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Objetivo

Birmania

 

 

 

MÓNICA GABRIEL Y GALÁN

ANA FERNÁNDEZ

YOLANDA HENS

CARLOS DE FRANCE

   

MARISA PINO

LOLA BALDRICH

SOL ABAD  
 

 
  
  Tuve la suerte de ver cumplido uno de mis sueños de juventud: cantar en un grupo de música. En aquellos primeros años de los ochenta, la música era el eje vertebral de la vida de muchos adolescentes; todo era nuevo, todo era moderno. 

     Ese deseo de modernidad contrastaba con la escasa novedad y color de los años anteriores. En cinco años se sucedieron movimientos musicales y tendencias que en Inglaterra se habían desarrollado en un periodo de veinte años. Podías ver a una chica que un año era hippy, al siguiente mod, al otro punk y al otro siniestra. Había que ponerse al día con la moda, con el mundo. Todo bullía. Cada grupo era una especie de microcosmos con una filosofía y estética particular que se reflejaba en la imagen y el contenido de las letras.

     En aquel momento, años 82 y 83, Rock-Ola era la meca de la música en Madrid. Nosotros vinimos a animar una movida madrileña que estaba evolucionando por derroteros siniestros, negros y aburridos. Llegamos con nuestro aire tropical y música funky. Nuestras influencias eran distintas: Prince, Kid Creole
...  y aquello no gustó demasiado entre los núcleos más ortodoxos de la movida madrileña. Nos acusaban de pijos por no ir de siniestros. Aún así tuvimos una buena acogida entre radios y prensa y el éxito fue fulminante.

     De la independiente Rara Avis pasamos a WEA, lo cual suponía un gran lanzamiento pero también la renuncia a la autenticidad. Nos impusieron al productor Julián Ruiz, quien se cargó musicalmente al grupo. En vez de sacar partido a la frescura y talento de nuestras músicas, arrasó con todo y metió un sintetizador "fairlight" y trompetas por todas partes.

     En aquélla época se redescubrió el español como lengua para las canciones. Era un español vibrante, novedoso, lleno de palabras deslumbrantes y divertidas en nuestros oídos (divino, metálico...). El contenido de nuestras letras se movía en el campo semántico de lo fantástico, en el sentido de lo no ordinario: aventuras, lo exótico y original. Escapismo y diversión.

     Si bien nuestra cifra en ventas de discos oscilaba entre los 10.000 y 20.000 LPs (no muy elevado para aquel entonces) y debido, claro está, a la destrucción de nuestra música por parte de Julián Ruiz, en directo éramos uno de los grupos, sino el grupo, con más galas por temporada: unas 100.

     Nuestros directos eran potentes, innovadores tanto en puesta en escena como en sonido. Fue una pena que las giras estuvieran tan penosamente montadas, ya que nuestro manager aceptaba los contratos sin hacer un itinerario inicial y de esta forma actuábamos un día en Alicante, al siguiente en Málaga y al otro en Benidorm. Mucha carretera. Era agotador y debido a la mala gestión percibíamos muy poco dinero por mucho trabajo.

     También estábamos todo el día haciendo televisiones, todavía no existían las cadenas privadas, pero sí surgían con fuerza las autonómicas. En aquel momento se estilaba que por todos los programas hubiera alguna actuación musical. Siempre nos pedían a las Birmettes que fuéramos con nuestras mallas de rayas. 

     La separación del grupo fue muy dolorosa para mí. Acabamos mal. Estuve mucho tiempo sin oir música moderna. ¿Qué es lo más importante que me quedó del grupo?: los amigos que aún conservo y que pude educar el oído, lo cual me permite ahora disfrutar más de la música. Fue una experiencia extraordinaria y también dura. No sé si estará relacionado con todo ello, pero hoy en día tengo una querencia absoluta hacia el trópico, las hamacas, hacia los cocoteros; a buscar una sombra bajo la palmera.


                                                                              
Ana Fernández

ANA