"Libertad y subsidiariedad"

Señor director:

La columna de Ernesto Aguila publicada en su diario titulada “Libertad y subsidiariedad” incurre en la falacia del “espantapájaros”, porque identifica el principio de subsidiariedad con su interpretación liberal. Si bien buena parte de lo que sostiene es cierto (el paulatino reemplazo de la escuela pública por la privada, por ejemplo), da la impresión de que el autor sólo conoce la visión liberal del principio. En todo caso, tal visión es la predominante en el país, porque si bien el principio de subsidiariedad tiene orígenes en las enseñanzas sociales del cristianismo, es la filosofía política liberal la que lo interpretó de un modo muy particular y logró enquistarlo durante las últimas décadas.

Como consecuencia, en cierto punto es válida la pregunta de Aguila y todos los estatistas: ¿por qué el Estado tiene que financiar cualquier proyecto privado? ¿Debe financiar a un sostenedor que se le ocurra educar inspirado en el nazismo? ¿Debe recibir fondos públicos una escuela que enseñe que los padres son una lacra de la cual hay que liberarse?

Si se quiere devolver el sentido real al principio (subsidium, ayuda real del Estado hacia los particulares), se debe precisar el concepto de libertad y, consiguientemente, el alcance de algunas expresiones, como qué se entiende por “diversidad de proyectos educativos”. La diversidad, para la interpretación real del principio, no es un valor en sí mismo, sino un instrumento al servicio de la educación integral. Es mejor, en ese caso, hablar de proyectos educativos que sean coherentes con las preferencias y opciones de los padres, que son los primeros y preferentes educadores de los niños.

Luis Robert Valdés