Miguelito Valdés
Por: Sergio Santana Archbold
Para los que someramente reconocen su voz, Miguelito Valdés fue apenas una referencia en la música cubana. Para la posteridad, para los degustadores de la música cubana, en cambio, es una de las figuras más brillantes de la historia del son, de la rumba, del bolero, del canto afro... Su influencia fue decisiva sobre Benny Moré, Cascarita, Tito Rodríguez y muchos otros. Su enfoque sin limitaciones de lo que debía ser la melodía, la armonía y el ritmo así como su técnica vocal percusiva, siguen siendo apreciadas mientras su voz da vueltas y vueltas en reproductores divulgando la sabrosura, el entusiasmo y la energía que le dieron amplia ventaja sobre cualquier otra figura en su género e idioma.
En el centenario de su nacimiento hoy recordamos a Miguelito Valdés por su entrega absoluta y sincera en escenarios, por su influencia, por sus grabaciones y películas, porque fue único... el mito sigue creciendo.
A Belén le toca ahora
Con su pinta de boxeador
Como si en la vieja Cuba faltaran los nombres, fue bautizado con cinco nombres: Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés y Hernández, y registrado como nacido el 6 de septiembre de 1912 -algunos autores aseguran que su nacimiento se dio en 1910 y otros en 1916- en una humilde casa del Callejón de Velazco, ubicado en la calle Fundición entre Picota y San Isidro, en el populoso barrio Belén, en pleno corazón de La Habana Vieja. Su padre Emilio, nacido en España, llegó a Cuba con el antecedente de haber sido Coronel de la Armada Imperial. Su madre, Norberta América Valdés Torres, venía de Yucatán, México, con finos rasgos mayas. Como frecuentemente se cree, su apellido no está relacionado con la legendaria Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana, descendencia de algunos músicos cubanos de apellido Valdés.
La Casa de Beneficencia inició en 1705, llamada entonces “Casa Cuna”, bajo el auspicio del obispo de la diócesis habanera Fray Jerónimo Valdés, quien no solo dio bienes y entusiasmos a la obra, sino que también bautizó y dio su nombre a todos los niños desheredados y abandonados que llegaban como víctimas inocentes de la injusta sociedad colonial a la Casa. Fray Valdés, a su vez, fue un connotado músico que enseñó a sus protegidos a tocar diferentes instrumentos musicales.
Miguelito fue criado sólo por su madre que vivía de la caridad pública, junto a cinco hermanos y una hermana, en el Pasaje Aurora del barrio habanero de Cayo Hueso, barrio pobre cuna de rumberos y soneros. Cerca de su casa quedaba el solar África, junto con su hermano Oliverio participó en cuanto “toques de santo” y “rumbas de cajón” se organizaban y allí conoció a Chano Pozo y entablaron amistad y cantaban y tocaban rumbas. Allí nació su conocimiento y dominio de los ancestrales cantos y ritmos afrocubanos.
Cursó sus primeros años en la Escuela Emiliano Zapata. Llegó hasta el sexto grado, no había recursos para continuarlos. La infancia de Miguelito fue, como la de tantos otros niños pobres, una constante lucha por la supervivencia que incluyó diferentes trabajos: a los once años trabajó como ayudante en un taller de mecánica, ubicado en Zanja entre Castillejo y Aramburu, reparando carrocerías. En 1926 intentó ganarse la vida como boxeador y, después de una promisoria carrera de 23 combates en la división welter, incluso ganó un campeonato amateur, se retiró para vincularse, en 1927, al Sexteto Habanero Juvenil donde tocaba tres, guitarra, contrabajo, maracas y cantaba. El son estaba de moda. Su ídolo en ese entonces era el cantante mexicano José Mojica, tenor muy famoso por esos años en Cuba.
Aceptando una solicitud de su tutora musical María Teresa Vera, acompañó brevemente, como corista, al sexteto Occidente para unas presentaciones en las academias Rialto, Sport Antillano y Habana Sport. Machito era en ese entonces la voz prima del Occidente. Una vez reemplazó a Ignacio Piñeiro como contrabajista en el Septeto Nacional. En la academia Rialto, ubicado en Neptuno entre Prado y consulado, inició formalmente su carrera artística.
