El Perú durante la II Guerra Mundial



Video: El Perú en la Segunda Guerra Mundial

 Programa: Sucedió en el Perú
 Fuente: Televisión Nacional del Perú
 Conductor: Antonio Zapata

Historiadores Invitados:

✍ Jorge Ortiz 
 Ricardo Portocarrero
 Iván Hinojosa 
 Eduardo Arroyo

Relato:

II Guerra Mundial
II Guerra Mundial
El Perú durante la Segunda Guerra Mundial

Durante buena parte de los años treinta, el Perú estuvo gobernado por el mariscal Óscar R. Benavides. Él era el puente perfecto entre el ejército y el poder económico. Era un oficial que había estudiado en la moderna escuela de cadetes bajo formación francesa y siendo comandante se había distinguido en el combate de La Pedrera, en el Putumayo contra Colombia comenzando la década de 1910. Derrocó a Billingurst en 1914 y fue presidente provisorio hasta que le dejó el poder a José Pardo, el último gobernante del segundo civilismo. Benavides fue exiliado por Leguía y había retornado al Perú luego de su caída. Tenía antecedentes que lo ubicaban como militar prestigioso, nacido entre las antiguas familias y con credenciales de opositor a Leguía. Su liderazgo sobre los militares era muy fuerte, gracias a lo cual fue nombrado jefe del ejército por Sánchez Cerro, habiendo heredado el poder luego de su asesinato en 1933. Convivió con el Legislativo hasta 1936 cuando convocó a elecciones, que anuló al hacerse evidente que estaba ganando Luis Antonio Eguiguren, quien contaba con apoyo del APRA. Luego de 1936, Benavides gobernaba sin parlamento y había prolongado su mandato hasta 1939. Al llegar ese año era evidente que el presidente tenía que irse; no era posible pensar en una nueva prolongación de su mandato. Desde que comenzó 1939 los asuntos políticos comenzaron a encenderse.

Durante la Guerra Civil española, 1936-1938, el gobierno peruano había sostenido la causa de Francisco Franco, sublevado contra la república. Las simpatías de Benavides habían sido evidentes a favor del fascismo. En esa época, la embajada italiana en el Perú había estado muy activa gestando apoyo formal al fascismo y a su líder Benito Mussolini. Pero, Benavides no se plegó completamente a los requerimientos del fascismo. El presidente peruano era afrancesado, se había formado como oficial en la escuela bajo comando francés y sus simpatías nunca habían estado con Alemania. Sin embargo, en 1937 aceptó una misión militar alemana para el ejército peruano, quebrando de ese modo la tradición de vínculos con Francia. Con todo, Benavides oscilaba, no se atrevía a romper definitivamente con los aliados, y lo más importante era que su período terminaba. Todo dependería del próximo presidente.

En febrero de 1939 se estaba celebrando el carnaval cuando el ministro de Gobierno y Policía, el general Antonio Rodríguez, intentó dar un golpe de estado contra Benavides. El golpe estuvo muy mal planeado y se limitó a la captura de palacio de gobierno, mientras Benavides se hallaba ausente. Hubo una refriega con la guardia de palacio y el jefe golpista fue muerto. Aunque se saldó sin mayores sobresaltos, la intentona de Palacios y el hecho de tratarse de un ministro de estado, hizo ver a Benavides que debía apurar el proceso electoral.

A lo largo de su carrera política, Benavides había sido aliado de la familia Prado. Junto a ellos había protagonizado el golpe contra Billingurst y también juntos habían partido al exilio durante el “oncenio”. Luego, en los años 1930, los Prado habían estado firmemente asociados con Benavides. Uno de los integrantes del clan, Jorge, fue el frustrado candidato oficialista de 1936, mientras que menor, Manuel había sido presidente del Banco Central de Reserva. Ya para aquel entonces había fallecido el conductor del grupo familiar, Javier Prado, rector de San Marcos y senador de la República , en cuyo nombre se erigió una avenida principal en Lima. Para representar al oficialismo en 1939 se preparó la candidatura de Manuel Prado Ugarteche. Su familia pertenecía al grupo selecto de los grandes propietarios, pero no era parte de los agroexportadores, que habían gobernado durante los 1930 apoyando a Benavides. Por el contrario, los Prado estaban interesados en el mercado interno peruano. Eran dueños de un banco, tenían empresas de bienes raíces, eran dueños de una fábrica de cemento y de compañías de seguros, lo suyo era el manejo de la economía local. Desde esa posición, los Prado también tenían empresas exportadoras de materias primas, haciendo que su ubicación económica fuera una combinación. Eran un grupo de elite muy especial para aquellos días, porque a diferencia del resto de su clase, también tenían intereses en el mercado interno y no estaban focalizados en la exportación.

