El año pasado nevaba, pero este Argentina vive una inusual ola de calor en pleno invierno, con temperaturas cercanas a los 30 grados en ciudades como Buenos Aires, Catamarca y Corrientes.
Hoy fueron muchos los que se lanzaron a plazas, parques y hasta playas para aprovechar el poco habitual "veranito" que tomó por sorpresa a un país que el año pasado sufrió uno de los inviernos más fríos de las últimas décadas.
En Buenos Aires la temperatura llegó ayer a 28,6 grados Celsius, y para mañana pronostican 30. En Mendoza corre zonda y el termómetro pasó los 22 grados, aunque a partir de mañana la temperatura empezará a bajar, aunque no demasiado.
El mes de julio de 2008 "estará seguramente entre los 20 más cálidos del invierno austral en Argentina de acuerdo a la temperatura media", dice Liliana Núñez, pronosticadora del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
Núñez atribuyó a "la variabilidad típica de la atmósfera" que el calor se produzca al año siguiente de uno de los inviernos más fríos, con una histórica nevada el 9 de julio en Buenos Aires, algo que no ocurría en 89 años.
No obstante, estimó que "este episodio aislado, con cuatro o cinco días de temperaturas elevadas en julio, no puede relacionarse con el cambio climático".
"Son situaciones que se dan cada tanto, cuando hay predominio de cielos despejados, gran radiación y persistencias de vientos", explicó. La especialista dijo que desde que el SMN empezó la medición de temperaturas en 1906, los registros superaron el nivel alcanzado el martes en cuatro oportunidades.
El 29 y 31 de julio de 1979 la temperatura llegó a 30,2 y 29,5 grados Celsius, respectivamente, mientras que el 28 y el 29 de julio de 1997 alcanzó 29,3 y 29,4 grados Celsius. En Mendoza, un día como hoy, llegaron a hacer 33 grados.
Se definen como una comunidad heterogénea que en Mendoza aumenta día a día con el crecimiento de la banda ancha y las ofertas tecnológicas. Es un fenómeno mundial y cultural que en nuestro país se maneja con reglas propias.
El escritor colombiano estudió en una escuela del Opus Dei y estuvo un año en uno de los “cuarteles” de la obra fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer. De su paso recuerda castigos físicos y presión psicológica.