El nombre de este monasterio franciscano, construido alrededor de un manantial en una pendiente boscosa al sur de Jerusalén, recuerda las correrías infantiles de Juan el Bautista en esta región. Nacido cerca de allí, en Ein Karem, según la tradición, Lucas nos dice que Juan “crecía y se fortalecía en el espíritu. Y vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel” (1:80).
Las palabras de Lucas adquieren aquí un nuevo significado, en un paisaje verde que en condiciones normales no llamaríamos "desierto". Una fuente de agua cristalina viene desde un antiguo canal hasta un estanque rodeado de plantas que necesitan mucha agua, sobre una cueva antes habitada por monjes que buscaban soledad. Sin embargo, uno de los términos con que se denominaba en la Biblia a las tierras no cultivadas era "midbar", a menudo traducido como "desierto" pero que en realidad significaba zona de pastos. Juan, que buscaba la pureza en entornos como éste, sin duda habría conocido estos montes como la palma de su mano, lo que hace de este paraje un lugar excelente para el estudio de las Escrituras al aire libre.