Antisemitismo

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¡Alemanes! ¡Defendeos! ¡No compréis de los judíos!
Antisemitismo nazi, 1933.

El antisemitismo, en sentido amplio del término, hace referencia a la hostilidad hacia los judíos basada en una combinación de prejuicios de tipo religioso, racial, cultural y étnico.[1] En sentido restringido, el antisemitismo se refiere a la hostilidad hacia los judíos, definidos como una raza no como un grupo religioso, concepción moderna que habría surgido a mediados del siglo XIX como una derivación del racismo y del nacionalismo, diferenciándose así del "antisemitismo religioso" anterior que algunos historiadores prefieren llamar antijudaísmo,[2] y cuya expresión más desarrollada sería el antijudaísmo cristiano.

Aunque la etimología del término antisemitismo podría dar a entender que se trate de un prejuicio contra los pueblos semitas en general, el término se utiliza en forma exclusiva para referirse a la hostilidad contra los judíos. Con el fin de evitar confusiones en referencia a otros pueblos que hablan lenguas semíticas, algunos autores[3] prefieren el uso de términos equivalentes no ambiguos, como judeofobia o antijudío, reservando antisemitismo para su uso en referencias históricas a las ideologías antijudías de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. (wzo.org.il, La naturaleza de la judeofobia). Incluso hay autores, como el intelectual argentino-israelí Gustavo Perednik, que proponen reemplazar el término equívoco de "antisemitismo" por el más apropiado de judeofobia, acuñado por León Pinsker en 1882.

El antisemitismo puede manifestarse de muchas formas, desde el odio o discriminación individuales, los ataques de grupos nucleados con dicho propósito, o incluso la violencia policial o estatal.

El nacimiento del término "antisemitismo" en el siglo XIX[editar · editar código]

El adjetivo semítico fue acuñado por el orientalista alemán August Ludwig von Schlözer en el tomo VIII del Repertorium für biblische und morgenländische Literatur de J.G. Eichhorn publicado en 1781. Pero Schlözer no hace referencia a una raza —concepto que había aparecido cincuenta años antes por obra del francés Henri de Boulainvilliers que pretendía demostrar la superioridad de la "raza" franca o germánica sobre la raza galorromana— sino a un grupo de lenguas llamadas semíticas -el arameo, el hebreo y el árabe, entre otras—, que serían las que hablan los descendientes del hijo de Noé, Sem, padre de Abraham y antepasado de Eber —los hebreos—, así como de Yoqtan, antecesor de varios pueblos de Arabia. Este acepción de la palabra semítico fue usada en el siglo XIX, por otros lingüistas como el alemán Max Müller, catedrático en la Universidad de Oxford entre 1850 y 1876, que siguió distinguiendo dos tipos de lenguas: la semítica y la "aria", vocablo que utilizó en lugar del término indoeuropeo, que fue el que acabaría imponiéndose. Pero en ningún momento estos autores identificaron grupos lingüísticos con grupos étnicos o "razas".[4]

Wilhelm Marr, creador del término "antisemitismo"

Sin embargo, a mediados del siglo XIX se empieza a pasar del concepto lingüístico al racial, es decir, de la noción de lenguas semíticas al de "raza" semita opuesta a la "raza" indoeuropea o aria, todo ello ligado al nacimiento del racismo. Entre 1853 y 1855 el francés Arthur de Gobineau publica su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas que es el libro que inaugura el racismo —aunque Gobineau no era antisemita— y en 1855 el también francés Ernest Renan publica en París Histoire générale et système comparé des langues sémitiques, en el que afirma que los pueblos semitas son inferiores a los pueblos arios, por lo que aboga por depurar el cristianismo de todos sus elementos semíticos.[5] Así pues, semita se empezó a utilizar a mediados del siglo XIX para designar a los pueblos hablantes de las lenguas semíticas y sus realizaciones culturales. Pese a carecer de toda base étnica, y al igual que sucedió con el término ario, la voz semita se transfirió de su significado lingüístico original a un nuevo significado racial.