Entre 1931 y 1933 hizo parte del sexteto Los Jóvenes del Cayo, de Domingo Vargas, de las orquestas típicas de Ismael Díaz, la Gris de Armando Valdés Torres -junto a Fernando Collazo-, La Habana de Estanislao Serviá y la Red Devils que tocaba de planta en el hipódromo Oriental Park de Marianao.
A finales de 1933, lo golpeó la crisis económica en tiempos del gobierno de Gerardo Machado, y para aliviar el grave momento se fue con la Orquesta de los Hermanos Fernández para unos carnavales en Panamá, allí permaneció hasta septiembre de 1936. En la capital del istmo se casó con Vera Eskilssen Tejada, con quien tuvo un hijo de nombre Juan Miguel, de inmenso parecido con el cubano y que tuvo una larga carrera diplomática. En Panamá cantó con las orquestas del restaurante Moderno Cubano y la del Club Unión, dirigido por Luis Azcárraga. Antes de regresar a La Habana organizó un cuarteto que entretenía a los asistentes del hipódromo Juan Franco.
Orquesta Casino de La Playa, el despegue
A su regreso a La Habana pronto fue llamado por el saxofonista Manolo Castro para que hiciese parte, como baterista y cantante, de la Orquesta de los Hermanos Castro, la primera big band de la isla, que se presentaba por esos días en el club privado del millonario Alfredo Hornedo, una de las mejores del momento y muy apetecida en las sociedades blancas. Con los Hermanos Castro comenzó a imponer su estilo vocal singular de interpretar las canciones de tinte africano, o simplemente “afros”.
En junio de 1937, junto a seis integrantes de dicha orquesta que buscaban mejorar su status, ampliar repertorio y tener mejores arreglos, fundaron la Orquesta Casino de La Playa. Estaban a las puertas de provocar un ciclón musical en el Caribe. La orquesta, considerada por muchos como la más importante nacida en Cuba en todos los tiempos, estuvo integrada por Guillermo Portela (director y violín), Miguelito Valdés (vocalista, percusión, guitarra y administrador), Anselmo Sacasas (piano y arreglos), Walfredo de los Reyes -también cantaba- y Luis Rubio (trompetas), José M. Peña (trombón), Unésimo González (contrabajo), Liduvino Pereira, A. Rodríguez y Alfredo Sáenz (saxofones) y Ernesto de la Vega (guitarra y maracas). La orquesta, de músicos blancos y de carácter cooperativo, tomó el nombre del exclusivo lugar en la playa de Marianao que los contrató por 5 años a cambio de que adoptaran el nombre del Club.
En el mismo mes, mientras se estaban organizando, seleccionando repertorio y en los primeros ensayos, exactamente el 17 de junio, grabó Miguelito con la Casino para la RCA Victor sus primeros temas: “Bruca maniguá” y “Ben acá tomá” de Arsenio Rodríguez, “Cachita” de Rafael Hernández, “Taboga” de Ricardo Fábregas y “Dolor cobarde” del propio Miguelito, su primera composición registrada. Fueron muchas las grabaciones que se convirtieron en éxitos indiscutibles de todos los tiempos. Según Valdés “durante tres años grabábamos ocho temas cada dos semanas”. En realidad grabó con ellos 76 canciones según confirma la inmensa discografía de la música cubana de Cristóbal Díaz Ayala, las últimas el 21 de octubre de 1940.
En ese mismo 1937 debutaron en la CMQ radio en el programa “El Show del Jabón Candado”. Entre grabaciones y presentaciones la fama de la orquesta se disparó. Visitaron en giras triunfales a Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela, Curazao, Colombia -a Barranquilla y Cartagena llegaron en agosto de 1939 invitados por las Emisoras Unidas y Emisora Fuentes de ambas ciudades con presentaciones también en teatros y clubes-, para concluir en Panamá, desde donde regresaron a Cuba.
