¿Las buenas voluntades de todos los hombres remplazan las investigaciones teológicas?

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“La verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas.” Sabias palabras de la Declaración Dignitatis Humanae, del Concilio Vaticano II. ¿Y qué es la teología sino la búsqueda y la explicitación de la verdad divina? En efecto, la reflexión teológica reaviva la fe, pues aquella verdad que es ofrecida por la Revelación sobrepasa las capacidades de conocimiento del hombre, pero no se opone a su razón. Una teología que no se funde en la especulación y en los estudios no existe. Por eso la vocación del teólogo es suscitada por el Espíritu Santo y su función es lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura, inspirada y transmitida por la Tradición viva de la Iglesia. No pueden los teólogos presentar una reflexión teológica que contradiga estos elementos. Por esta razón, su discurso acerca de la unidad de los cristianos y del ecumenismo no debe ser distinto de lo que enseña la Santa Iglesia, como ya hemos visto en otras materias y ahora recordaremos. Tampoco el Papa, cabeza visible del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, puede ser “uno más” entre los pastores de sectas protestantes… Veamos lo que nos dice el Magisterio de siempre→

Si no existen sectas… ¿Todo es Iglesia?

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A camino de Damasco Saulo no pensaba más que en perseguir a los seguidores del Mesías. Su odio por aquel al que llamaban Cristo no se limitaba a despreciarlo, sino que necesitaba alimentarse de hechos positivos que contribuyeran a eliminar de Israel lo que le parecía el peor de los desvíos nascidos del judaísmo. En su afán, pocas horas después de su partida desde Jerusalén, él, el último que podría imaginarse, “loco” de amor por el crucificado, pasa a creer y a predicar a favor del mismo al que antes perseguía.

Los años pasaron y todo pasó al revés: ahora Pablo, sin tregua, necesitaba defender la sana doctrina de los múltiples errores que pululaban en el seno de la primitiva Iglesia según el capricho de algunos. De esta forma, mereció Pablo el epíteto de Apóstol de las gentes, no solo por predicar la palabra de Dios a los gentíos, sino también por defenderla entre ellos contra los errores que ya levantaban la cabeza desvergonzadamente. Contra las sectas de su tiempo explicitó la doctrina del cuerpo místico de Cristo. Un solo rebaño, un solo pastor, una sola Iglesia Esposa de Jesucristo. Entra en el Denzinger-Bergoglio y te sorprenderás →

La autodenominada “arzobispo de Uppsala”, “querida hermana”: ¿Hasta dónde puede llegar el diálogo ecuménico?

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“Un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16)… No fue otro el deseo de Cristo al dejar a los Apóstoles el mandato de “evangelizar a toda criatura” (Mc 16, 15). Sin embargo, a lo largo de la historia, se desgarraron algunas ovejas de su rebaño y, “separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades” (Unitatis redintegratio, n. 3), rasgaron la unidad de la túnica inconsútil de Cristo. La Iglesia Católica ―universal y necesaria para la salvación―, a ejemplo del Buen Pastor, no deja de acoger a las ovejas que quieren volver a la unidad de su redil, dialogando con ellas. ¿Pero, puede en este diálogo la Iglesia dejar de ser ella misma y ocultar su doctrina y la identidad de su fe a los cristianos separados, en nombre de un mal entendido ecumenismo? ¿Airear sin sonrojarse cordiales relaciones con quien ostenta el pseudosacerdocio femenino de algunas confesiones cristianas es verdadero ecumenismo o un sincretismo manifiestamente peligroso para la fe? ¿No sería como mínimo una inconveniente indiferencia en relación al episcopado católico hablar de “promover la unidad en las diócesis, parroquias y comunidades en todo el mundo”, equiparándolo tendenciosamente a un pseudoepiscopado femenino? Recordemos un poco la enseñanza católica acerca de estos temas. Entrar en el Denzinger-Bergoglio