Primera página de 1893 del periódico antisemita francés La libre parole, fundado por Édouard Drumont, en el que aparece una caricatura sobre la "ambición judía" de dominar el mundo ("Su patria", se lee al pie), y en la que el judío está representado por unos supuestos rasgos "raciales" que lo definen e identifican, como la enorme nariz aguileña. Compárese con la representación medieval de dos judíos, que aparece en el apartado siguiente

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El término antisemitismo aparece poco después, en 1873, por obra del periodista alemán Wilhelm Marr. Lo utiliza para descalificar a los judíos, definidos como un grupo étnico, como una "raza", no como los seguidores de una determinada religión, por lo que para Marr y para todos los antisemitas posteriores los judíos seguían siendo judíos aunque se convirtieran al cristianismo, lo que diferenciaba el antisemitismo del antijudaísmo tradicional defendido por el cristianismo desde el sus comienzos —un judío convertido al cristianismo dejaba de ser judío y pasaba a ser cristiano—. Como han destacado muchos autores, recurrir a la palabra "antisemitismo" para designar el rechazo racial a los judíos "no deja de presentar una contradicción interna: el antisemitismo viene dirigido únicamente contra los judíos, cuando, en rigor, tan semitas son los árabes como los judíos".[6]

Marr desarrolló el nuevo concepto de antisemitismo en su libro publicado en 1879 Zwanglose Antisemitische Hefte (y Wilhelm Scherer empleó ese mismo año el término Antisemiten en Neue Freie Presse), aunque lo utilizó por primera vez en un panfleto antisemita que exhortaba a la hostilidad contra los judíos desprovisto de toda connotación religiosa. El panfleto de Marr, publicado en Berna, tuvo mucho éxito (doce ediciones en el mismo año) y fundaría unos meses después la Liga de los antisemitas (Antisemiten-Liga).

En 1886 se publica en Francia uno de los libros antisemitas de mayor impacto, La France juive, essai d'histoire contemporaine de Edouard Drumont, en el que se señala a la raza "inferior" de los judíos que pretende dominar a la "raza aria", como la responsable de todos los males que está padeciendo Francia y Occidente. Para dar mayor difusión a sus ideas antisemitas Drumont, ferviente católico, funda un periódico, La libre parole, que tendrá un especial protagonismo cuando estalle el caso Dreyfus en la década final del siglo XIX.[7]

En 1905 apareció el libelo antisemita más conocido Los protocolos de los sabios de Sion, elaborado por un agente de la policía zarista,[8] que influyó poderosamente en Mi lucha de Adolf Hitler, quien proponía una solución final al problema judío, la cual llevó al Holocausto, que tuvo lugar en la Alemania nazi cuando Hitler llegó al poder.

El nacimiento del antisemitismo como corriente de pensamiento moderno también está ligado a la eclosión de los nacionalismos en el siglo XIX europeo, que tuvieron como bandera común la idea "un pueblo, un Estado" y que está en el origen del concepto de Estado-nación. Al calor de esa idea se formaron diversos Estados europeos, surgidos del desmembramiento de los imperios o bien a través de la unificación de Estados con similar cultura y lengua, (como Italia y Alemania). Paralelamente a ese desarrollo nacionalista, y atravesándolo en muchas ocasiones, evolucionó el moderno antisemitismo, que en esencia consideraba a los judíos como pueblo apátrida, ajenos al cuerpo de la nación y enemigos potenciales de ésta.

