situación personal, se me van los ojos a este párrafo (lo traduzco ya para evitar vaciedades):
"No hace mucho que llevaban a uno para la cárcel, ¡y si viera usted como tapaba y apartaba la cara con una bufanda que llevaba! Cuando encontraba gente, miraba para otro lado. Sólo porque iba preso". (Libro segundo, capítulo I, titulado "Es malo").

El tratado pretende demostrar la existencia del infierno y el cielo; e indirectamente la de Dios. En vaya jardín se metía mi antepasado el jesuita. En fin, se supone que los presos son una buena imagen de los condenados al infierno, siempre avergonzados de su condición. Quizás habría que aplicarle al santo varón de mi familia el dicho de una pecadora que tiene un hijo preso: "Las soberbias caen todas. Antes tardaban años, ahora días".

Verdad y recuerdo

Aún no he leído nada de él, pero promete Rudiger Safranski. Su última obra, en Lengua de Trapo, se intitula "¿Cuánta verdad necesita el hombre?". Esta cuestión no es original, y así lo aclara el autor, que se basa en unos aforismos de Nietzche, reflejados en "Ecce Homo". Dice así: "¿Cuánta verdad puede soportar un hombre, a cuánta verdad puede atreverse?". Es significativo que, según los Evangelios, Jesús se quedara callado cuando Pilatos le pregunta "¿qué es la verdad?".

La verdad, que si tiene mil caras como dicen, no la es, es eje central de muchas actividades. Quizás, dice Asier, la única verdad es la matemática, y aún ésta tiene parcelas con enormes paradojas. Puede que la verdad sea el concepto más castigado en la política y en la guerra; pero también en el comercio, la diplomacia y la burocracia. ¿Cuánta necesitamos? ¿Cuánta soportamos? No me digan que no se plantea interesante el libro de Safranski.

Dice Canetti (Nobel 1981): "Que operen a su antojo narices, labios, orejas, piel y cabellos; que transplanten ojos de otro color, si no hay más remedio, o corazones ajenos que palpiten un añito más; que ausculten, amputen, alisen o igualen, pero que dejen en paz el recuerdo". Canetti apuesta por la verdad de la mente; no le importa la del cuerpo. No invertiría en Prozac, lo haría en Corporación Dermoestética. Freud está muerto. Dai Sijie, quédense con este nombre, así lo asegura también en su última novela: "El complejo de Di". El psicoanálisis es recuerdo. ¿Verdad?.

Escribir la vida de otros

Una buena amiga, gente piadosa con el género humano, no con el Dios que lo somete, me sugirió escribir la vida de otra persona. De alguien que había muerto. Mi única fuente, la madre del fallecido y alguna noticia en prensa, ideas de conocidos suyos, segundas manos. No le he dicho ni sí ni no.

A Saramago le pidieron lo mismo en 1993. Alguien a quien se le había muerto un amigo, con una vida digna de novela (creo que todos llevamos una novela dentro, algunos más, otros un breve) y acudía al Novel 1998 para ver si así inmortalizaba al ser perdido. Saramago, más que escritor, ateo y comunista, es buena persona. Y tuvo que decir que no. Por múltiples razones. Atinadas todas.

Pero Tahar Ben Jelloun, marroquí afincado en París, accedió a escribir "Sufrían por la luz" porque se lo pidió un prisionero político. Quizás en los pueblos árabes subsista la tradición del escriba, esa persona que en el zoco hace escritos y cartas a aquellos paisanos analfabetos que se lo piden. En "Estación Central de Brasil" la protagonista hace lo mismo. Convierte en letras los sueños y peticiones de quienes le pagan.

Quizás sólo escribimos para darnos voz a nosotros mismos. Pero sólo nos explicamos viéndonos en los otros. Dice Jelloun: "la literatura tiene un papel importante y terrible a la vez, ya que deber ser un reflejo de lo que sucede en el mundo". Sí, quizás. Debe ser. Pero ¿podemos todos ver y explicar lo que pasa en este loco mundo?.

