Tengo la vida asaltada por Robertos

Por Arlin Alberty Loforte

Mi vida fue asaltada por Robertos. Llegaron sin buscarlos, sin avisar. Algunos sin ser invitados. El azar me los puso delante sin querer. Unos a plena conciencia, otros se asomaban a mi cuna para ver la nena nueva que había llegado a casa del vecino, no de uno cualquiera, sino de la abuela Onia, la madre querida a la que rinde honores más allá de la eternidad, una devolución innecesaria de afectos, porque mi abuela nos amó a pleno gusto, sin esperar nada a cambio, como lo hizo todo en la vida, que al final, le fuera tan ingrata en tantas ocasiones. Eso es la vida.

Otros llegaron más tarde, en los años de la Universidad, para sobrevivir al fuego cruzado de una historia de amor, que hoy es más grande porque transmutó en amistad probada en tiempos duros, cuando necesitas de tu otro Yo, para que tire de tu oreja o abrace tu tristeza desde la distancia, pues solo tiene que pararse en la ventana de su casa ahora mismo y estrechar el mar que lo despierta, el mar que sabe yo adoro pero tengo lejos, como a su abrazo.

Él, estoico, salió ileso, supo levantar las armas en un bando y otro según fue necesario, porque desde el cariño y el respeto nos ganó para siempre.

Otro me sedujo aún cuando me llevara unos cuantos años de ventaja. No por el estilo con que lleva la gorrita en su cabeza, sino a través de sus ensayos y su poesía, de sus felices los normales, el que dice nosotros los sobrevivientes, ¿a quién debemos la sobrevida? y su presencia innegable en la Casa que abría sus puertas a la América toda.

Más tarde conocí a quien en este año cumpliría 60 años, nació en el 53 –no puedo disimular la sonrisa- como lo canta Ana, como también papi y mami, como tantos otros que crecieron con el Yesterday y jamás le tuvieron miedo a vivir…

La vida le brotó en Chile, aunque México, El Salvador y finalmente España lo adoptaran después, aunque se considerara, sobre todo, latinoamericano.

Y quiso Reinventar el amor, y me estremeció con su Lisa, que se acostó con otro porque “era la mejor manera de sacarte de mi vida”.

Así estos Robertos, ya sean Díaz Ramírez, Torres Barbán, Fernández Retamar o Bolaño Ávalos, tocaron mi vida, y los llevo conmigo siempre, como una canción muy mía de las erre con erre…

O mejor aún, cuando Sucio y mal vestido, me haga voltear la cabeza y detenerme ante estos versos…

Por: Roberto Bolaño
En el camino de los perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
sucio, mal vestido y lleno de amor.
En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.
Un camino que sólo recorren los poetas
cuando ya no les queda nada por hacer.
¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!
Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar
por las hormigas rojas y también
por las hormigas negras, recorriendo las aldeas
vacías: el espanto que se elevaba
hasta tocar las estrellas.
Un chileno educado en México lo puede soportar todo,
pensaba, pero no era verdad.
Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían
unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,
el río del ser, el río del ser, el éxtasis
que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.
Sumulistas y teólogos, adivinadores
y salteadores de caminos emergieron
como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.
Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.
Sólo el amor y la memoria.
No estos caminos ni estas llanuras.
No estos laberintos.
Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.
Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.