Antijudaísmo y antisemitismo[editar · editar código]

Representación medieval de dos judíos alemanes, con los típicos sombreros que los identificaban, ya que era imposible distinguir por sus rasgos físicos a los judíos de los que no lo eran. Compárese con la caricatura del judío que aparece en el apartado anterior

Hay historiadores que restringen el uso del término antisemitismo a la Edad Contemporánea —cuando se inventó el racismo y el antisemitismo como un derivado suyo—. Para designar el odio y rechazo de los judíos de épocas anteriores proponen utilizar el término antijudaísmo. Es el caso del hispanista francés, Joseph Pérez, quien al referirse a la discriminación de los judíos desde los siglos IV y V d.C. y a lo largo de la Edad Media habla de "antijudaísmo, no antisemitismo". Su argumentación es la siguiente:[9]

En la Edad Media, los judíos han tenido mala prensa; se les ha perseguido, maltratado, discriminado, pero no porque pertenecieran a una raza maldita, en el sentido que la palabra raza cobrará andando el tiempo, sino porque siguen fieles al credo religioso considerado como incompatible con la religión dominante —el Islam o el cristianismo—; el día que un judío se convierte, deja de ser judío, por lo menos en la opinión de las autoridades y de las elites, no así entre las masas. [...] Lo que hubo en la Edad Media, en España, como en toda la cristiandad, no fue antisemitismo, sino antijudaísmo; un antijudaísmo constantemente reivindicado por la Iglesia católica desde los orígenes del cristianismo

Sin embargo, la hostilidad hacia los judeoconversos en los reinos ibéricos medievales —como lo demuestra la revuelta anticonversa de Toledo de 1449— y en la posterior Monarquía Hispánica —con la implantación de los estatutos de limpieza de sangre, para diferenciar a los cristianos nuevos de los cristianos viejos—, plantea dudas sobre la tajante separación entre antijudaísmo y antisemitismo, ya que en este caso la hostilidad y la discriminación hacia los judíos no se basaría en su identidad religiosa sino en una cierta identidad "racial". Joseph Pérez considera, por el contrario, que la discriminación de los "cristianos nuevos", con la creación de los estatutos de limpieza de sangre, no "se refería a supuestas características biológicas de los judíos; fue un concepto social y no racial: aludía al linaje, no a la raza; fue una reacción de plebeyos contra hidalgos, una especie de compensación ideológica: uno puede comprar la hidalguía si tiene dineros para ello, pero no puede comprar la limpieza [de sangre] que viene a ser, por lo tanto, una nobleza natural superior a la otra". Joseph Pérez recuerda que la palabra "sangre" en el siglo XVI es equivalente a linaje por lo que la expresión "pureza de sangre" (pureté de sang en Francia), equivaldría a la ausencia de herejía entre los ascendientes de una familia.[10]

Historia[editar · editar código]

El antisemitismo ha adoptado formas diversas a lo largo del tiempo (no siempre reconocidas como tal), muchas veces incongruentes entre sí:

Los judíos fueron acusados por los nacionalistas de ser generadores del comunismo; por los comunistas de regir el capitalismo. Si viven en países no judíos, son acusados de dobles lealtades; si viven en el país judío, de ser racistas. Cuando gastan su dinero, se les reprocha ser ostentosos; cuando no lo gastan, ser avaros. Son tildados de cosmopolitas sin raíces o de chauvinistas empedernidos. Si se asimilan al medio, se les acusa de quintacolumnistas, si no, de recluirse en sí mismos.

Gustavo Perednik, España descarrilada, 2005

El escritor Ernesto Sabato expresó lo mismo en otras palabras: «el judío es banquero y bolchevique, avaro y dispendioso, limitado a su gueto y metido en todas partes. [...] La judeofobia es de tal naturaleza que se alimenta de cualquier manera. El judío está en una situación tal que cualquier cosa que haga o diga servirá para avivar el resentimiento infundado.»[11]

Los especialistas suelen distinguir tres épocas claramente diferenciables en la historia del antisemitismo, que ha dado lugar a tres tipos de naturaleza bien distinta:

  • Antisemitismo religioso o antijudaísmo: el cristianismo, que comenzó como movimiento dentro del judaísmo, demonizó al judío a través de toda clase de libelos y fomentó durante siglos el odio antijudío por toda Europa. Además de la hostilidad religiosa, se produjeron las conversiones a la fuerza, que dieron lugar al fenómeno del marranismo. Las persecuciones normalmente tuvieron carácter local. Muchos judíos expulsados se instalaron en tierras del Islam, donde corrieron distinta suerte según lugares y épocas, desde la tolerancia legal como grupo social inferior (véase dhimmi) hasta eventuales persecuciones y matanzas, pero en general no sufrieron el acoso al que se vieron sometidos sus correligionarios europeos, ni se les obligó de forma directa a convertirse a la fe musulmana (aunque hay documentadas conversiones forzosas), si bien la situación de inferioridad y de indefensión eran una invitación a convertirse al Islam. En años recientes en una prestigiada universidad, un erudito del Nuevo Testamento hizo esta recomendación a sus alumnos: "La primera cosa que ustedes deben hacer para ser buenos cristianos es matar al judío que llevan dentro”. Una de las alumnas levantó la mano y preguntó, “¿Se refiere a Jesús?"[12]
  • Antisemitismo racial o antisemitismo (propiamente dicho): Esta es la forma más letal. A finales del siglo XIX, cuando los prejuicios religiosos comienzan a quedar desacreditados gracias al liberalismo y a las ideas de la Ilustración, surge en Alemania y después en Francia una nueva fase del antisemitismo –el antisemitismo por antonomasia–, esta vez vinculado a la noción de raza y a la construcción de las naciones, sin connotaciones religiosas, sino nacionalistas y racistas, y circunscrito principalmente a Europa. Tuvo su máxima expresión durante el nazismo.
  • Antisemitismo ideológico o neoantisemitismo: Tras conocerse el Holocausto y después del Concilio Vaticano II, el antisemitismo tradicional, basado en la raza o en la religión, prácticamente había desaparecido. Según algunos autores, surge entonces un nuevo antisemitismo,[13] que esta vez estaría asociado a la nueva izquierda postsesentayochista y al mundo islámico, y se centra en la legitimidad del Estado de Israel y del conflicto territorial en Oriente Medio. A juicio de los autores que propugnan el concepto, este nuevo antisemitismo «demoniza» el sionismo (al convertirlo en sinónimo de «colonialismo», «imperialismo», «supremacismo» y «racismo») y a «Israel» (como abstracción que encarna nuevamente el mal absoluto, el «judaísmo mundial» y lo «eterno judío»). Aunque no todo el antisionismo es antisemita, este concepto ha servido como refugio de un nuevo antisemitismo.

El antisemitismo contemporáneo o moderno[editar · editar código]

Caricatura antisemita austro-húngara de 1873

Con el término antisemitismo contemporáneo —también llamado antisemitismo moderno—, se hace referencia al antisemitismo surgido en la segunda mitad del siglo XIX en Europa y que presenta importantes novedades respecto al antijudaísmo cristiano de los siglos anteriores. La primera es que los judíos son considerados como los enemigos de todo el género humano —no sólo de Cristo y de su Iglesia, aunque esa percepción se mantiene— ya que, según los nuevos antisemitas, los judíos han puesto en marcha una gran conspiración mundial destinada a dominar a todos los pueblos de la tierra. La segunda es la propia definición del judío, que deja de ser identificado con un grupo religioso, para pasar a serlo de una "raza", aunque estos nuevos antisemitas no dejarán de recurrir a las viejas acusaciones contra los judíos —como profanadores de hostias o autores de crímenes rituales— propias de la tópica imagen diabólica medieval del judío que sigue viva en el antisemitismo contemporáneo.[14]

Según el historiador español Gonzalo Álvarez Chillida el nuevo antisemitismo se explica por el cambio de la posición de los judíos en el seno de las sociedades europeas occidentales tras las revoluciones liberales que pusieron fin a las discriminaciones legales que sufrían -sin embargo, en la Europa oriental, con Rusia a la cabeza, se mantuvieron-. Así "las viejas comunidades judías, discriminadas y encerradas en sus guetos" pasaron a ser comunidades florecientes y emancipadas cada vez más integradas en la sociedad gentil y con algunos de sus miembros experimentando un rápido ascenso social, como los banqueros Rothschild. Es precisamente este ascenso de los "antiguos parias del gueto" lo que provoca en gran medida la reacción antisemita de ciertos sectores. "En una época de crisis de las identidades tradicionales y construcción de las nuevas nacionales, se produjo el rechazo del judío advenedizo que deseaba integrarse, borrando las viejas barreras".[15]