Asimov y Orwell

Estoy con "El robot humano", de Asimov (gracias a David Millán, todo sea dicho). Este desaparecido científico, genio que se chapaba todos los libros del curso siguiente el verano antes, está totalmente de moda. Atiendan: "Obedecer es un placer para mí. Y si le causa placer exigirme que realice ciertos actos que considera absurdos, triviales o degradantes, yo los llevaré a la práctica porque a mí no me parecen absurdos, ni triviales ni denigrantes". Cualquier soldado. Cualquier empleado precario. Cualquier becario. Cualquier político ante una multinacional. Los esclavos y la mentalidad que aparejan nunca desaparecerá.

El inglesito Orwell también está tristemente de moda. Ahora resulta que la policía lo siguió 12 años y sacó en claro que era escritor. Sin pegarle tiros. Unos hachas, vamos. Pero yo lo traigo aquí al descubrir que la definición que más me gusta sobre la libertad de expresión es suya: "el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oir". Lo aplicaré en la segunda edición de ALO. Aún hay más cosas que tengo que decir que muchos no quieren oir.

He saltado a Canetti (Auto de fe): "para ser policía, no era mal calculador". Nunca entenderé la frase "frio y calculador" si no se la aplican a un matemático congelado.

Lectura como elección

Me transmite buenas vibraciones el último libro de Víctor Moreno titulado "Metáforas de la lectura" (Lengua de Trapo). Sostiene -lo entresaco de una entrevista al autor- que la lectura "es una elección que no debe hacer que deslegitimemos las elecciones de los demás". Cierto. Y dice más: "quien lee compulsivamente y ve TV compulsivamente tienen más cosas en común de lo que creen".

Resume el acto de leer en cuatro puntos: trabajo, soledad, silencio y reflexión. Yo le añadiría un quinto, casi básico: el ánimo o la disposición. Se precisan redaños para embarcarse en Joyce o Faulkner una mañana en ayunas.

Concluye que "con todo lo que se publica hoy en día es imposible sentar cátedra en nada" y sostiene que "el ámbito natural de la literatura es el caos, el desorden, la pluralidad más absoluta". Así sea. Que sea vida. Que imite la realidad pero nos aleje de ella mientras la disfrutamos. Que sea consuelo y bálsamo, espejo de sabiduría y catapulta del pensamiento. Y que no se convierta en letanía. Me digo.

Venecia o acabar con el estado

Estos días he estado de viaje por la ciudad de los canales. Venecia, digo, no Mondoñedo. Cunqueiro estaba loco. Comparar el barro de Os Muiños con la Serenísima. Un alucinado.

He pasado de "La invención de Caín" a "Muerte en Venecia" e incluso he rememorado "La tempestad". Azúa, Mann y de Prada me han traído a las fosas nasales la fetidez de la ciudad de los Dogos. Ese olor que transporta a uno más rápido que las góndolas por las calles acuáticas.

"Los ciudadanos originarios formaban la casta burocrática de los secretarios y de los notarios, formidable maquinaria al servicio de la abogacía patricia, con enorme poder para paralizar y ninguno para crear y producir. Exactamente como en nuestros días". Lo cuenta Azúa. Y sigue vigente los mismito que en la Venecia de 1700. ¿Alguien de ustedes entiende la figura de un notario, un secretario judicial o un procurador en el 2005, con la informática desplegada? Saramago lo dice claro: el enemigo es el Estado. Y esta casta debe desaparecer. Ya. España: 134 días para crear una empresa. Como Bangladesh. Yo, que fuí paquistaní, no lo entiendo. Holanda: 11.

Termino con la cita de Thomas Mann: "Conviene que el mundo conozca sólo la obra bella y no sus orígenes, las condiciones que determinaban su aparición, pues el conocimiento de las fuentes en que el poeta bebe su inspiración lo confundiría, lo asustaría a menudo, dañando así el efecto de las cosas excelentes". Vayan a Venecia. Pero no pregunten cómo se construyó.

