Calixto Leicea Castillo
EL AMISTOSO CHIQUITROMPE
“Para comprender en toda su inmensidad
la obra musical de ciertos autores,
hay que escucharla varias veces
y formar con ella
una especie de intimidad mental”.
Rubén Darío.
Cuando se tiene 10 años, la consideramos una época feliz, propia para el juego y el ensueño. Pero si a esta edad tan tierna, uno se queda huérfano de madre, el acontecimiento sin ninguna duda, se cataloga no inferior a una catástrofe. Esto le sucedió a nuestro biografiado maestro. Pero la vida, inexorable, habría de proseguir su marcha. Para la manutención de su familia, su padre prosiguió en su trabajo cotidiano, encargándole la vigilancia de sus otros cinco pequeños hermanos. Calixto era el mayor de todos. Fue así como el destino lo graduó de experto en culinaria, lavado de ropa y baño de niños. Su escolaridad, por las mismas razones, le fue medianamente esquiva.
Pero la Providencia quiso, no obstante estas desfavorables circunstancias, que Calixto brujulara en su juventud todas sus vehemencias hacia la música. Embarcó en ella y embargó su futuro. Durante el decurso de sus años juveniles, hizo parte de varios grupos musicales. De ellos los más sobresalientes fueron: La Banda Musical de la ciudad de Matanzas dirigida por Lino Hernández, El Septeto Segundo Nacional, el Sexteto Munamar y el Sexteto de la talentosa María Teresa Vera. Como se observa, los géneros de la música de entonces, sones, danzones y danzonetes, eran interpretados por elencos de seis y siete musicantes. Calixto fue puliendo esa unión de pulmones, labios y dedos, para aquerenciarse sonando la trompeta. Ella sería su leal y eterna compañera. La niña de sus ojos.
El destino, como siempre lo había soñado, lo recompensó. El jueves 18 de abril de 1935 fue requerido desde la capital La Habana, por el respetado Valentín Cané, fundador y director del grupo de su ciudad, que había cultivado la atención y el aplauso de toda la comarca. Ese elenco yumurino se estaba posicionando en la capital, batiéndose en franca competencia musical con otras muchas agrupaciones. Ismael Goberna, el músico que sonaba el cornetín, dejó vacante su puesto por cuestiones de salud y se había regresado a su natal Matanzas. Aquel elenco que gateaba sus pasitos en el camino de la gloria, lo acogió con cariño por su origen y antecedentes. Así fue su ingreso a la inmarcesible Sonora Matancera. El destino le había cercenado sus relaciones fraternas. Pero ahora le retornaba su madre..., musical por el resto de su existencia. ¡Ni lo imaginaba!
“La Sonora trae un tono
la Sonora trae un tono
para ti, para ti, para ti.
Date cuenta pueblo, fíjate en ella
Date cuenta pueblo, fíjate en ella
la Sonora te reclama es un deber.
Traigo un tono que no me puedo aguantar
traigo un tono que no me puedo aguantar
traigo un tono que no me puedo aguantar
traigo un tono que no me puedo aguantar
traigo un tono que no me puedo aguantar.
traigo un tono que no me puedo aguantar
Que no me puedo aguantar
que no me puedo aguantar
traigo un tono que no me puedo aguantar
cuando la Sonora toca
qué manera de apretar
traigo un tono que no puedo aguantar
pero mira Moralinda yo me voy a guarachar
traigo un tono que no me puedo aguantar.
Ahí viene la Sonora arrollando como es
arrollando como es
arrollando como es
ahí viene la Sonora arrollando como es
ay cuánto ritmo bullicioso arrollando como es
ahí viene la Sonora arrollando como es
arrollando como es
arrollando como es
ahí viene la Sonora
arrollando como es.
Traigo un tono que no me puedo aguantar”.
Calixto Leicea y Héctor Ramírez
Esta composición del maestro que se llama Traigo un tono, se convirtió en el himno de presentación y despedida del elenco yumurino en sus actuaciones por todos los escenarios del mundo.