La fama y la consolidación de Miguelito como cantante de afros se acrecentó cuando grabó en febrero de 1939 “Babalú” de Margarita Lecuona. La grabación fue conocida en todos los rincones, hasta en Estados Unidos, eje de distribución de la RCA Victor. En Nueva York fue popularizado por el cubano Desi Arnaz en una versión edulcorada para los medios masivos norteamericanos y los clubes. Esta situación, y buscando mejores remuneraciones artísticas y económicas, motivó su deseo de abandonar la orquesta y partir hacia los Estados Unidos, aunado con su inquieta personalidad incapaz de no permanecer por mucho tiempo en un mismo sitio. El investigador Max Salazar aseguraba que su salida se debió al racismo imperante siendo él un mulato en una orquesta de blancos. Otros aseguran que fue por diferencias con el director Guillermo Portela y otros porque atendió una oferta que le hizo el hábil empresario y líder de orquesta Xavier Cugat en esos días en La Habana.
A Nueva York
Con Abelardo Barroso
Tomada la decisión de embarcarse para Estados Unidos, Miguelito, y con la intención de conseguir algún dinero extra, realizó grabaciones con la Orquesta Havana Riverside, dirigida por Enrique González Mántici, con la orquesta del pianista Enrique Bryon y con su conjunto, formado por integrantes originales del Septeto Nacional a quienes reunió para grabar 8 sones de Ignacio Piñeiro. El 16 de mayo de 1940 salió para Fort Lee, New Jersey, contratado para unas presentaciones en el club Riviera, propiedad de Ben Marden. Dirigió la orquesta del club, pero por las regulaciones del sindicato de músicos norteamericanos, la temible American Federation of Musicians, no pudo trabajar y se desplazó para Nueva York. Allí comenzó otra historia.
En la Gran Metrópoli comenzó a trabajar con la orquesta Siboney de Alberto Iznaga donde otra vez se encontró con su amigo, el inmenso Machito. Dos semanas después fue contratado por Xavier Cugat y debutó con ellos el 12 de mayo en el Sert Room del Hotel Waldorf Astoria, cantando en las tardes en el Paramount Theater y en las noches en el Starlight Roof, del mismo hotel, presentando la Camel Cigarette Show Rumba Revue. El 27 de mayo empezó grabaciones con la orquesta de Cugat para la RCA Victor con los temas “Blen blen blen” de Chano Pozo, “Macurije” de Juan Manuel Guerrero y las composiciones propias “Rumba rumbero”, y “Nueva conga”. Después siguieron una cadena de éxitos con el catalán entre los cuales recordamos “La negra Leonó” de Ñico Saquito, “Anna Boroco Tinde” de Chano Pozo, “Ecó” de Gilberto Valdés, “Yo tá namorá” de Arsenio Rodríguez, “Los hijos de Buda” de Rafael Hernández, una nueva versión de “Babalú” y otros tantos más también popularizados antes con su voz con la Casino de la Playa.
En los últimos días de 1941, con Cugat, se trasladó a Hollywood para participar en la película “You were never lovelier” (en Latinoamérica se conoció como “Bailando nace el amor”), junto a Rita Hayworth y Fred Astaire. Su éxito con las grabaciones y presentaciones con la orquesta de Cugat, le ganó el apelativo de Mister. Babalú, con el cual fue reconocido en todos los círculos latinoamericanos y norteamericanos, incluyendo la Casa Blanca. Se dice insistentemente que este apodo se lo puso Harry S. Truman, presidente de la Unión entre 1945 y 1953, quien en una presentación benéfica como candidato presidencial, le pidió que cantara “Babalú”, su canción preferida, y durante toda la noche saludó al artista “Hello Mister Babalú”. También circula la versión de que el apelativo se lo puso John F. Kennedy en un club de Nueva York a donde lo llevó Frank Sinatra, en los tiempos de candidato presidencial.
Con mi amigo Machito
Su estilo de cantante afrocubano con giros y gestos de los vocalistas norteamericanos de jazz lo llevaron a compararlo con éstos y a calificarlo igualmente como “El Cab Calloway latino”. Su imagen llegó a ser incluso portada de la revista Billboard. A su salida de la orquesta de Cugat -fue reemplazado por Tito Rodríguez-, en 1942, por diferencias con el catalán que sentía opacada su presencia, pasó a realizar grabaciones con Machito y sus Afrocubanos para el sello Decca. Fueron 24 temas la mayoría previamente grabadas con la Casino La Playa y la orquesta de Cugat, y grabados en un tiempo record de 48 horas. Con una orquesta que armaba cuando obtenía contratos se presentaba regularmente en los clubes El Mocambo, La Martinica, La Conga y Hollywood de Nueva York. En 1943 regresó a Cuba contratado por Amado Trinidad Velazco, el magnate de la emisora RHC Cadena Azul.
