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El 7 de Mayo Bolívar sale de Bogotá. No puede regresar a Venezuela,
incluso teme por el Gobierno de Páez le incauté las minas de Aroa, hacienda
de sus padres. Por ahora su destino es la costa. Quiere descansar un poco
para reponer su quebrantada salud. Si mejora y le conceden el sueldo el ex Presidente se residencia en Europa. En Cartagena recibe una noticia que le
acelera el corazón. El Mariscal Sucre ha sido asesinado traidoramente.
Bolívar no encuentra palabras ni lagrimas para tanto dolor. Llora como un
niño y se ve en este crimen una cruel venganza de sus enemigos. Los
asesinos sabían muy bien que Sucre era el sucesor legítimo de Bolívar, el
único que todavía podía restaurar la unidad Gran Colombiano. Mientras tanto
el gobierno del Presidente Mosquera se hunde. Cada soldado se hace
General y todos se creen con derecho a sublevarse. A los 3 meses le sucede
el Vice - Presidente Caicedo. Apenas toma el mando le sustituye una
insurrección militar. Urdaneta se alza con el poder pero decide que vuelva
Bolívar. Es el único que aún puede unir y evitar la Guerra. El Libertador
escucha a los emisarios. Le duele el caos total. Tengo la obligación de salvar
a la patria como cualquier soldado. Ofrezco por los sacrificios de que soy
capaz. Pero no veo todavía que mi regreso aplaque a los revoltosos. No
puedo aceptar otra vez la Presidencia sin el consentimiento de unas
elecciones. En los últimos meses de su vida Bolívar fue tan humano como
nunca lo había sido. Bolívar siempre cuerdo, siempre lúcido, siempre atento
al desarrollo de la patria que el fundó. Le duele tener que proclamar ¡”He
Arado en el Mar"...! Le duelen las columnas de quienes el honró. Le duele la
falta de piedad y cariño de quienes creyó podrían ahora amarle o al menos
respetarle. Le duele morir huérfano de amor después de haber dado integra
su vida por la igualdad, la libertad y la justicia en América.
El 8 de mayo de 1830, Bolívar partió de Bogotá acompañado de un grupo de
amigos y políticos con solo 17 mil pesos, producto de la venta de su vajilla
de plata, sus alhajas y sus caballos. El vicepresidente de Colombia Domingo
Caicedo le envió a Bolívar su pasaporte, pues éste tenía la intención de
volver a Europa. En junio llegó a Cartagena, donde los lugareños le
animaron a seguir luchando, mientras que en Bogotá continuaba la campaña
en su contra. El 1 de julio el general Mariano Montilla le informó al Libertador
del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, noticia que desmoronó
tremendamente a Bolívar. A fines del mes vio publicada en la prensa la
resolución del Congreso venezolano de romper relaciones con Colombia
mientras el Libertador permaneciera en suelo colombiano. El agravio devoró
la salud de Bolívar y sus seguidores le convencieron a no partir de
Colombia.
Bolívar llegó a Santa Marta en estado de postración el 1 de
diciembre de 1830, tras una penosa travesía por el río Magdalena desde
Bogotá. A pesar del buen clima y las atenciones recibidas, su salud empeoró
a los pocos días, teniendo algunos momentos de lucidez que le permitieron
dictar su testamento y su Última proclama
La enfermedad está bastante avanzada, los medios le envían a Santa Marta y
llega a la Hacienda San Pedro Alejandrino y su dueño le ofrece la casa."Reciba
usted por esta generosidad, las gracias más expresivas de mi parte. ... yo pienso
seguir por allá y desde luego hoy acepto seguir por allá y desde luego hoy acepto
la oferta de usted, aunque sea por unos pocos días" .El médico que asiste a
Bolívar el Dr. Reverend, escribe a principios de Diciembre. "El enfermo disimula
los padecimientos, pues sólo ha algunos quejidos. Se le nota un sensible
entorpecimiento de sus facultades mentales".
La última proclama.
El 10 de diciembre de 1830 es el día de la última proclama del Libertador,
dictada desde su lecho de moribundo. Firmó el testamento y recibió los Santos
Sacramentos de manos del humilde cura de la aldea de Mamatoco, quien llegó en
la noche con sus acólitos y varios indígenas.
Luego, rodeado de sus más íntimos amigos, como José Laurencio Silva,
Mariano Montilla, Joaquín de Mier, Ujueta, Fernando Bolívar, etc., el notario
Catalino Noguera empezó a leer el histórico documento, pero apenas llegó a la
mitad, porque la emoción y el dolor le ahogaron la voz. Continuó la lectura Manuel
Recuero. La última Proclama dice así:
A los pueblos de Colombia:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes
la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi
tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi
desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que
me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis
perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la
manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la
consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la
Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía;
los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares
empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte
contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo
al sepulcro.
Muerte de Bolívar.
El 17 de diciembre de 1830, en la Quinta «San Pedro Alejandrino»,
cerca de Santa Marta (Colombia), dejó de existir el Genio de la
Libertad, el más Grande Hombre de América. A la 1 en punto de la
tarde, «murió el sol de Colombia», Simón Bolívar. Había recibido de
manos del Cura de la aldea de Mamatoco los Santos Sacramentos.
Después de haber dado libertad a tantos millones de suramericanos,
Bolívar se halla en su último instante muy solo. Apenas le rodean
Mariano Montilla, Fernando Bolívar, José Laurencio Silva, Portocarrero,
el edecán Wilson, Ibarra, Cruz Paredes, José María Carreño...
El médico de cabecera Alejandro Próspero Reverend, viendo que
llegaba el momento supremo los llamó y les dijo: «Señores, si queréis
presenciar los últimos momentos y postrer aliento del Libertador, ya es
tiempo». Pero, indudablemente, Bolívar continúa vivo en el corazón de
los pueblos, en las ideas que parecen escritas para nuestros días, en las
acciones que son permanente ejemplo para todos aquellos que sienten
de verdad lo que es una patria redimida. El Sol de Colombia sigue
brillando.
Bolívar lo vivió. Destituido de todos sus cargos por la oligarquía gran
colombiana asesinado, antes, su noble amigo el mariscal Sucre que
ganara en los Andes, en 1824, la última batalla de la Independencia y es
necesario decir que nunca se supo quién le preparó la emboscada de la
muerte, fue abandonado, Bolívar, a su suerte. Camino de su destierro a
Venezuela, sublevada ya ante su posible llegada porque iba precedido
de la apelación de dictador, Bolívar no tuvo a su lado nada más que un
grupo de amigos: contados con los dedos.
Enfermo, le curaba el médico francés Alejandro Prospero Reverend.
Arribado a la ciudad costeña de Santa Marta, el Libertador no encontró
techo de recepción nada más que en la casa de un español: Joaquín de
Mier. Ya próximo a la muerte se refugió en la Quinta de San Pedro
Alejandrino. Esta mansión pertenecía, también, al mismo español. En
San Pedro Alejandrino pronunció aquella invocación a la ironía:
"Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los más insignes majaderos
de este mundo".
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