En la elaboración del mito de la conspiración judía desempeñó un papel esencial la novela Coningsby (1844) de Benjamin Disraeli —el futuro primer ministro británico que era de origen judío pero desconocía la religión y la cultura hebreas— en la que se habla de la existencia de un gobierno mundial secreto de los judíos que controla a los gobiernos, domina las finanzas y maneja a su antojo a los socialistas y a los revolucionarios, y hasta a los jesuitas. Otro jalón en la construcción del mito fueron las actividades de la Alliance Israelite Universelle fundada por los judíos franceses para ayudar a los comunidades judías perseguidas o en dificultades, que alimentó la idea del judío cosmopolita sin patria que sólo se mueve en defensa de sus propios intereses y cuyo fin es dominar el país que lo acoge.[16]

En los años 70 y 80 del siglo XIX es cuando el antisemitismo contemporáneo se desarrolla en Alemania, Austria-Hungría, Rusia, Francia e Italia. En Alemania es donde adquiere un carácter más claramente racista, mientras que en el resto de los países predominó el de raíz cristiana. En Francia fue la publicación de la obra "La Francia judía" de Édouard Drumont la que impulsó el movimiento antisemita -el libro tuvo 145 ediciones en menos de dos años, y cincuenta más hasta 1914- que alcanzó su cenit en la última década del siglo con motivo del affaire Dreyfus.[17]

Formas de antisemitismo[editar · editar código]

Algunas de las formas más persistentes del antisemitismo tradicional se basan en estereotipos, calumnias y mitos que han perdurado durante siglos, y que todavía dejan rastro en el lenguaje, en la cultura y en frases hechas. Otras, como el mito del dominio mundial, son formulaciones más modernas y plenamente vigentes. A continuación se citan algunas de las formas de antisemitismo más conocidas:

Mito del deicidio[editar · editar código]

El deicidio –el asesinato de Dios– es el mito antisemita más antiguo y el más importante, hasta la irrupción del actual mito sobre la dominación mundial. Su base está en una interpretación trinitaria de Mateo 27:15-25. En este pasaje los habitantes de Jerusalén liderados por el sumo Sacerdote Caifás le exigen a Pilatos que condene a Jesucristo. Según la doctrina de la trinidad, el matar a Jesús equivaldría a matar a Dios mismo hecho carne. El mito del deicidio fue invocado por vez primera por Melitón, obispo de Sardes, hacia el año 150: «Dios ha sido asesinado, el Rey de Israel fue muerto por una mano israelita.» Durante siglos, esto fue repetido, generación tras generación y, aunque nunca fue doctrina oficial de la Iglesia, estaba tan arraigado en los sermones cristianos que el Concilio Vaticano II, en 1965, tuvo que ocuparse de ello. En su declaración Nostra Aetate dispuso que «no puede ser imputado indistintamente ni a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. No se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos». Gracias al concilio y a las tajantes intervenciones papales (tanto Juan XXIII como Juan Pablo II se opusieron activamente al tradicional antisemitismo), pero también a la pérdida de centralidad de las disputas religiosas en las sociedades occidentales, el mito del deicidio está en franca retirada.