De 1935 a 1996, es decir, en sus 61 años de actividad musical con la Sonora Matancera, Calixto utilizó nueve trompetas. Unas se averiaron, pero la mayoría se extravió. En unas festividades caraqueñas en 1978, cuando se hubo terminado una de las tandas musicales de la Matancera, el público clamoroso, le pedía a gritos a Alfredo Chocolate Armenteros, otro de sus colegas en los pitos (como cariñosamente le dicen ellos a las trompetas), que les lanzara su instrumento, en señal de camaradería. Pues bien. Chocolate, ni corto ni perezoso, los complació. Pero en lugar de arrojar la suya, la del Chiquitrompe, arrebatándosela, la arrojó al público, que victoreó con escándalo. En aprietos se vieron los organizadores para procurarle otra trompeta al pequeño gran Calixto, y así poder continuar con el espectáculo. Y de contera, en esa misma noche, cuando los músicos ingresaban a las instalaciones del hotel, Calixto al tropezar en unas escalas, dio varias volteretas dramáticas. Diagnóstico de Rayos X : Fractura doble de tibia derecha. Con amargura y dolor, señaló:
--“Si hubiera estado borracho, no me habría pasado nada. Porque Dios cuida a sus borrachitos”. Su convalecencia lo acorraló en su casa durante cuatro prolongados y tediosos meses, privándolo de muchas actuaciones con sus compañeros del alma. Por ello, aquella gira venezolana fue para Leicea de ingrata recordación .
Según su concepto, Celso Vega, el músico boricua, ha sido el mejor trompetista del Caribe en el acompañamiento de la música. A mediados de la década del cuarenta, fue su gran amigo epistolar. Celso con su quinteto, ambientaba para la Cadena de las Américas (unión de NBC y CBS) los programas musicales que llegaban a amortiguar en algo, las vicisitudes de los soldados americanos que participaban en la segunda guerra mundial. Con los mismos objetivos y escalonándose, estuvieron con él durante tres años, muchas luminarias continentales de la canción: Bing Crosby, Frank Sinatra, Toña La Negra, Pedro Vargas, Juan Arvizu, Néstor Mesta Chayres, Eva Garza, Yayo El Indio (quien era el cantante de su grupo), Johnny Rodríguez y muchos más. Luego de finiquitado el conflicto guerrerista, Celso con su agrupación se dirigió a Cuba y trabajó en la capitalina RHC Cadena Azul, de Amado El Guajiro Trinidad, y de Cristóbal Díaz González (tío de Cristóbal Díaz Ayala, el máximo coleccionista e investigador de la música cubana, resi
dente hoy en Puerto Rico). Calixto entonces, se conoció con su par, abroquelando entrambos una amistad sincera, que sólo terminó con la muerte prematura del boricua. Su compungido corazón, por la muerte súbita de su esposa, no logró resistir a su vivaz recuerdo, y en acto desesperado, Celso Vega prefirió colgarse abruptamente de una escalera. Trágico final.
La guarachera de Cuba, Celia Caridad Cruz Alfonso, le grabó a Calixto en 1965, una página compuesta en ritmo de gua-son (guaracha y son), que inicialmente la había escrito para la interpretación de Vicentico Valdés: Traigo para ti. En Cuba, con su esposa original, Ernestina Suárez, procreó 11 hijos. Ellos permanecieron en la isla, cuando el destino deparó que Calixto con la Matancera, de por vida se exiliara en el resto del mundo, luego del 15 de julio de 1960. Doña Ernestina, sin ahondar por lo desconocido de sus comprensiones musicales, en 1949 compuso dos guarachas para que la Sonora se las grabara con la voz de Bienvenido Granda, El Bigote que Canta. Así aparecieron en el sello Ansonia: Tumba y quinto y Lo de moda.
En el Nueva York de 1965, Calixto se conoció sentimentalmente con otra dama cubana, que fungiría como su compañera durante una prolongada etapa de su vida. Olga era su nombre. Ella lo había saludado en varias oportunidades durante 1955, época feliz, cuando de la mano de la fama, la Matancera se movilizaba por las calles habaneras, en aquel coche Antique extralargo, modelo 1952, de color verde y caoba. Coche archifamoso en que acudían a sus actuaciones en Radio Progreso y las presentaciones en vivo, los integrantes de la flamante Sonora Matancera.