Prado fue electo en las elecciones con relativa facilidad; su oponente fue José Quezada que no logró armar una candidatura viable. Estaba comenzando la II Guerra Mundial. Cuando Hitler invadió Polonia en septiembre de 1939, los ministros de relaciones exteriores de todos los países americanos se reunieron en Panamá y se declararon neutrales en la guerra europea que acababa de estallar. Sólo Canadá apoyó a los aliados desde el primer día. En estos primeros meses, el Perú estuvo satisfecho con las medidas de neutralidad y no tomó ninguna medida contra los ciudadanos alemanes, italianos o japoneses que vivían en el país.

Las medidas de política económica de Prado reflejaron mayor cuidado con los negocios en la esfera del mercado interno. Además, a causa de la guerra, no había mucho comercio internacional y el mercado interno fue mejor atendido por las políticas públicas que en otros momentos. Prado creó las Corporaciones Departamentales de Desarrollo e introdujo este concepto como uno de los fines del estado. Además, lanzó el proyecto del puerto y la siderurgia de Chimbote en un afán de llevar el capitalismo al interior del país y descentralizar al capital.

Por su parte, en julio de 1941 estalló la guerra entre Ecuador y el Perú. El conflicto diplomático se remontaba al siglo XIX y abarcaba una extensa área de reclamaciones. Ecuador buscaba una salida soberana al río Marañón- Amazonas, mientras que el Perú reclamaba la propiedad de todas las áreas regadas por los ríos que corren al Amazonas. Esas pretensiones máximas se alejaban de una línea de statu quo, firmada en los años 1930, que situaba la frontera en un punto intermedio. Esa línea del statu quo debería haber servido para aliviar las tensiones, pero volvieron a estallar y derivaron en una corta guerra ganada rápidamente por las FFAA peruanas. En ese conflicto, las FFAA demostraron una buena preparación bélica y un comando eficiente. Por su parte, la Guardia Civil combatió en primera fila y abrió el camino para el paso del ejército. Gracias a esta actitud, los héroes peruanos de esa guerra son guardias civiles, como Alipio Ponce por ejemplo, además del gran héroe de la aviación, José Abelardo Quiñónez. La guerra fue corta y la victoria militar contundente. En agosto de 1941 se habían apagado los fuegos en condiciones que las FFAA habían ocupado la provincia ecuatoriana del Oro. El Ejército se hizo fuerte en esa posición y no la desocupó hasta concluir la negociación diplomática. Por su parte, la presión diplomática internacional fue en sentido contrario y los militares peruanos necesitaron fortaleza para resistirla, tanta como la había necesitado previamente durante los días de batalla. Finalmente la estrategia fue exitosa y el Perú obtuvo en la mesa de negociaciones la vuelta al statu quo de los años treinta, pero ahora como Tratado y acuerdo formal de los dos países.

El presidente Prado estaba obligado a ir a la guerra. Su familia tenía una reputación muy comprometida ante el país, porque su padre, el general Mariano Ignacio Prado, había abandonado su cargo siendo presidente durante la infausta Guerra del Pacífico. Por ello, sus rivales políticos ponían en duda el patriotismo de toda la familia. Desde el comienzo mismo de la actuación pública de los hermanos Prado, la segunda generación después de Mariano Ignacio, el tema de la traición durante la guerra con Chile había sido un motivo central para la lucha política. Un arma en poder de sus enemigos. De este modo, Manuel Prado vio la oportunidad para lavar cualquier mancha familiar del pasado, proporcionándole al Perú una victoria contundente, tanto militar como diplomática.