La traición de Judas[editar · editar código]

Judas Iscariote ha pasado a la tradición cristiana posterior como el traidor por antonomasia. La animadversión popular hacia el personaje se expresa fielmente en la quema, apedreamiento o linchamiento ritual de numerosos muñecos llamados Judas en Carnaval, Semana Santa, año nuevo u otras fiestas populares en distintas celebraciones de España e Hispanoamérica. Esta animadversión hacia Judas, y también hacia los sacerdotes judíos que contrataron sus servicios, fue desviada para que contribuyera al antisemitismo, facilitando la formación de un estereotipo negativo sobre el pueblo judío. A ello ayudó la semejanza entre el nombre de persona Judas y la palabra judío, término que deriva del nombre del reino de Judá (del hebreo יְהוּדָה, Yehudá, hijo de Jacob). La generalización tuvo éxito a pesar de que evidentemente Judas no era el único judío entre los apóstoles, de que los demás apóstoles judíos no traicionaron a Jesús y de que el propio Jesús fue judío.

Leyendas antisemitas[editar · editar código]

Leyendas con carácter antisemita, difundidas en tradiciones occidentales. Entre las más conocidas están la leyenda del judío errante y las leyendas sobre Judas.

Libelo de sangre[editar · editar código]

Básicamente, consiste en la acusación de que los judíos asesinan a no judíos (en especial cristianos, o bien niños, tanto propios como ajenos) con el fin de utilizar su sangre en la Pascua o en otros rituales. Hubo cientos de libelos basados en esta creencia, con nuevas variantes que se iban incorporando a lo largo de los siglos. Una primera versión está documentada en 1182 en Zaragoza (España) y acabó incluyéndose en El Código de las siete partidas (1263): «Hemos oído decir que en ciertos lugares durante el Viernes Santo los judíos secuestran niños y los colocan burlonamente en la cruz.» No eran simples leyendas para entretener a la audiencia: esos mitos ejercieron de desencadenantes de numerosas persecuciones, ensañamientos y crímenes. Las expulsiones de judíos iban precedidas de un clima hostil creado mediante esta clase de libelos.

A pesar de sus variantes, todos los libelos de sangre siguen un esquema parecido:

  1. Se encontraba un cadáver (habitualmente un niño y cerca de la Pascua cristiana).
  2. Los judíos eran acusados de haberlo asesinado y de usar su sangre con fines rituales (por ejemplo, para amasar el pan ácimo de la Pascua hebrea).
  3. Los principales rabinos eran torturados hasta que confesaban el supuesto crimen.
  4. El resultado era la expulsión de toda la comunidad judía de esa comarca, o directamente su exterminio.

Este mito ha estado tan arraigado en la cultura religiosa española, que es muy fácil seguir su rastro a través de numerosas iglesias que homenajean a niños supuestamente víctimas de los judíos. La literatura ofrece también numerosas muestras: desde el El niño inocente de La Guardia, de Lope de Vega hasta La rosa de pasión de Gustavo Adolfo Bécquer, ambos sobre el santo niño mártir de La Guardia, el libelo de sangre que precedió a la expulsión de los judíos de 1492.

Otro mito relacionado con el libelo de sangre es el de la «profanación de la hostia», que consistía en acusar a los judíos de robar las hostias de la sacristía con el fin de «atormentarlas» y reeditar el sufrimiento de la pasión y el deicidio. Solía tener igualmente consecuencias nefastas para los judíos en forma de persecuciones y matanzas. Un ejemplo es la celebración en Segovia de una supuesta profanación en 1415 que, se dice, provocó un terremoto y que se saldó con la confiscación de la sinagoga y la ejecución de los rabinos.

Mito del domínio mundial[editar · editar código]

Edición alemana del El judío internacional de Henry Ford.

Ya en 1807 el canónigo jesuita de la Catedral de Notre-Dame, Agustín Barruel, alertó al gobierno francés acerca de un supuesto complot judío internacional «que transformaría iglesias en sinagogas». No obstante, la plasmación más conocida de este mito son Los protocolos de los sabios de Sion, un libelo escrito en 1902 que, pese a que se sabe falso de forma fehaciente, sigue siendo reeditado sin descanso, especialmente en los países árabes. Hay otras variantes muy extendidas del mito del dominio mundial, como son la «conspiración judeomasónica» (utilizada de forma recurrente por el régimen franquista) o la del «lobby judío» (la pretensión de que «los judíos» son un ente homogéneo que actúa coordinadamente a nivel mundial), esta última especialmente vigente entre la izquierda política y, en general, entre los partidarios de las teorías de la conspiración.[18]

