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Viernes 29 de enero de 2016

El 'delfín' que conducirá la revolución bolivariana

Lideró la cruzada antiimperialista de Chávez en la Cancillería. Su reto, mantener unido al chavismo.

El 'delfín' que conducirá la revolución bolivariana

A los 24 años de edad, Nicolás Maduro Moros se paseaba por las calles de La Habana acompañado por otros militantes de organizaciones de izquierda en América del Sur que se mudaron a Cuba en 1986, para asistir a un curso de un año en la Escuela Nacional de Cuadros Julio Antonio Mella, un centro de formación política regentado por la Unión de Jóvenes Comunistas.

Maduro fue enviado a la isla por la Liga Socialista, una organización de corte marxista-leninista y maoísta que formaba a sus militantes de base en ideología, historia política de América Latina y análisis de la lucha revolucionaria en “el primer territorio donde la libertad le cagó la cara al imperialismo”, tal como Maduro le escribió a Israel Silva Guarnizo, compañero de clases, en una dedicatoria al reverso de una foto durante su estancia común en Cuba.

“Dormíamos en habitaciones compartidas de la escuela y reflexionábamos sobre el pasado y el futuro del continente. No recibimos ningún entrenamiento militar, aquello era puro pensamiento político. Nicolás era muy analítico y enriquecía el debate”, declara Silva, vía telefónica, desde la asociación de cooperativas que dirige en el Huila (Colombia).

Para entonces, Maduro acumulaba casi una década de activismo político. El exalcalde metropolitano Juan Barreto cuenta que lo introdujo en las filas de la Liga Socialista cuando se conocieron en el liceo José Ávalos, en El Valle.

“Nicolás simpatizaba con el movimiento Ruptura (fundado por Douglas Bravo) y lo convencí para que se uniera a la Liga. Como era muy alto, lo poníamos de ‘campanero’ para que nos avisara si llegaba la policía cuando protestábamos contra el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Nos caían a peinillazos y nos encerraban en los calabozos de la Disip”.

Maduro creció en la calle 14 de Los Jardines de El Valle junto a tres hermanas y sus padres. Es hijo de Nicolás Maduro García, descendiente de una familia de judíos sefaradíes migrados de Curazao y oriundos de Falcón, donde falleció en un accidente de tránsito el 22 de abril de 1989. Su madre es Teresa de Jesús Moros, que nació en Cúcuta el primero de junio de 1929, como consta en la Registraduría Nacional de Colombia.

El hoy presidente de Venezuela nació el 23 de noviembre de 1962. En su juventud, tocó la guitarra y el bajo en una banda de rock adolescente llamada ‘Enigma’.

La experiencia sindical

Maduro ingresa a la nómina del Metro de Caracas en 1991, con 29 años de edad. Hizo el curso de tres meses que impartían en la época para los choferes de metrobús y en seis meses estaba incorporado a la rotación de conductores que cubrían las rutas superficiales que ofrecía la compañía en esa época.

Un año después, Maduro participó en las insurrecciones militares contra Carlos Andrés Pérez. Barreto recuerda habérselo topado en la madrugada del 27 de noviembre de 1992: “Tenía que encontrarme con un contacto en la calle 12 de Los Jardines de El Valle, para recibir unas armas y municiones. A las 3:30 a.m. llegó un carro amarillo, le hice luces y de pronto se bajó una persona larga y flaca. Ahí descubrí que era Nicolás. Fue una gran alegría”.

Maduro conoció a Chávez personalmente en la cárcel de Yare, de la mano de su amigo el exdiputado Ángel Rodríguez, quien integró al anillo de seguridad del teniente coronel como escolta desde su presidio en el Cuartel San Carlos.
En 1994, Maduro se incorporó a la junta directiva del Sindicato de Trabajadores del Metro de Caracas (Sitrameca), como secretario de Deportes, el rango más bajo en el cuerpo de representantes de los empleados. Purgado por luchas internas del sindicato, fue expulsado en menos de un año y no alcanzó a participar en la negociación del contrato colectivo que se aprobó en 1995.