Sin una orquesta propia en noviembre 1943 se trasladó a México y debutó en un espectáculo en el teatro Esperanza Iris junto a Agustín Lara, Tata Nacho, El trío Los Calaveras, María Victoria, Meche Barba y Tin Tan. Tuvo además presentaciones en el cabaret El Patio, en otros teatros y en radiodifusoras, especialmente en la XEW. Durante el tiempo que permaneció en México participó en doce películas, entre las cuales recordamos: “Esclavitud”, “Conga bar”, “Estampas habaneras” con Myrta Silva, Sergio Orta y Cecile Abreu; “Mi reino por un torero” y “Acapulqueña” con María Antonieta Pons; “Imprudencia”, con los hermanos Fernando y Andrés Soler, y “Nacido para amarte” con Ana Luisa Peluffo. Igualmente, en varias temporadas en México realizó grabaciones con la Orquesta América, las orquestas de Mario Ruiz Armengol, Luis González Pérez, Arturo Núñez, Rafael de Paz (a dúo con Margarita Romero), Francisco Fellové y el conjunto de Pablo Peregrino.
En septiembre de 1944 lo encontramos viviendo en Los Ángeles. En 1945 apareció en la película “Panamericana” y con el respaldo de la orquesta de Machito en “Night in the tropics”, junto a la actriz Betty Reilly. Pronto regresó a Nueva York y entre los trajines de tantas presentaciones y una gravísima afección a sus cuerdas vocales se quedó literalmente sin voz y regresó a La Habana abatido, los médicos norteamericanos le dijeron que no volvería a cantar. En La Habana se repuso y regresó a cumplir con sus compromisos. En junio de 1946 apareció cantando en las pantallas de los cines en la película “Suspense”, conocida entre nosotros como “Choque de pasiones”, de Frank Tuttle. En diciembre de 1946 firmó con Musicraft para unas grabaciones en La Habana, con un sexteto local donde estaba su amigo Chano Pozo, y en Nueva York. Aprovechó su permanencia en la isla para realizar presentaciones y grabaciones en la estación Mil Diez del Partido Socialista Popular, nombre que adoptó entonces el Partido Comunista.
En 1947, poco después de que Miguelito regresara de su exitoso viaje a La Habana, colaboró con el arribo a Nueva York de la joven Olga Guillot -confiada por Ibrahim Urbino, locutor de la Mil Diez y en ese entonces esposo de la cantante- y de Chano, y volvieron a realizar presentaciones juntos hasta que el percusionista se relacionó con Dizzy Gillespie, para cambiar la historia del be bop y del mismo jazz. Meses después Chano Pozo fallecería en el Río bar de Nueva York en oscuras circunstancias. Su sepelio y posterior traslado a Cuba fue pagado por Miguelito como el gesto más solidario de un amigo. De otro lado, Miguelito fue el principal impulsor de las composiciones de Chano pozo, en sus sesiones de grabación siempre buscaba incluir una o varias composiciones del percusionista.
Con Olga Guillot
Por fin organizó su propia orquesta, en agosto de 1948, para grabaciones con los sellos Verne y Coda-SMC de Gabriel Oller. Con esta última grabó 22 temas, entre ellas una composición propia dedicada a Chano, y contó en las sesiones con los pianistas René Hernández, Eddie Cano y Al Escobar y con los percusionistas Ray "Little Ray" Romero, Carlos Vidal, Luis Miranda y Modesto Calderón. En otras grabaciones con su orquesta tuvo como saxofonistas a los jóvenes Stan Getz (tenor) y Gerry Mulligan (barítono) y a los trompetistas Al Stewart y Al Porcino. Los arreglos los hacían Eddie Sauter, Chico O'Farrill, Pérez Prado y René Hernández. Grabó igualmente con los sellos Monogram, en 1950, y Tico, en 1953, ahora respaldado por la orquesta del pianista cubano René Touzet.