Neoantisemitismo y controversias sobre el uso actual del término[editar · editar código]

En la actualidad, algunos críticos con las políticas del gobierno israelí denuncian que el término antisemitismo es a veces utilizado de forma impropia para tachar o deslegitimar a aquellos autores que critican las políticas de Israel. Esta es la opinión de autores como Alex Cokburn o el rabino David Saperstein (representante en Washington del Movimiento para la Reforma del Judaísmo),[19] entre otros:

Existen muchos argumentos, desde el punto de vista palestino, para considerar que Israel es de hecho un Estado terrorista. Aun así, si este no fuera el caso, tal aseveración no sería de por sí evidencia de antisemitismo. Únicamente si una pancarta dijese "Todos los judíos son terroristas", estaría Fox en lo correcto. El problema retórico es equiparar "Israel" o "el Estado de Israel" con "judíos", y argumentar que son sinónimos.

(Interferencia de la FOX): Criticar a Israel es ser antisemita.

Pero en base a esta declaracion, no lo son. Hay demasiados argumentos sonados, desde el punto de vista de Palestina;Israel es, de hecho, un estado terrorista.
A. Cokburn, véase artículo en The Free Press.

Son ejemplos de esta utilización del término el que la BBC haya sido acusada por el gobierno israelí de antisemitismo por el hecho de realizar un documental sobre un terrorista kamikaze,[20] o que el economista estadounidense Paul Krugman (premio Nobel de Economía) haya sido acusado también de antisemitismo por un artículo que escribió en el New York Times.[21] En él, Krugman opinaba que los líderes de países árabes eran arrastrados a mantener un discurso antiisraelí y antiestadounidense debido al hecho que las políticas de estos países alimentan estos sentimientos en los países árabes.[22] Esta opinión provocó una avalancha de críticas hacia el autor, entre las cuales la de antisemitismo.[23]

Sin embargo, otros autores consideran que, aunque antisemitismo y antisionismo son conceptualmente distintos, el antisionismo es la forma políticamente correcta que adopta a menudo el antisemitismo.[24]

El profesor Edward Kaplan, de la Universidad de Yale, con la colaboración de Charles Small, efectuaron un estudio estadístico titulado "Anti Israel Sentiment predicts Antisemitism in Europe: a statistical study" publicado en el Journal of Conflict Resolution, donde mostró que la crítica a Israel está muy relacionada con sentimientos antisemitas.[25] Según el estudio de Kaplan y Small, un 56% de quienes tienen un sentimiento extremo contra Israel también resultaron ser antisemitas.

Por su parte, los defensores de Israel aceptan generalmente como perfectamente legítima la crítica a las políticas de Israel, siempre que sean como las que se efectúan a cualquier otro gobierno; pero, cuando se trata de una postura antiisraelí extrema (como negar de forma más o menos explícita el derecho a la existencia de dicho Estado, tal y como hace el antisionismo), lo consideran con frecuencia una forma moderna de antisemitismo (o judeofobia), tal y como lo expone Gustavo Perednik:

Aun cuando desde un punto de vista estrictamente teórico se podría ser antisionista y no judeofóbico, el antisionismo propone acciones que llevarían a la muerte de millones de judíos. Por ello en el mundo las dos expresiones de odio [a Israel y a los judíos] están íntimamente entrelazadas, como muchas veces revelan sus propios voceros.

Gustavo Perednik[26]

Según Pilar Rahola, la crítica legítima a Israel que se acompaña de ciertas expresiones (banalización del Holocausto, minimización del terrorismo palestino, etc.), puede desembocar en antisemitismo.[27]

Debe recordarse, sin embargo, que también hay judíos antisionistas,[28] [29] [30] como es el caso de los Neturei Karta y otros grupos ultraortodoxos religiosos así como judíos seculares de izquierda.[31] Contrariamente, también existen sionistas que no son judíos como es el caso de los cristianos sionistas, musulmanes sionistas, etc.

