Hijo de Ares Pardo y de Guiomar Tavera, y sobrino por parte
de su madre del dominico fray Diego de Deza, mentor de su carrera eclesiástica.
Comenzó su formación estudiando gramática en Madrigal
y la continuó en Salamanca cursando latinidad, retórica y
cánones, hasta graduarse en 1500 de bachiller. Al ocupar su tío
la sede episcopal de Salamanca lo acoge en sus casas mientras prosigue
sus estudios. Su primer beneficio eclesiástico fue una capellanía
fundada por sus antepasados, a la que siguió el nombramiento
de racionero en la catedral de Zamora que le otorgó fray Diego de
Deza. En 1504 alcanzó la licenciatura en Decretos por la Universidad
de Salamanca, de la que fue nombrado rector aquel mismo año.
Trasladado su tío a la sede de Sevilla, ya como
Inquisidor General, lo nombró canónigo de la catedral hispalense,
en 1505, y al año siguiente lo elevó a la dignidad de chantre,
provisor, oficial y vicario general de todo el arzobispado. En 1506 el
Rey Católico lo nombró oidor del Consejo de la Inquisición.
Don Fernando le encomendó la visita y reforma de
la Real Chancillería de Valladolid, que realiza entre 1513 y 1514,
recibiendo como premio a su labor el obispado de Ciudad Rodrigo, siendo
aún subdiácono. Muerto ya el rey Católico desempeñará
una embajada en el Reino de Portugal, por orden del Cardenal Adriano de
Utrech, para tratar de un doble matrimonio, el de Carlos I con la princesa
Isabel y el del rey Juan con doña Catalina, hermana de Carlos. Elegido
papa el cardenal le invita a que le acompañe a Roma, a lo que no
accede el obispo de Ciudad Rodrigo.
En 1522 el emperador le nombra presidente de la Real Chancillería
de Valladolid, iniciando una fecunda colaboración con el monarca,
la mejor cabeza de Castilla para los asuntos de gobierno con la que pudo
contar Carlos V –en palabras de Fernández Alvarez- y exponente en
la época carolina de esa iglesia española tan fecunda en
dar hombres de estado. A partir de este momento se suceden los nombramientos
y la acumulación de cargos: Obispo de Osma (1523), arzobispo de
Santiago (1524), Presidente del Consejo Real (1524), que le convertirá
en verdadero presidente del gobierno en las frecuentes ausencias del emperador
del territorio español y sostén de la emperatriz durante
las regencias. Presidirá las sesiones de las Cortes de Toledo (1525),
Valladolid (1527), Madrid (1528), Segovia (1532), Valladolid (1537) y Toledo
(1538).
En 1531, siendo aún arzobispo de Santiago, fue
preconizado cardenal con el título de San Juan “ante Portam Latinam”
por Clemente VII a petición de Carlos V. En 1534, al morir Don Alfonso
de Fonseca, su antecesor en la sede compostelana, fue designado para sustituirle
como arzobispo primado, aunque sus obligaciones de estado le dejan poco
tiempo para el gobierno de su diócesis, como había ocurrido
en sus sedes anteriores. A pesar de ello inicia una visita episcopal en
Alcalá de Henares, y en 1536 reúne un sínodo del que
emanan 81 Constituciones que fueron impresas.
La muerte de la emperatriz en 1539 le convierte en gobernador
del reino hasta 1541. Es la cabeza de un partido frente a la de los Cobos,
sobre los que el emperador previene a su hijo. Carlos V montó con
ellos un equilibrio en la máquina del Estado para evitar que el
príncipe caiga en una privanza exclusiva.
Abandona entonces la presidencia del Consejo y pasa a
ser Inquisidor General. Los últimos años de su vida, alejado
de las preocupaciones de la corte, le permiten mayor dedicación
a los asuntos de la diócesis, que visita en los años 1542
y 1543. Intentó instaurar en el cabildo toledano el estatuto de
limpieza de sangre, que se vería retrasado hasta el episcopado de
Martínez Silíceo.
Obispo áulico, su relación con el mecenazgo
es tardía, pues no aparece hasta su llegada a Toledo. En la catedral
primada culminó la obra de su predecesor trasladando los cuerpos
de los reyes a la recién construída Capilla de los Reyes
Nuevos. E, 1539 inició las obras en el coro alto, encomendadas a
Berruguete y Vigarny; luego la decoración interior de la puerta
de los Leones; encargó la gran reja del coro, mientras Villalpando
realizaba la del presbiterio. Remormó los palacios arzobispales
de Toledo, dotando a éste de la espléndida fachada que hoy
contemplamos, y Alcalá de Henares. Construyó bajo la torre
la capilla de San Juan Bautista, encargando la obra a Covarrubias, con
objeto de ser enterrado en ella, aunque luego cambió de emplazamiento
eligiendo el presbiterio, frente al sepulcro del cardenal Mendoza, a lo
que accedió el cabildo. Tampoco sería éste el lugar
de su sepultura. En todas estas obras colaboró con él el
canónigo obrero don Diego López de Ayala.
La gran obra del cardenal Tavera en Toledo fue el hospital
de San Juan Bautista, conocido popularmente con el nombre de su fundador,
extramuros de la ciudad. Es el primer gran edificio del renacimiento clásico
que se constuye en Castilla, y en él se integra la gran capilla
funeraria del cardenal. Alonso de Covarrubias es el arquitecto encargado
de la dirección de las obras, que concluyeron muchos años
después de la muerte de Tavera.
Esta le sorprendió en Valladolid, donde celebraba
las exequias de la princesa María Manuela de Portugal, primera esposa
de Felipe II, fallecida al dar a luz al infante don Carlos. En su testamento
había constituido como heredero universal a su reciente fundación
del hospital de San Juan Bautista de Toledo, donde mandó enterrarse.
Mientras se terminaba su capilla funeraria el cuerpo fue depositado en
la iglesia mayor de Valladolid. Hoy sus restos reposan en el magnífico
mausoleo que realizó Alonso de Berruguete en mármol de Carrara
y que recuerda al del cardenal Cisneros.
El emperador Carlos V llegó a decir que sentía
más la muerte de Tavera que la de la propia reina, pues mujeres
había muchas y Tavera sólo uno.
Los Primados de Toledo
Diputación de Toledo y servicios de Publicaciones de
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha
Toledo 1993