Humedades

En el techo que veo cada mañana al clarear se dibuja la faz de un hombre flaco y barbado. Lo que constituye el flequillo de su pelo semeja una cara de can muy simpático, con una oreja levantada como periscopio, la lengua sedienta fuera y unas lentes de ver cerca como las del abuelo sordo que todo conocimos algún día.

Cuando me pongo las gafas, todo el semblante se difumina y se proyectan unas humildes manchas de humedad que serían pertinaces si no me hubieran vendido los franquistas que lo persistente es mojado y lo pertinaz seco.

El poder de la miopía para generar ilusiones ópticas es proporcional al de la fantasía para expulsarnos de la tosca realidad. Quizás tantos pintores geniales que dejaron la huella de su visión en la nuestra no fueran más que ciegos; digo tuertos; confundo hipermétropes; mezclo astigmáticos. Gente con deformidades oculares que inyectaron belleza a lo real. La grieta de su minusvalía suplida con el yeso de su imaginación. La cojera de sus globos oculares, lejos de ser corregida, se catapultó con las muletas de los sueños.

Cada día me instalo en la silla de ruedas de mis letras para salvar los precipicios que me tienden los que destruyen mis pasarelas, los que erigen escalones imposibles. A veces, mi silla le sirve a otros. Pero cada uno tiene que empujar con sus brazos. Yo sólo tengo uno. Con el otro creo. Creo.

Yo fui paquistaní

Escribía Félix de Azúa en 1992: "La ausencia de moral ha producido en los ciudadanos de Londres un ataque de pánico. Por primera vez en su historia se temen los unos a los otros. En consecuencia, se disfrazan de asesinos con el fin de protegerse infundiendo miedo. El resultado es que todos juntos resultan pavorosos" ("La invención de Caín". Alfaguara).

Pues vaya profeta. A saber qué pensará ahora Félix de lo que sucede estos días. Del "disparen a la cabeza, para que no cojee" o del comentario de Hernando sobre la policía en tiempos de guerra.

En 1989, yo era paquistaní en Londres. Me aclaro: había pasado una semana en Tenerife y otra en Lanzarote, con mis hermanas, y luego volé a Londres, a trabajar y practicar el inglés. Mi jefe era de Bangladesh, tenía una lavandería que servía a multitud de restaurantes de comida hindú. Cuando el reparto, los habituales le preguntaban por mí: "¿De qué parte de Pakistán es?" Se quedaban ojipláticos cuando sabían que era español. El moreno canario me convirtió en paquistaní. Un tipo sospechoso hoy en día. Aunque creo que yo ya seré sospechoso siempre. Una vez le ves las vísceras al sistema, éste no para hasta que te devora.

Nietzche, para Blair, Bush y los imperialistas patrioteros: "Es mejor morir dos veces que ser temido y odiado".

Para los que aún creen en los ejércitos, tres sugerencias:
  • "Guerreros. Reflexiones del hombre en la batalla" de Grenn Gray.
  • "Sin novedad en el frente" de Erich Remarque.
  • "Viaje al fin de la noche" de Cèline.

Anna Gavalda

Un descubrimiento. Si pueden, háganse con el libro de relatos de esta francesa, titulado "Quisiera que alguien me esperara en algún lugar".

El relato que más me ha impactado es "Durante años", pero no es todo tan trágico. Hay uno sobre un jabalí alucinante y otros de flirteos que les van a emocionar. Ya me tarda leer las novelas que ha sacado esta autora. Promete. Háganme caso, me lo agradecerán. Y no es lectura de verano. Es literatura.

Cuadernos de Lanzarote

El libro de Saramago es una ventana al corazón de este portugués que se refugió en la balsa volcánica de Lanzarote. Como siempre, les propongo unas citas que me han epatado:

"Y oso decir que nadie es más tolerante que un ateo".