Realizó luego grabaciones para la RCA Victor con la orquesta del arreglista cubano Chico O´farrill y con la del pianista puertorriqueño Noro Morales -en 1951- y en unas vacaciones en La Habana, también en 1951, grabó con la Sonora Matancera para la Seeco, entre ellos “Arroz con manteca”, “A pasarse un pollo” y el sabroso “Se formó el rumbón”. Con su orquesta grabó para la MGM en 1952 y continuó con ella por varios años hasta que debido a las dificultades de manejar una gran orquesta redujo la nómina y a mediados de los 50 la disolvió. Siguió con un pequeño combo, otras veces con el pianista boricua Luisito Benjamín y el bongosero Ray Romero cumplía los diferentes compromisos.
Poco se menciona el Miguelito Valdés compositor, de su pluma salieron hermosos boleros como “Dolor cobarde”, “Loco de amor”, “Letargo” y “Ya no alumbra tu estrella”. Igualmente compuso congas carnavaleras para las comparsas habaneras como “Vienen regando flores” para Las Jardineras, “Los venecianos”, “Son Los Dandys” y “Las componedoras”, las rumbas “La rumba soy yo”, “Celina”, “Esa mulata”, “Rumba rumbero”, “Roncana”, “Oh mi tambó”, “Algo nuevo”, “Rumba rítmica” y los mambos “Mondongo”, “Mambo No. 2” y muchas otras. Pero su fuerte era el afro, estilo que le hizo famoso en los cinco continentes, y compuso “Negro”, “Sangre son colorá”, “Mi tambó”, “Chorombolo”, “Cabildo”.
México yo te canto
En 1957 es contratado para una temporada en el Cabaret Tropicana en La Habana junto a la intérprete Lucy Fabery. Ese mismo año se residenció nuevamente en México y años después grabó un larga duración para Tico, “México, yo te canto”, con el Mariachi Tenochtitlán. En la nueva década fue llamado por Machito, en 1963, para una serie de grabaciones con Tico, publicados en el LP “Reunión”. El éxito del tema “Que pena me da”, otra de sus composiciones, una proclama por la unidad de los músicos latinos en Nueva York, revitalizó brevemente la carrera de Valdés.
El resto de la década del sesenta y en forma intermitente continuó presentándose por todos los escenarios y acrecentando sus grabaciones, destacándose las realizadas con la orquesta de Mariano Mercerón -pachangas, para entrar a tono con la época-, con la Sonora Mexicana, de nuevo con la orquesta de Chico O´farrill para los álbumes “Bien casado” e “Inolvidables”, para el sello Verve, y con la orquesta de Tito Puente para el picaresco álbum “Canciones que mi mamá no me enseñó”. En esos años apareció como conductor en varios programas de televisión del canal 47 de New York y fijó su residencia definitiva en Los Ángeles.
En 1977 grabó para Orfeón de México veintidós canciones con la Sonora Matancera utilizando unas pistas preexistentes, intentando adaptar su voz al flujo salsero tomando éxitos como “Anacaona”, “Así se compone un son”, “La hija de Lola” y “El chivo”, entre otros. El álbum pasó prácticamente desapercibido por la mala promoción y distribución. Ese mismo año en Panamá grabó para Mericana el álbum “Miguelito canta a Panamá” con la orquesta 11 de Octubre dirigida por el trompetista Víctor Paz y más al sur grabó el LP “Mister Babalú en Perú” para el sello IEMPSA.
E
n marzo de 1978 sufrió un preinfarto cardíaco en México. Dos meses después, el 26 de mayo, recibió un homenaje en el Roseland Ballroom de la Latin Music Industry de Nueva York por sus 42 años de labor artística. Días después, en Puerto Rico, junto a la orquesta de Machito, Charlie Palmieri, Johnny Pacheco, Ray Barretto y Lalo Rodríguez, participó en una gira por la isla, que, a pesar de tanta luminaria junta, terminó en un fracaso económico. Aún así, en noviembre de ese año fue contratado por el cantante y ahora empresario René Cabel para una temporada por varias ciudades colombianas, que incluyó la grabación de un álbum con la orquesta de José María “Curro” Fuentes para el sello Phillips, con merengues, porros y cumbias de Santander Díaz, José Barros, Mario Gareña, Jesús Lara Pérez y Lucho Bermúdez. También incluyeron composiciones del propio Miguelito Valdés y el imprescindible de Chano Pozo.
