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Bundesliga: La escandalosa vida del simpático Eintracht Braunschweig

“Cuando coja la pelota, sal rápidamente al ataque. Mis brazos no tardarán en hacerte llegar la pelota donde quieres para que el rival no reaccione a tiempo”. Gustav Fähland siempre estaba un paso por delante del resto, le gustaba imaginar el futuro antes de reaccionar en el presente y trabajaba por amor a un deporte que le había dado todo. Tenía los brazos tan largos, que sus compañeros le habían apodado en el vestuario el ‘helicóptero’, algo que había logrado aprovechar para convertirse en uno de los mejores guardametas de la época en la Alemania post-Tercer Reich. Con la Bundesliga aún lejana (nació en 1963) y los clubes germanos organizados en torno a la vetusta Gauliga, uno de los que siempre se mantuvo entre los más batalladores, era el Eintracht Braunschweig de la Baja Sajonia. La ciudad de Brunswick (cercana y enemiga de Hannover), había logrado mantener ciertos jugadores internacionales y en 1949, Gustav Fähland estaba llamado a ser el siguiente.

El Werder Bremen visitaba al Braunschweig (como en esta primera jornada de 2013) en un sábado oscuro, con nubarrones en el cielo y llovizna intermitente que dificultaba acciones concretas cada cierto tiempo. No había dueño, no había ritmo y mantener el tipo ya era cuestión de lecturas inteligentes. Un balón aparentemente sencillo colgado al área en busca de un cabeceador rival, no encontró destinatario directo, sino un choque frontal durísimo entre el punta visitante hanseático y el portero local, que recibió un golpe fuerte, contundente y devastador en la cabeza incluso al caer de manera extraña en el césped. “No siento sensibilidad”, gritó asustado el guardameta, aun disgustado por no haber logrado atrapar aquella pelota. Desde el suelo, sus movimientos eran menos angustiosos pero aquella primera sensación creció y. Con los minutos la situación empeoró. Con las horas el pánico se multiplicó. Varios días después de aquel golpe, la hemorragia interna acabó por vencerle. Gustav Fähland había muerto mientras soñaba con un partido que iba a impulsar definitivamente su carrera. Un fatal desenlace para el equipo del que todos hablaban. Hoy volvemos a hacerlo pero… ¿Por qué es tan especial el Eintracht Braunschweig?

Tras la profesionalización del fútbol alemán bajo el organigrama de la Bundesliga desde 1963, el club sajón inició una serie de renovaciones en su proyecto para dotarlo de continuidad, firmeza defensiva y un colectivo muy unido. Esa idea creció, mejoró y extendió su dominio nacional hasta que en 1967, conquistó contra pronóstico el título germano dejando constancia de cuáles eran sus grandes virtudes. Y es que hasta muchos años después, ningún club fue capaz de superar sus registros defensivos (solo encajaron 27 goles en todo el curso). Justo una década después, estuvo a un punto de repetir éxito y romper la dictadura de Bayern y Monchengladbach, etapa en la que varios de sus jugadores pasarían a la historia internacional, pues en Los Leones se disfrutaba de Paul Breitner, Wolfgang Dremmler  o “Hennes” Jäcker.

Club simpático por luchar desde el anonimato contra los gigantes, pero siempre vinculado a singulares polémicas de la época. Dieciocho de sus jugadores fueron suspendidos o multados a principios de los 70 cuando se demostró que habían aceptado pagos económicos importantes (40.000 marcos desde el Arminia Bielefeld) por buscar un esfuerzo adicional en el último partido ante el Oberhausen. Una ‘prima motivacional’ en nuestros días, pero que no contaba con semejante teoría entonces, lo que provocó escándalos externos que no harían sino aumentar la fama del club. Y eso, con grandes visionarios en su directiva, fue un gran trampolín para su expansión. Dos años más tarde, el Eintracht Braunschweig rompía el mercado comercial y deportivo del fútbol alemán al ser el primer club en colocar un patrocinador en sus camisetas. Pero no bastaba con un anunciante cualquiera, sino que había que ser especial, exclusivo y simpático, por lo que de dar colorido a la ya de por sí impactante elástica amarilla se encargó Jägermeister. La famosa destilería, con una cabeza de ciervo como imagen referencial, encontró la perfecta estrategia de marketing en el creciente ambiente futbolístico de la ciudad. No se podía publicitar una marca y, por ello, modificó su logo para que la DFB no pudiera frenar sus intenciones. Era habitual ver a los jugadores vestidos de corto pero en ambiente de ‘caza’ y con cuernos en las manos. La empresa incluso intentó cambiar el nombre del club para mayor fama personal, pero el Bundestag se opuso en una serie de decisiones que dieron más fuerza a la unión comercial de ambos (hoy, sigue vendiendo 87 millones de botellas anuales).