--“Yo vivía cerca de la oficina de la Sonora en La Habana. Ellos parecían unos reyes”, declararía en una entrevista, doña Olga. Después, el devenir de sus vidas se cruzó, esta vez en La Ciudad de los Rascacielos, cuando con ocasión de un cumpleaños de Calixto, una amiga de ambos, los relacionó nuevamente. El 3 de octubre de 1967, Calixto contrajo segundas nupcias con doña Olga en un juzgado de Nueva York. Para ella, también fue su segundo connubio. En su primer matrimonio había procreado tres hijos. Desde esa fecha, la pareja de Calixto y Olga, viviría unida en el mismo apartamento testigo de sus querencias y sus desvelos. También testimonió el final de sus vidas.
En 1981, con ocasión de una gira colombiana de la Sonora, tuve la cercanía por primera vez del gran músico matancero. Luego de la respectiva actuación en el Coliseo Cubierto de nuestra ciudad, los asociados del Club Social y Cultural Sonora Matancera de Antioquia, nos fuimos con nuestros ídolos a tertuliar a la sede del club. Y allí durante toda aquella noche tuve al maestro Calixto sentado en mi mesa, compartiendo anécdotas al calor contagioso de los ritmos matanceros y del Ron Habana Club. A las cinco de la mañana, sobrio aún, luego de voltear su copa boca abajo y poner graciosamente la palma de su mano derecha sobre ella, significando que, “ya no más”, ordenó que todos los músicos, incluyendo a Caíto, buscaran el hotel. Sin duda ninguna, dijo, ya estaría Rogelio Martínez, el director, esperándolos en el hall para viajar al aeropuerto. Viajaban a las 8:00 A.M., con rumbo de regreso a Nueva York. Ecaravanados con los asociados del club, los despedimos en el antiguo Aeropuerto Olaya Herrera, exhibiendo con e
uforia en el muelle de los adioses, nuestra pancarta tradicional de bienvenida.
Doña Olga lo acompañó hasta 1997. En cierta mañana se levantó encaminándose a la ducha. Al salir de ella un traspiés traicionero, hizo que su cabeza golpeara el reborde de la tina y de manera inmediata y definitiva, perdió el conocimiento. Tenía una fractura craneana. En unas pocas horas más, se cumplió su partida de este mundo de mortales. ¿Qué fue de la vida del maestro Calixto después? La Sonora Matancera estaba casi inactiva. Su pervivir modesto lo siguió en su apartamento del Bronx de Nueva York. Tenía muchos sobrinos. Pero fue el gobierno de los Estados Unidos, que desde hacía 20 años le subvencionaba una pensión, el encargado de su protección. Las leyes de ese país, son especiales en el amparo de las personas de la edad madura. Dos turnos de enfermeras pagadas por el tesoro público, lo cuidaban día y noche. No estaba postrado ni padecía perturbaciones mentales.
– “Mi torre de control todavía se mantiene muy alerta”, me respondía ameno, en las diversas llamadas telefónicas que sostuvimos.
Durante los tres años, de 1994 al 1996, cuando yo escribía la primera edición de la Historia de la Sonora Matancera y sus Estrellas, como lo manifesté a su debido tiempo, el maestro Calixto Leicea fue mi asesor de cabecera en las muchas entrevistas telefónicas que le realicé. Después y en tres oportunidades, tuve la felicidad de platicarle en su apartamento durante amenas y prolijas tertulias.
Cuando compuso el bello bolero, Amé una vez, que lo grabó Daniel Santos con la Sonora, puso toda su imaginación en el retorno sublime al amor de madre, cuando se sufre la decepción del amor mundano. Me comentaba, que se lo dedicó a la memoria de su madre luego de emborrachar un desengaño amoroso.
Amé una vez
una vez en mi vida,
supe querer
querer con toda el alma,
pero después
de haber pasado el tiempo
me surgió una decepción.
Aborrecí lo que yo tanto quise
y me olvidé
de aquel cariño santo,
cómo después
de haber querido tanto,
no sé cómo sucedió.
Cómo pude olvidar
casi llegué hasta odiar
lo que yo tanto amé.
Amé una vez
jamás lo haré en mi vida,
quise con fe
tuve una preferida,
a una mujer
que era mi consentida
y partió mi corazón.
