Don Juan Pardo Tavera (1534-1545)

   Hijo de Ares Pardo y de Guiomar Tavera, y sobrino por parte de su madre del dominico fray Diego de Deza, mentor de su carrera eclesiástica. Comenzó su formación estudiando gramática en Madrigal y la continuó en Salamanca cursando latinidad, retórica y cánones, hasta graduarse en 1500 de bachiller. Al ocupar su tío la sede episcopal de Salamanca lo acoge en sus casas mientras prosigue sus estudios. Su primer beneficio eclesiástico fue una capellanía fundada por sus antepasados, a la que siguió  el nombramiento de racionero en la catedral de Zamora que le otorgó fray Diego de Deza. En 1504 alcanzó la licenciatura en Decretos por la Universidad de Salamanca, de la que fue nombrado rector aquel mismo año.
   Trasladado su tío a la sede de Sevilla, ya como Inquisidor General, lo nombró canónigo de la catedral hispalense, en 1505, y al año siguiente lo elevó a la dignidad de chantre, provisor, oficial y vicario general de todo el arzobispado. En 1506 el Rey Católico lo nombró oidor del Consejo de la Inquisición.
   Don Fernando le encomendó la visita y reforma de la Real Chancillería de Valladolid, que realiza entre 1513 y 1514, recibiendo como premio a su labor el obispado de Ciudad Rodrigo, siendo aún subdiácono. Muerto ya el rey Católico desempeñará una embajada en el Reino de Portugal, por orden del Cardenal Adriano de Utrech, para tratar de un doble matrimonio, el de Carlos I con la princesa Isabel y el del rey Juan con doña Catalina, hermana de Carlos. Elegido papa el cardenal le invita a que le acompañe a Roma, a lo que no accede el obispo de Ciudad Rodrigo.
   En 1522 el emperador le nombra presidente de la Real Chancillería de Valladolid, iniciando una fecunda colaboración con el monarca, la mejor cabeza de Castilla para los asuntos de gobierno con la que pudo contar Carlos V –en palabras de Fernández Alvarez- y exponente en la época carolina de esa iglesia española tan fecunda en dar hombres de estado. A partir de este momento se suceden los nombramientos y la acumulación de cargos: Obispo de Osma (1523), arzobispo de Santiago (1524), Presidente del Consejo Real (1524), que le convertirá en verdadero presidente del gobierno en las frecuentes ausencias del emperador del territorio español y sostén de la emperatriz durante las regencias. Presidirá las sesiones de las Cortes de Toledo (1525), Valladolid (1527), Madrid (1528), Segovia (1532), Valladolid (1537) y Toledo (1538).
   En 1531, siendo aún arzobispo de Santiago, fue preconizado cardenal con el título de San Juan “ante Portam Latinam” por Clemente VII a petición de Carlos V. En 1534, al morir Don Alfonso de Fonseca, su antecesor en la sede compostelana, fue designado para sustituirle como arzobispo primado, aunque sus obligaciones de estado le dejan poco tiempo para el gobierno de su diócesis, como había ocurrido en sus sedes anteriores. A pesar de ello inicia una visita episcopal en Alcalá de Henares, y en 1536 reúne un sínodo del que emanan 81 Constituciones que fueron impresas.
   La muerte de la emperatriz en 1539 le convierte en gobernador del reino hasta 1541. Es la cabeza de un partido frente a la de los Cobos, sobre los que el emperador previene a su hijo. Carlos V montó con ellos un equilibrio en la máquina del Estado para evitar que el príncipe caiga en una privanza exclusiva.
   Abandona entonces la presidencia del Consejo y pasa a ser Inquisidor General. Los últimos años de su vida, alejado de las preocupaciones de la corte, le permiten mayor dedicación a los asuntos de la diócesis, que visita en los años 1542 y 1543. Intentó instaurar en el cabildo toledano el estatuto de limpieza de sangre, que se vería retrasado hasta el episcopado de Martínez Silíceo.
   Obispo áulico, su relación con el mecenazgo es tardía, pues no aparece hasta su llegada a Toledo. En la catedral primada culminó la obra de su predecesor trasladando los cuerpos de los reyes a la recién construída Capilla de los Reyes Nuevos. E, 1539 inició las obras en el coro alto, encomendadas a Berruguete y Vigarny; luego la decoración interior de la puerta de los Leones; encargó la gran reja del coro, mientras Villalpando realizaba la del presbiterio. Remormó los palacios arzobispales de Toledo, dotando a éste de la espléndida fachada que hoy contemplamos, y Alcalá de Henares. Construyó bajo la torre la capilla de San Juan Bautista, encargando la obra a Covarrubias, con objeto de ser enterrado en ella, aunque luego cambió de emplazamiento eligiendo el presbiterio, frente al sepulcro del cardenal Mendoza, a lo que accedió el cabildo. Tampoco sería éste el lugar de su sepultura. En todas estas obras colaboró con él el canónigo obrero don Diego López de Ayala.
   La gran obra del cardenal Tavera en Toledo fue el hospital de San Juan Bautista, conocido popularmente con el nombre de su fundador, extramuros de la ciudad. Es el primer gran edificio del renacimiento clásico que se constuye en Castilla, y en él se integra la gran capilla funeraria del cardenal. Alonso de Covarrubias es el arquitecto encargado de la dirección de las obras, que concluyeron muchos años después de la muerte de Tavera.
   Esta le sorprendió en Valladolid, donde celebraba las exequias de la princesa María Manuela de Portugal, primera esposa de Felipe II, fallecida al dar a luz al infante don Carlos. En su testamento había constituido como heredero universal a su reciente fundación del hospital de San Juan Bautista de Toledo, donde mandó enterrarse. Mientras se terminaba su capilla funeraria el cuerpo fue depositado en la iglesia mayor de Valladolid. Hoy sus restos reposan en el magnífico mausoleo que realizó Alonso de Berruguete en mármol de Carrara y que recuerda al del cardenal Cisneros.
   El emperador Carlos V llegó a decir que sentía más la muerte de Tavera que la de la propia reina, pues mujeres había muchas y Tavera sólo uno.
 

                                                                                                    Los Primados de Toledo
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                                                                                                                  Toledo 1993