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CARAS Y CARETAS / GUSTAVO PINTO
Pinta de cuco
Hoy jugará en Boca tras una extraña experiencia en China: "Los chicos de allá me veían tan distinto que lloraban y abrazaban a sus padres".

 
  Pablo Vicente. pvicente@ole.com.ar (3'20'')
 
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El Chavo jugó 62 partidos en Boca.
 
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A rregló su contrato con el Shandong de China cuando todavía no se había definido quién sería el director técnico de Boca en el 2003 y el 2 de enero partió rumbo a lo desconocido. Regresó mucho antes de lo esperado. Porque allá querían a un enganche y también porque el Virrey lo tenía en sus planes. En sus pocos días en China vivió experiencias insólitas que aquí relata. Antes de las historias, una reflexión de Gustavo Pinto: "Si sabía que volvía Carlos Bianchi, no me iba ni loco. Pero la experiencia me sirvió para crecer y también para valorar lo que uno tiene en un club como Boca".

La ciudad: "Yo llegué a Pekín y al toque me fui para Shandong, la capital de la provincia de Jinan, que tiene 70.000.000 de habitantes. Hay chinos por todos lados y la verdad que no es muy linda. Pero ahí estuve muy poquito, porque a los tres días me fui para Kumin, donde el equipo estaba haciendo la pretemporada en un predio como el de Ezeiza, donde trabajan todos los planteles juntos. Esa ciudad mucho no la pude conocer porque estuvimos todo el tiempo concentrados. Sólo tuve un mediodía libre".

El clima: "Al principio me costó mucho acostumbrarme a todo. Al horario, a sus costumbres, al idioma... Y encima, el clima. En Jinan hacía ocho grados bajo cero, pero me dijeron que Kumin era más cálida y entonces no me preocupé. Hasta que llegué a Kumin, donde en realidad la temperatura no pasaba los cuatro grados".

La comida: "Comer fue una lucha hasta el último día. Todo era muy aceitoso, como si hicieran el pollo con la piel. Algunas carnes se podían comer y otras picaban terriblemente. Después de probar varias cosas, preferí quedarme con el arroz, que venía con unos huevos medio fritos. Pero como después en la práctica tenía una acidez bárbara y no paraba de repetirlo, suspendí los huevos y esas carnes fritas. Los últimos 15 días sólo comí arroz. Una vez me decidí a probar una ensalada que tenía algo rojo, tipo tomate, pero cuando la probé me di cuenta de que era de sandía, mayonesa, lechuga, kiwi y brócoli. Incomible. Llegué a estar casi seis kilos abajo de mi peso. Encima, comíamos a las seis de la tarde, y a las diez me agarraba un hambre bárbaro... Ahí me castigaba con mate y galletitas. Eso era casi una bendición".

Los entrenamientos: "Para que les hicieran contrato, los chinos tenían que pasar una prueba física. Así que todos corrimos dos meses como locos. El primer día hicimos pasadas de 400 metros. Encima, la ciudad tiene 2.000 metros de altura. Se me salía el corazón por la boca... Y prácticas de fútbol o con pelota casi no hubo. Lo que pasaba era que, cada vez que armaban un partido, al rato había que suspenderlo porque los chinos se mataban a patadas. No era de mala leche, sino por falta de distancia. A veces, el técnico (el ruso Valeri Nepomniastchi, DT de Camerún en el Mundial 90) no me ponía para que no me lastimaran".

El tiempo libre: "No tuve demasiado tiempo para pasear ni para recorrer, ya que sólo conté con una mañana libre. Aproveché un par de veces para ir a los shoppings, pero ahí me deprimía más todavía. Los nenitos me veían tan distinto que se ponían a llorar y se iban a abrazar a los padres. Me daban ganas de decirles: ''Nene, soy normal''. Al final, a los shoppings no fui más. Prefería escuchar cumbia en la pieza..."

El traductor: "Mientras estuve concentrado, tenía un intérprete que sabía español y con los compañeros me entendía con señas. Bah, lo único que me decían era ''Moreno, amigo'', porque se acordaban del Negro (NdeR: el Chango jugó allí en el 2002). Además me hice amigo de un jugador francés, Nicolas Ouedec, que hablaba castellano, y luego cayeron Hernán Pagés y Mario Saccone. Pero cuando me volvía, a Pekín me acompañó uno que sólo hablaba algo de inglés. La única palabra que entendía era ''pizza''. Así que estuve dos días comiendo en Pizza Hut".

La vuelta: "Me dijeron que en realidad necesitaban un enganche y que el convenio con Boca les permitía cambiar de jugador. Así que no me hice muchos problemas. A pesar de que ya estaba bastante acostumbrado, me volví inmediatamente. Hice Pekín, Kuala Lumpur, Johanesburgo, Ciudad del Cabo y Buenos Aires. Y acá me esperaban con un asado gigante".

La Copa: "Ahora estoy un kilo abajo y recuperando fútbol. Me siento bien, con muchas ganas de jugar. Y que Carlos (Bianchi) me haya puesto en la lista de la Copa fue una gran alegría. Ahora quiero pelear todo con Boca. Y quedarme acá por mucho tiempo".

El chino, el cuco... Perdón, el Chavo Pinto ya está en casa.