Para dejar constancia del recuerdo materno que pervivió siempre durante toda su vida, hacia 1947 con ocasión de su cumpleaños número 38, compuso la legendaria página ¿Señor por qué? Muy pronto fue acogida por el insigne músico puertorriqueño Mario Hernández, quien lo grabó con su Sexteto Borinquen y con la voz de su coterráneo, el no menos famoso Davilita. También a su progenitora le compuso la pagina Hilos de plata, cantado por Bienvenido Granda hacia 1946 para el cubanísimo sello Panart. Nunca se ha logrado recuperar este número, extraviado imperdonablemente en el silencio del olvido.
En Caracas, en 1971, a un periodista le confió el origen del tema Nadie quiere ser culpable, pregonado por la voz del Flaco de Oro, Celio González. Resultó que en la Matanzas de su juventud, comenzó a cortejar a una muchacha. Todo iba bien al parecer... Pero de un momento a otro, el abdomen de la joven, empezó a crecer sospechosa y paulatinamente. Los hermanos de su admirada, lo buscaron para que se responsabilizara de la situación que se presumía. Calixto, al saberse ajeno de cualquier responsabilidad, conminó a los hermanos para que le hiciesen un riguroso interrogatorio a la damita, para que todos se enteraran del nombre del verdadero y futuro padre. No fuera, sostengo yo, que adelantándose a nuestro Nobel García Márquez, sucediera la situación narrada en la Crónica de una muerte anunciada. Desde luego que su reputación quedó intacta. Así sucedió y por ello la letra del bolero reza de esta manera:
Nadie,
pero nadie nadie,
quiere ser culpable
de tu desventura.
Nadie,
quiere hacerse reo
de ese jugueteo
con tu corazón.
Pienso,
que si no la debo
a nadie le temo
por tus travesuras.
Debo,
decírtelo ahora
pronto sin demora
y sin preocupación.
Si no soy culpable
de todas las cosas
que dice la gente,
si soy inocente
si yo no sé nada
de lo que pasó.
Solo,
como soy conciente
tengo el alma limpia
sin temor a nada.
Digo,
que no soy culpable
que soy inocente
lo juro ante Dios.
Después de 1975, por asuntos de longevidad, permitió que Raymond González, lo sucediera como la primera trompeta en la formación de la Matancera, que desde entonces se apropió de tres trompetas. Calixto, humildemente pasó a ser la tercera. A veces en actuaciones en vivo, y en la interpretación del grupo del magnífico bolero Todo me gusta de ti, original del trompetista dominicano Cuto Estévez, Calixto daba tres pasos adelante en el proscenio y con su solo de trompeta hacía recordar que aún estaba allí, vivito y tocando. Don Rogelio, el director, con acopio de entusiasmo, lo premiaba al solicitarle al público un fuerte aplauso.
El Gallego, como los músicos nombraban al director Rogelio Martínez Díaz, le inspiró otra de sus páginas. Durante las presentaciones en vivo, Rogelio se situaba con su guitarra silente en la parte delantera del escenario. Muy a menudo se volteaba a escrutar los instrumentistas con su mirada inquisitiva, para corroborar que lo estaban haciendo bien. Y ¿por qué no? Para ratificarles su dirección musical. Este gesto iterativo, inspiró a Leicea y de su imaginación parió el tema Hay vistas que tumban cocos. Es fácil comprender, que el director nunca supo que este número estaba dedicado a él. No lo hubiese grabado. Gocemos con la letra que dice así:
Hay vistas que tumban cocos
y la tuya no es muy buena
tu mirada no es serena
siempre mira como un loco.
Si me mira me equivoco
tu vista sí tumba cocos
cambia la vista
¡mira pa allá!
En su grabación se recrean las voces de Bienvenido y Caíto.
Otro extravío de una de sus coruscantes trompetas utilizadas, ocurrió durante una gira en 1980, por la tierra alemana. En una actuación en un exclusivo cabaret de Munich se dieron cita para aplaudirlos, las colonias latinas, entreveradas con los germanos. Cuando estaba achispado el ambiente, y era media noche, la Matancera interpretó Humo, la guaracha que tiene exultantes intervenciones de las trompetas, con marcados registros altos. A los alemanes les pareció aquello supremamente emocionante. Y tornaron su extraviada cadencia tropical, por saltos extravagantes:
“Parecían unos micos saltando” —me apuntaba el buen Calixto. En esta zarabanda inédita, los instrumentistas de la Matancera, cuando les llegó el descanso, se retiraron al sitio reservado para ello. Allí dieron rienda suelta a comentarios gozosos, porque sinceramente en ninguna parte del mundo les había tocado presenciar, que su música fuera festejada con aquellos brincos de antología. Carcajearon un rato de buena gana. Cuando los llamaron para iniciar una nueva tanda musical, Calixto con desconcierto, comprobó que su trompeta había desaparecido. Otra vez, luego de este desaguisado, los empresarios tuvieron sus apuros para conseguirle rápidamente otro instrumento.