"Vale más tarde que nunca, dirá el optimismo de aquellos que nunca sufrieron injusticias. Pero ésos no pueden saber cuánto ellas duelen".

"Nunca acabamos de vivir nuestra vida".

"Hay que convertir a la política en instrumento de la verdad, en vez de ganzúa de mentiras".

"Existiendo y actuando, la bondad sería la cosa más inquietante del mundo".

"Antes de Jesús, ya los hombres eran capaces de perdonar, pero los dioses no".

"¿Será necesario, finalmente, saber mucho menos para comprender un poco más?".

Demasiados premios

Acabo de leer "Cuadernos de Lanzarote". Escrito entre 1993 y 1995, Saramago habla mucho de premios, literarios, sobre todo del Nobel que recibiría en 1998.

Puede que haya exceso de premios. Se están convirtiendo en auténticas ONG de jurados sin fronteras. No sirven de mucho, pero ellos viven bien (ONG's y jurados).

Echo de menos a un Brando que rechace el Óscar; a un Sartre que abomine del Nobel o incluso un Suso de Toro que rechaza en vida un reconocimiento que sólo podría obtener diez años tras su muerte (Día das Letras Galegas).

En algunos artistas (escritores, cineastas, pintores, etc.) se produce una especie de síndrome mixto, el Diógenes-Midas: tienen tendencia a acumular toda la basura en forma de premios que los jurados se ven obligados a darles.

Yo, mea culpa, he recibido algún premio. Pequeño, claro, yo soy Saulo. Pablo do Paso. De paso, como todos. Y un cobarde, lo admito: hace falta mucho valor para rechazar un premio. Y orgullo. Uno no tiene nunca límites para dejarse dar afecto. Pero contemplado desde la tribuna del escepticismo, lo de los galardones es un asquito. Vomitivo. Por ello están devaluados. Todos. Los premios. Los que los dan. Los que los aceptamos.

Más agua

El nivel de imbecilización a que nos tienen sometidos los políticos y publicistas (que se confunden entre ellos y a su vez intentan confundirnos) es exasperante. Los anuncios sobre el agua ocupan espacios en periódicos, radios y televisiones. Dicen que para hacerlos no ha usado una gota de agua. Y como creen que nosotros no usamos una gota de cerebro, nos lo tragamos. No consumen agua. Gastan dinero, el nuestro, no el suyo.

Ponen especial énfasis en evitar las fugas. Y no puedo dejar de pensar e tantas administraciones locales, autonómicas, estatales, europeas, como grandes conductos o tuberías llenos de dinero con grandes fugas. Fugas en forma de altos cargos para nada; asesores virtuales y digitales (nombrados a dedo); anuncios para nada, como los de la droga o el tráfico; puestos honoríficos por la cara; grandes alquileres a instituciones públicas sin justificación; recalificaciones tras alcaldadas, privatizaciones bajo manga, etc. Sin entrar en incompetencias sin cuento, corrupción financiera a destajo y demás.

Traduzca todo eso a agua. Todo bien taponada. Tuberías limpias y cuidadas. Bien gestionadas. Esto sería un vergel. Sería jauja. Pero así es sólo jaja. Unas risas que se echan de nosotros, que nos erosionamos como ciudadanos cada día. Desierto de democracia.

Legalismos

Según nuestro propio código penal, artículo 607.2, es delito la difusión o rehabilitación ideológica de regímenes que hayan tenido que ver con el genocidio. ¿Será por eso que Garzón no juzga a nuestros prebostes franquistas? ¿Cómo se puede mantener con fondos públicos la Fundación Francisco Franco? ¿Cómo puede un socialista que va a gobernar ahora la Xunta pedir un título honorífico y cargo -pagado- para un franquista como Fraga? Democracia, qué débil eres aquí...

Ya que todo lo antedicho es papel mojado, vayamos al extremo: la Segunda República ¿fue abolida? No. No legalmente. Hubo un golpe de estado, el franquista. Ergo, todo esto que tenemos montado, monarquia parlamentaria, democracia y constitución, es ilegal. Vivimos en un régimen ilegal fundado en la amnesia.

