Extremoduro

El hombre salvaje que iba por libre ha conseguido lo que muchos anhelan: el éxito gracias a su talento. Por Darío Manrique y Lino Portela
Por - 08 de marzo de 2014
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Quizá no haya caso más extraño en el rock español. Esquivo con la prensa –lo que ha agrandado su leyenda– y desabrido con las normas de la industria musical, Robe Iniesta, de 50 años, se ha convertido, haciendo siempre lo que le ha salido “de los cojones”, como él confiesa, en un gigante.  
La historia de Extremoduro es su historia. El grupo nace en el verano de 1987 y Robe consigue grabar su primera maqueta haciendo crowdfunding mucho antes de que se inventara tal palabro: la vendía por anticipado con vales de 1.000 pesetas (6 euros). Desintoxicado ya entonces de las drogas duras, compuso canciones como Jesucristo García –un himno atemporal con referencias a la heroína– o Extremaydura, una jota nuclear y arrabalera. Se incluyeron en su primer disco Tú en tu casa, nosotros en la hoguera (1989), predecesor de Somos unos animales (1991). Así eran sus conciertos: salvajes e imprevisibles. Había noches buenas y otras en las que… en fin, Robe podía abandonar el escenario sin razón aparente. Y formaba parte del juego.
Poco queda de aquel Robe de la primera época, un genial pero asilvestrado potro desbocado que escupía canciones de amor y droga con una poesía salvaje y callejera: de preso común con la inspiración desatada. Y lejos queda la llamada “trilogía del caos”, formada por discos de nota como Deltoya (1992), ¿Dónde están mis amigos? (1993) y el extraño Pedrá (1995), con una sola canción de media hora. Robe vive el éxito y también los excesos, en lo musical y en lo personal.  
Todo cambió en 1996. Robe conoce a la que es ahora su mano derecha Iñaki Antón, exguitarrista de Platero y Tú, y echa el freno. Aparece entonces su obra maestra y la que convierte a Extremo en masivos: Agila (‘espabila’ en castúo, el dialecto extremeño), grabado en sesiones nocturnas en Granada, donde Robe acababa de comprar una casa. “Hasta entonces, había sido un ‘aquí te pillo aquí te mato”, ha declarado nuestro protagonista recientemente. “Pero el grupo empezó a funcionar”. Robe también. Se cansa de las drogas y de su propia imagen de tirado.
Se marcha de Granada e Iñaki se lo lleva al País Vasco, donde Robe sigue viviendo. Nacen discos como Canciones prohibidas (1998), Yo, minoría absoluta (2002), e, incluso, su primera novela El viaje íntimo de la locura, que se cuela sin permiso en los primeros puestos de la lista de los más leídos de 2003.
Pero de pronto saltaron las alarmas. La inspiración se esfumó y Robe no compuso una canción en seis años. “No sé qué botón tocar”, dijo en su momento. “Y me jode”. Esperó con paciencia y algo de intranquilidad, pero en 2008 volvió a ocurrir. Publica La ley innata (2008), que contiene apasionadas, adultas e incisivas canciones. Como siempre, pero distintas. Igual que las de Material defectuoso (2011), su último disco hasta la fecha. Y no hay por qué preocuparse, tras una pequeña, pero multitudinaria gira, ya está en marcha el nuevo disco de Extremoduro. Esperemos entonces que, por fin, nos conceda una entrevista, que para este reportaje ha vuelto a escabullirse.

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