¿Conoces la historia de "La Bikina", bella canción mexicana?

 
Tonatiuh Muñoz Aguilar

Todos hemos escuchado "La Bikina", esa canción popular mexicana compuesta por Rubén Fuentes en 1964 que se saben de memoria todos los mariachis y que hace unos años se volvió a poner de moda gracias a la interpretación de Luis Miguel.

 

“La Bikina” es una de las canciones más hermosas del folclor mexicano y además de ser poseedora de una composición musical increíble, está basada en una misteriosa leyenda de la época de Los Cristeros, aquella etapa de la historia moderna mexicana en la que el Estado se agarró a balazos contra el sector más radical de la Iglesia Católica.

 

Aunque el mismo Rubén Fuentes ha explicado que tomó el nombre "La Bikina" de un paseo en la playa en el que su hijo le dijo que las mujeres que usaban bikini deberían llamarse "bikinas", casi todos coinciden en que esta es la musicalización de la misteriosa leyenda, inspirada en la triste vida de una mujer que se salió de monja.

 

Corría la segunda mitad de los años veinte del siglo pasado, cuando en un convento de Jalisco, las fuerzas de Plutarco Elías Calles irrumpieron y cargaron contra las religiosas. Como se ha escrito, en aquellos días las tensiones entre la Iglesia y el gobierno eran fuertes y este último utilizó su brazo armado para hacer entrar en cintura a todos los padrecitos que querían seguir teniendo injerencia en la vida política de México.

 

Lamentablemente, muchas monjas y sacerdotes inocentes que no se unieron a las filas de los cristeros resultaron afectados, es el caso de la madre superiora de ese convento, quien cayó muerta bajo las balas del Ejército Mexicano, así como "La Bikina", una religiosa de singular belleza que había sido entregada desde muy niña a los brazos de la Iglesia porque fue abandonada por sus padres en un bosque.

 

“La Bikina” fue violada por un coronel, quien se la llevó a su casa deslumbrado por su sobrenatural belleza y acostumbrado como soldado a tomar para sí lo que mejor le viniera en gana. Se dice que la monja, arrancada de un solo golpe de su vida de oración y recogimiento estuvo varios días en cama, padeciendo los horrores de su cambio de vida y masticando un odio inmenso contra aquel bandido que la había tomado por la fuerza.

 

Perdido por el amor que le profesaba a “La Bikina” y desesperado porque ésta no lo correspondía,  sino por el contrario, lo odiaba y se negaba a dirigirle palabra alguna, el coronel del Ejército salió un día para nunca regresar, probablemente cayendo muerto bajo las balas de los cristeros. A partir de entonces, la exmonja se dedicó a efectuar labores del hogar en casas ricas donde le pagaban.

 

El tiempo fue pasando y “La Bikina” nunca perdió su belleza. Contrariamente se volvía más y más guapa a medida que los años transcurrían y el misterio de su actitud la hacía más bella. Con pocos hablaba la señora —de la que nadie sabía el origen de su apodo —y a todo aquel que se atrevía a cortejarla le respondía fuertemente que ella siempre se había dado a respetar, que nunca había dado motivos para ser tratada de esa manera.

 

En el fondo, dicen las malas lenguas, “La Bikina” quedó enamorada de su coronel, quien la arrancó sin previo aviso de su mundo infantil y la llevó a conocer la pasión: "altanera, preciosa y orgullosa, no permite la quieran consolar", dice la canción de Rubén Fuentes, "dicen que alguien ya vino y se fue. Dicen que pasa las noches llorando por él".