O algo así, porque: ¿a quién le importa? No hay ciudadanos.

Vieja escuela

Es el título del último libro de Tobias Wolff. Dice el autor: "Los relatos que uno tiene que escribir siempre harán que alguien quiera sacarte las tripas. Si no pasa eso, es que uno sólo está soltando palabrería inútil".

Discrepo. Siempre hay demasiados paranoicos dispuestos a hacer daño. Una vez un indocumentado me amenazó con cortarme las manos por escribir un reportaje inofensivo. Al final va a ser que nada es inofensivo. Que todo es susceptible de ser usado en tu contra. Y no sólo ante un tribunal, que por desgracia también me ha pasado. La vida imita al arte. Pero es mejor ser un artista cobarde y vivo que un héroe.

Estoy con Faulkner; "Mientras agonizo". Y postula: "Cuando yo era joven, creía que la muerta era un fenómeno del cuerpo; sin embargo, ahora sé que no es más que una función de la mente; una función de las mentes de quienes sufren la pérdida. Los nihilitas dicen que la muerte es el final; los funcionalistas, que el comienzo; pero en realidad no es más que un simple inquilino o familia que deja su habitación o su ciudad". Estamos de Paso. Pablo do Paso.

No, qué va

Ministro de Trabajo, Caldera: "la policía española nunca propina brutales palizas" (sobre incidentes en la frontera de Ceuta con inmigrantes). No, claro, eso no es posible. Al final van a tener razón los carcas que le niegan toda credibilidad a este salmantino que dijo que los papeles del susodicho archivo franquista "saldrían por encima de mi cadáver".

Más sobre la policía. Quédense con el nombre de éste: Rafael Gómez Menor. Según la defensa del periodista de Al Yazira Taysir Alony, este policía es "instructor de facto, testigo, perito y acusador de hecho" sobre el juicio a Al Qaeda. Tras el comando Dixan, el obrero de Pujol y el director del centro islámico de Valencia, refugiado desde hace 20 años y ahora yihadista, esto se está poniendo imposible. Tendremos que resucitar a Isabel La Católica par aque eche a los moros. Esos moros que roban diseños de arquitectas españolas que luego la CIA dice que son planos para atentar. Este Gómez Menor, igual que Garzón, tertulianos ya. Pero que no les dejen hacer otra cosa. Guionistas de serie B sobran.

Insultos y otras libertades expresivas

El juez Santiago Pedraz está en el ojo del huracán desde que dijo que un preso no es de ETA por escribir dos artículos. Ahora los tertulianos, sobre todo los más "demócratas", como Herrera, que le llama "Ken" -Barbie- o F.J. Losantos, que le llama de todo como a todos los no talibanes de sacristía, se están cebando. Tanto es así que Concha García Campoy sacó a la arena a la mujer del juez, que es, mira por dónde, periodista. Se llama Paula Arenas. Craso error: lo peor que se puede hacer en estos casos es rectificar, intentar replicar o salir a defender. Los tertulianos y escribanos solemos tener memoria de pescado, como nuestra audiencia. Y perdonen por la parte que nos/me toca. Digo pescado, y no pez. Los peces son más listos de lo que creíamos.

Me entero también -por la boca muere el bicho- de que Bono es "fósforo" de Carlos Herrera. Tenía que ser. Los iluminados por ETA, como Aznar o Herrera (coche bomba y puros bomba) se vuelven tan "equilibrados" que enseguida encuentran acólitos. Fieles. Bonos.

Herrera, ojo con el demócrata, ha llamado, que yo haya oído, "gorila" a Chávez y "animal con dos patas" al nuevo presidente de Irán, claro, esas democracias son "imperfectas". Les falta el marchamo de este viejo presentador de coplas iluminado por ETA.

Alicia en el lado oscuro

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