Referencias[editar · editar código]

  1. «antisemita», Diccionario de la lengua española (22.ª edición), Real Academia Española, 2001, http://lema.rae.es/drae/?val=antisemita 
  2. Pérez, Joseph (2009). pp. 84-87. 
  3. Por ejemplo, Pierre-André Taguieff, en La nueva judeofobia, obra citada en la bibliografía.
  4. Pérez, Joseph (2009). pp. 84-85. 
  5. Pérez, Joseph (2009). pp. 85. 
  6. Pérez, Joseph (2009). pp. 85-86. 
  7. Pérez, Joseph (2009). pp. 294. 
  8. Pérez, Joseph (2009). pp. 295. 
  9. Pérez, Joseph (2009). pp. 84; 85-87. 
  10. Pérez, Joseph (2009). pp. 87. 
  11. Ernesto Sabato, «Judíos y antisemitas», revista Comentario nº 39, IJACI, Buenos Aires, página 8.
  12. Young,, Brad H. (2012). Jesus, The Jewish Theologician.. Hendrickson Publishers, Inc.. pp. XXI y XXII. 
  13. http://www.gees.org/articulo/2236/38
  14. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002). pp. 172-173. 
  15. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002). pp. 172-174; 178. «La nueva sociedad facilitaba el ascenso social mediante los negocios y el estudio, para los que la población judía estaba mejor preparada que la generalidad de los cristianos. Tenían un modo de vida urbano y ligado al comercio. Los contactos exteriores les facilitaban el comercio internacional, y los judíos ricos del siglo XVIII tenían toda su fortuna en disposición de ser invertida, ya que no poseían tierras. La religión judía entrenaba en la virtud de la disciplina, importante en la vida laboral y en los negocios, universalizaba la educación escrita y habituaba al pensamiento racional. [...] La vida de la diáspora les hacía más adaptables a todos los cambios de la modernidad. También les había habituado a comparar culturas y a argumentar para defenderse, fomentando el espíritu crítico. Finalmente, el afán de integración les conducía a esforzarse para superarse y destacar, para demostrar que no eran parias ni inferiores» 
  16. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002). pp. 177; 173. 
  17. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002). pp. 185. 
  18. Véase por ejemplo Horacio Vázquez-Rial, La izquierda reaccionaria, Barcelona, Ediciones B, 2003; Pierre-André Taguieff, en La nueva judeofobia, obra citada; "La raíces de izquierda y el antisemitismo de izquierda", de Jaime Naifleisch o "¿Es antisemita la izquierda española?", Ángel López. También Martín Alonso Álvarez, en Doce de septiembre. La guerra civil occidental, Madrid, Gota a Gota, 2006, dedica un capítulo 3 al "Antisemitismo y la demonización de Israel" y otro más a la teoría de la conspiración analizando el ensayo de Thierry Meyssan sobre el atentado del 11-S y la supuesta participación de "agencias israelíes" y el "lobby judío".
  19. Ver artículo
  20. Ver artículo en The Guardian.
  21. Ver artículo en el New York Times.
  22. Ver artículo.
  23. Ver artículo
  24. ¿Es antisemita la izquierda española?
  25. Anti Israel Sentiment predicts Antisemitism in Europe: a statistical study, Edward Kaplan y Charles Small.
  26. ¿Es antisemita la izquierda española?, LD, 29 de mayo de 2007.
  27. Paginatres-01
  28. http://www.ijsn.net/home/
  29. http://www.jewsnotzionists.org/
  30. http://www.nkusa.org/
  31. http://www.zcommunications.org/is-anti-semitism-an-issue-for-the-left-by-judy-rebick

Bibliografía[editar · editar código]

Véase también[editar · editar código]

Enlaces externos[editar · editar código]