No contento con su particular hazaña, entre 1973-1983, logró otra en el césped que aún no ha sido superada. Durante 322 partidos ligueros, ninguno de sus jugadores vio una tarjeta roja de expulsión. Nadie salió antes de tiempo de los partidos, nadie rompía los planes del entrenador, nadie dejaba a su equipo mermado y absolutamente nadie se dejó llevar por caracteres momentáneos. Años más adelante, en 1987, el equipo de Brunswick establece otro curioso record, aunque este con tintes negativos de trasfondo. La campaña fue gris y se perdió la categoría, pero lo hizo por vez primera y única en la historia del torneo, pese a tener una diferencia de goles positiva: 52 goles a favor y 47 goles en contra. Una peculiaridad altamente improbable de repetir que no evitó su calvario, algo que se alargaría durante varias décadas donde permaneció prácticamente aislado del primer nivel. Tan exóticos son los sajones, que incluso dieron cobijo en sus filas al que probablemente sea uno de los Balones de Oro menos conocidos de la historia, Igor Belánov.

Para entonces, el escándalo había vuelto a golpear su puerta. Lutz Eigendorf, uno de los mejores jugadores de la Alemania Oriental e icono del Dynamo de Berlin, aprovechó un partido amistoso ante el Kaiserslautern para huir en Gessen con un taxi y empezar de cero una vida como desertor. Sus intenciones se consumaban meses más tarde, cuando lograba reanudar su carrera en el citado 1FCK. Todo parecía haber terminado hasta que empezó a ser acosado por la Stasi, los servicios secretos de la RDA que, decepcionados con la actitud de uno de sus ídolos, obligaron a su esposa a divorciarse, le colocaron una nueva mujer y prohibiendo que sus familiares lo visitaran. Y aunque Eigendorf aguantó la presión, salió públicamente a denunciar estos crueles métodos y, ya como jugador del Eintracht Braunschweig en 1983, su coche apareció empotrado cerca de un local donde solía acudir a tomar cervezas con amigos. Tenía solo 26 años y las primeras hipótesis apuntaban a un fallo en los frenos de su precioso deportivo. Cuando se desclasificaron los documentos secretos de la Stasi durante la reunificación alemana, se descubrió un archivo con una frase contundente: ‘Tod dem Verräter!’ (‘Maten al traidor’). La búsqueda se resolvió en el año 2000, cuando un ex espía de la Stasi, confirmó que la organización de la RDA le había ordenado matar a Lutz Eigendorf, algo oficializado por los tribunales hace apenas unos años.

Histórico por sus curiosos records en el césped. Histórico por sus peripecias comerciales en tiempos de nulidad publicitaria. Histórico por sus desgraciadas muertes siempre vinculadas a personajes peculiares situados en contextos erróneos. Pero sobre todo, histórico porque tras 28 años de un largo y sinuoso recorrido, regresan al primer escalón, aquél que llegaron a ocupar por méritos propios o por ajenos. Una vida de mito. Locuras, desenfreno, desgracias y sabor añejo a un fútbol alemán otrora olvidado, hoy elogiado. Ahora, ya no hay excusas para no simpatizar con el Eintracht Braunschweig…

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Un desarrollo de Pedro Puig