En su cuerpo menudo, una paciencia infinita encontró refugio. Era circunspecto pero jovial. Indulgente. No era músico de conservatorio, pero germinó su talento en su trasegar por el mundo, que le prodigó mil satisfacciones. En dos ocasiones cuando le indagué, cuál cantante para su gusto había sido el mejor con la Sonora Matancera, me respondía con un mutismo. Era su gestualidad socorrida. No le satisfacía traicionar a los otros, señalando exclusivamente a uno. Para comprobarlo, otra vez que le reiteré la pregunta, me respondió como centella: --“Todos”.
Durante otra conversación le pregunté:
Maestro, ¿qué significa la Sonora Matancera para usted?
Es mi madre. La Matancera reemplazó a mi mamá que perdí tan chico.— respondió convincentemente.
Ella con mi juguete preferido, me lo han dado todo en la vida.—complementaba.
Maestro y ¿cuál es su juguete preferido?
Está claro. Mi querida trompeta.
Se nos ha ido la primera trompeta de la Sonora Matancera, el gran Chiquitrompe (el chiquito de la trompeta) para enfilarse en la línea de pitos del Coro Matancero Celestial. Allí le respeta y le está guardando el otro lugar a Pedro Knight, esposo de Celia Cruz, quien no quiso, porque creo que sí pudo, acompañarlo en su funeral. Lo esperaron dos días y no apareció. Es
comprensible que con su compañerismo en el instrumento matancero durante 23 años, era conducente que estuviese en la despedida, como guardia del féretro de su colega y amigo.
Aquí en la tierra, su voz de escasos decibeles y su estatura física, desde luego eran irrelevantes, pero su talante humano y su talento musical, lo improntará para siempre entre la fanaticada matancera. Su legendaria bonhomía la trasladó al cielo. Sin duda ninguna, no lo olvidaremos con facilidad.
Maestro, que en el paraíso prometido y por usted encontrado, lo cobije la paz eterna.
COMPOSICIONES DE CALIXTO LEICEA
GRABADAS POR LA SONORA MATANCERA
1. Amé una vez. Daniel Santos
2. Amor inútil. Willy Rodríguez
3. Corazón sin fe. Bienvenido Granda.
4. Charanga con twist. Willy Rodríguez.
5. Déjame el rincón. Justo Betancur.
6. Después que pasas. Bienvenido Granda.
7. Echa pa allá chico. Bienvenido Granda.
8. Espera un rato más. Bienvenido Granda.
9. Gózala bailando. Humberto Cané.
10. Hay vistas que tumban cocos. Bienvenido Granda.
11. Hilos de plata. Bienvenido Granda.
12. Las muchachitas del chachachá. Bienvenido Granda.
13. La rumbantela. Caíto.
14. La rumbantela. Jorge Maldonado.
15. Lo de moda. Bienvenido Granda.
16. Nadie quiere ser culpable. Celio González.
17. No se lo diga a papá. Celio González.
18. Pa congrí. Bienvenido Granda.
19. Porque te quiero. Celio González.
20. Rumbambaramba. Caíto.
21. Rumba en la calle. Caíto, Bienvenido y Rogelio.
22. Rumba para parejas. Celia Cruz.
23. Rumba quiero gozar. Celia Cruz.
24. Se formó el rumbón. Miguelito Valdés.
25. Se formó la Rumbantela. Caíto, Bienvenido y Rogelio.
26. Traigo para ti. Celia Cruz.
27. Traigo un tono. Bienvenido, Rogelio y Caíto.
28. Vamos a ver la rueda. Bienvenido Granda.
29. Vámonos de fiesta. Celio González.
Por: Héctor Ramírez Bedoya
Presidente de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia.
Medellín, Colombia.
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