Sus viejos compañeros de faena niegan que haya sido un reposero y justifican que faltara al trabajo porque “ya estaba haciendo la revolución en la calle”. Lo recuerdan como orador en el hotel El Conde, localizado en el centro de Caracas, y solían bromear con que era imposible esconder su metro noventa de estatura de la Disip.

El periodista Vladimir Villegas conoce a Maduro desde la adolescencia, y afirma haberlo encontrado en las celdas de la policía política en varias oportunidades a mediados de los 90, perseguido por organizar a la militancia de base del MBR-200 en los barrios de Caracas.

En 1996, Maduro impulsó la fundación de un gremio paralelo a Sitrameca llamado Sindicato Unitario de Trabajadores del Metro (Asumetro), con el cargo de secretario de organización, iniciativa que logró el respaldo de 504 trabajadores asesorados por la abogada Cilia Flores, su esposa y hoy primera dama de Venezuela.

Ascenso revolucionario

Su proximidad a Chávez lo desvía de la ruta sindical y lo empuja a la arena legislativa, donde fue electo constituyente y diputado, cargos para los que fue elegido en 1999 y 2000, hasta llegar a la Presidencia de la Asamblea Nacional en el 2005.

Ernesto Alvarenga, quien fue jefe de fracción del MVR, considera que Maduro destacaba más como un operador eficiente que recibía órdenes de Chávez sin chistar, que por ostentar un liderazgo propio. “Es disciplinado y tiene convicción de luchador, pero siempre mantuvo el perfil de un subordinado”.

La ruptura con el miquilenismo promovió el ascenso del círculo civil que cultivó la relación con Chávez en Yare, especialmente de la pareja Maduro-Flores. Amalia Sáez, diputada del oficialismo por el estado Lara durante ocho años y hoy alcaldesa de Barquisimeto, opina que esa dupla fue vital para garantizar la estabilidad durante el primer quinquenio de Chávez, antes de que la oposición quedara excluida de la Asamblea Nacional (AN) por no participar en los comicios legislativos de 2005.

“Nicolás y Cilia supieron interpretar las decisiones políticas gruesas de Chávez y consiguieron votaciones mayoritarias para aprobar créditos y respaldar leyes habilitantes, que resultaron indispensables para el comandante. Sin ese acompañamiento era imposible que la revolución avanzara”, dice Sáez.

En agosto de 2006, Chávez nombra como canciller a Maduro, en reemplazo del veterano Alí Rodríguez. La desprofesionalización del servicio exterior y la “cubanización” del Ministerio de Relaciones Exteriores encabezan la lista de críticas que hacen los diplomáticos de carrera a la gestión de Maduro en la Casa Amarilla.

El periodista Villegas fue viceministro para Asia, Oriente Próximo y Oceanía bajo la tutela de Maduro y renunció al cargo en 2007 por criticar la reforma constitucional. “Chávez tomó la decisión política de debilitar la carrera diplomática. Maduro sólo recibía instrucciones y las ejecutaba”. Atribuye varias victorias a Maduro que lo impulsaron a convertirse en el elegido de Chávez para sucederlo: “Instrumentó la diversificación de la política exterior al concretar acuerdos con socios no tradicionales como China y Rusia, y promovió la fundación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba). Además de tener carisma y liderazgo, le demostró a Chávez que podía encabezar proyectos de alcance internacional”.

Consultado sobre el salto de Maduro a la vicepresidencia, a la conducción interina de Miraflores y, ahora, a la presidencia, un colaborador cercano que habla bajo condición de anonimato se muestra menos benévolo. “Chávez lo dejó al mando porque nunca cuestionó sus decisiones y aguantó un ritmo de trabajo muy duro. Ahora que el comandante no está, sabremos quién es”.

Juan Barreto advierte que su reto inmediato es mantener la unión del chavismo y no duda que puede lograrlo: “La gente se va a sorprender, Nicolás sabrá meterse a este país en el bolsillo”.

VALENTINA OROPEZA
El Nacional (Venezuela)
voropeza@el-nacional.com

 

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