No se trata todavía de una “Tercera Intifada palestina”, pero sí estamos ante una escalada de violencia –con epicentro en Jerusalén, pero que ya comienza a extenderse hacia otras partes – que daría la impresión de haber llegado para seguir por mucho tiempo más. Y esperamos estar equivocados en esta apreciación.
Se habla de amenazas de misiles nuevamente desde Gaza, pero también desde Siria o Líbano, como señal de identificación con los disturbios y atentados terroristas palestinos, e Israel lo toma muy en serio. A punto tal, que este martes se emplazaron baterías del sistema defensivo Escudo de Hierro en el norte el país.
Por las dudas, Israel probó el mismo día el “Escudo de hierro marítimo”, el Barak 8; un misil destinado a proteger las refinerías y el puerto de Haifa y las plataformas petroleras mediterráneas de los misiles de Irán y/o Jizbalá desde el Líbano. Toda una señal, con prueba exitosa, por si las moscas.
Esta especie de “Intifada” no organizada, de individuos que por su cuenta tiran piedras contra el tren de Jerusalén, cócteles molotov contra la Policía israelí o atropellan a personas que esperan en las paradas de buses o ferroviarias, le resulta cómoda a Abu Mazen. Por el momento.
Abu Mazen sigue como si nada, porque todo lo que está ocurriendo no es una zona que él controla. Es en los lugares que controlan los israelíes. A la larga, daría la impresión que Abu Mazen espera que toda esta ola de violencia termine jugando a su favor a la hora en que deba sentarse nuevamente en la mesa de negociaciones. Jugar a su favor significa obtener mejores réditos en futuras negociaciones; más barrios de Jerusalén, más renunciamientos territoriales de los israelíes.
Por supuesto que todo ello no va a suceder mientras en Israel continúe esta coalición de Gobierno, y al parecer –por lo que indican las encuestas- menos con el próximo; en el que ya algunos dan a Liberman o más aún a Bennett como el futuro premier tras los próximos comicios. Un escenario de pesadilla también para la mayoría de los israelíes, pero al parecer no para todos.
Ahora bien, con esta postura Abu Mazen corre un serio riesgo, y es que la bola de nieve que fue lanzada ya hace tiempo por Hamás y el Movimiento Islámico de Israel, liderado por el Sheij Raed Salaj, se le venga encima también a él. Porque los medios de prensa árabes no dejan de hablar de que la zona santa musulmana de Jerusalén está en peligro.
Tanta campaña han hecho durante años de que la mezquita de Al Aqsa estaba en peligro de ser destruida por los israelíes (la gran teoría conspirativa y base de inspiración de Raed Salaj), que ahora con los sucesos de las últimas semanas y los ministros de la derecha israelí llamando a rezar allí a los judíos, estas alucinaciones integristas se alimentan a más no poder.
Porque esta bola de nieve puede cambiar radicalmente de temperatura y se puede convertir en una gran llamarada que encienda a todo el mundo islámico. Que sobrepase totalmente al conflicto entre israelíes y palestinos, arrastrando también a Abu Mazen a lugares a los que no desearía arribar.
Toda esta incitación a la violencia del Islam militante, en la que abrevan los extremistas regionales para incentivarla (Hamás, el Movimiento Islámico de Israel, Jizbalá -el Partido de Dios libanés- e Irán, principalmente) es el gran indicador de que vayamos a tener una ola de violencia que va para largo.
Y lo que empieza de este modo se sabe cómo está lanzándose, pero no en lo que puede llegar a terminar. Vale para Jerusalén, y para mucho más allá de la Ciudad Santa. Por más bloques de cemento que se instalen en las paradas de buses y trenes para evitar a los autos chocadores que atropellan adrede a transeúntes desprevenidos.