El adiós
La noche del jueves 9 de noviembre de 1978, se marchó de la vida cantando en pleno escenario del Salón Monserrate del Hotel Tequendama de Bogotá. Acompañado por la orquesta de Tomás de Santi cantaba un mosaico de canciones, que interrumpió pidiendo excusas antes de desplomarse víctima de un ataque cardíaco. Su cadáver fue cuidadosamente preparado en el Hospital Militar de la capital y, dos días después, enviado a la ciudad de Los Ángeles donde residía con su segunda esposa Elyana, con quien tuvo dos hijos. Ingresaba así a los predios eternos Mr. Babalú compartiendo su sagrario de recuerdos y música con sus santos yorubas.
No hemos hablado del Miguelito creador, del estilista. Para Díaz Ayala merece estos elogios: “…inició toda una nueva escuela de interpretación de lo afrocubano: no existe ni Cascarita, ni Benny Moré, ni Ismael Rivera, ni toda la constelación salsera, sin el antecedente de Miguelito. Es él quien convierte las inspiraciones del montuno en un amplísimo campo de experimentación, de creación, de goce lúdico hasta entonces muy limitado”.
Con el Benny Moré
Miguelito fue un señor, en toda la palabra. Simpático, dicharachero, dadivoso, siempre sonriente y poseedor de un exquisito humor, amigo de sus amigos y buen compañero. Ayudó a muchos artistas en el lanzamiento de sus carreras o en momentos difíciles, ahí están los testimonios de Chano Pozo, Olga Guillot, Arsenio Rodríguez, Julio Gutiérrez, Lucy Fabery, Rafael Cortijo e Ismael Rivera y otros.
Fue un cantante completo, con una impresionante calidad para vocalizar boleros, rumbas, chachachás, guarachas, congas carnavaleras, sones, afros, mambos y hasta porros y cumbias colombianas. Anselmo Sacasas y otros músicos destacan que fue un buen guitarrista. Tuvo igualmente especial afecto por la tumbadora, los timbales y la percusión en general.
Así terminó su vida de triunfos sin claudicaciones, una de las más brillantes estrellas del infinito estelar del canto afrocubano. Tal vez por eso murió como una supernova, que recorrió el mundo con su eterno Babalú ayé, babaluuuuuuú.
Fuentes
Betancourt, Lino. “El inigualable Mister Babalú”. Tropicana Internacional. La Habana. No. 20. 2005.
Child, John. “Miguelito Valdés”. En: http://www.descarga.com/cgi-bin/db/archives/Profile68?5azfgnRD;;1529909. Nueva York.
Díaz Ayala, Cristóbal. “Enciclopedia discográfica de la música cubana 1925 – 1960. 2002. Puede consultarse en http://latinpop.fiu.edu/guia.html
Lam, Rafael. “Miguelito Valdés, Mister Babalú, Rey de la pista”. En: “Polvo de estrellas”. Ed. Adagio. La Habana. 2008. Pp 151-154.
Mac Swiney, Roberto. “Miguelito Valdés, hijo de una yucateca”. Novedades. Yucatán, Mx. 19 de febrero de 1992.
Manzo, Yoni. “Un cubano que cantó a la vida, al amor… y al dolor”. Coralibe. Barranquilla. 15 de agosto de 1980.
Pujol, Jordi. Notas de los álbumes “Miguelito Valdés, cuban Rhythms” (Tumbao TCD-008), “Mr, Babalú with Noro Morales Orch.” (Tumbao TCD-025). Barcelona, España. 1992 y 1993.
Salazar, Max. “The Miguelito Valdes story”- Latin Beat Magazine. Gardena, California. Vol. 2 Números 1, 2 y 3. Febrero-Abril de 1992.
Suarez, Senén. “Miguelito Valdés Valdés”. Periódico Cubarte. Enero 8 de 2007.
Zamora, Bladimir. “Un importante Valdés”. En: http://www.lajiribilla.cu/2003/n104_05/aprende.html La Habana, Cuba.
Agradecimientos
A Cristóbal Díaz Ayala, César Pagano, Rafael Bassi, Jesús Guzmán y Carlos Deiby Velásquez por la eterna colaboración en estas lides investigativas musicales.
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