El Tratado de Río de Janeiro fue firmado en enero de 1942 y consagraba los planteamientos principales del Perú. No fijaba la frontera en las pretensiones máximas del Perú, sino en la línea del statu quo. Sucede que las pretensiones máximas de ambos países eran excesivas. Por ello, había primado una división ecológica y económica. La línea del statu quo estaba fijada en el punto donde los ríos amazónicos que corren desde el Ecuador al Marañón se hacen navegables. Desde ahí se separan ambos países, la parte navegable es peruana y la sierra es ecuatoriana. Esta línea ya estaba fijada desde hacían diez años, pero era informal. Ahora con la guerra, quedó consagrada en un Tratado Internacional.

A la vez, quedaban nombrados cuatro garantes: los EEUU, Chile, Argentina y Brasil. Ese Tratado y sobre todo la existencia de garantes comprometió los desvelos de la diplomacia peruana durante los siguientes cincuenta años. Por lo pronto, significó el apoyo directo del Perú a la causa de los EEUU en la II Guerra Mundial. En esos mismos meses, en diciembre de 1941, había sido el ataque japonés a Pearl Harbor, que significó el ingreso de los EEUU en la II Guerra. A partir de ahí, algunos países latinoamericanos viraron de la neutralidad al sostén del esfuerzo aliado en la guerra. Mientras la Argentina se mantuvo neutral una buena parte de la guerra, el Brasil, por el contrario, llegó a enviar tropas que combatieron en el frente italiano junto a los norteamericanos. Por su parte, el Perú no envió soldados a combatir, pero colaboró con los EEUU en dos iniciativas de largo alcance. Por un lado, firmó un importante acuerdo económico y por el otro expulsó japoneses peruanos a campos de concentración situados en los EEUU.

El acuerdo económico con los EEUU consistió en el establecimiento de precios fijos para una buena parte de nuestras materias primas de exportación. Esos precios eran bajos y no se beneficiaron de la inflación internacional que hubo durante la guerra. Otros países latinoamericanos que no firmaron un acuerdo de este tipo se beneficiaron de la guerra en mayor proporción que el Perú. Como nos ataba a los garantes el Tratado con el Ecuador, fuimos fieles soportes del esfuerzo económico norteamericano para afrontar la guerra.

Por su parte, los japoneses en el Perú fueron muy mal tratados durante la segunda guerra. La migración internacional desde el Japón a varios países latinoamericanos había comenzado al comenzar el siglo XX, y no se había interrumpido desde entonces. El Perú era uno de los países que tenía un porcentaje mayor de esa migración japonesa en América Latina y ya llevaban décadas instalados entre nosotros, habiendo procreado familias y conocido progreso económico. La cultura japonesa del ahorro y el trabajo esforzado se complementaba con instituciones de cooperación, como el pandero por ejemplo, que habían cimentado el progreso económico de la colonia japonesa en el país. Por su parte, Japón tenía embajada en Lima y se habían fomentado instituciones sociales y económicas entre los inmigrantes japoneses. A diferencia de la inmigración original china, que fue solamente de varones, los japoneses habían llegado con sus familias y eran un grupo emprendedor, aunque aún situado en la sociedad popular. Concentrados en algunos barrios de Lima, como La Victoria por ejemplo, y en algunas provincias agrícolas costeras, como el norte chico y la costa norte, los peruano japoneses habían avanzado bastante y su integración venía procesándose. Sin embargo, el gobierno peruano apresó y deportó a los EEUU a un grupo de ... japoneses que estaban viviendo en el Perú y también a ciudadanos peruanos hijos de japoneses. Sus bienes fueron confiscados y muy pocos regresaron. Estuvieron en campos de concentración en Texas y Arizona y sus sufrimientos tuvieron que ver con los temores geopolíticos de entonces. Los EEUU temían que esos niseis fueran la avanzada de Japón, la quinta columna se decía en aquella época, para conquistar América del Sur en el curso de la guerra. Así que para prevenir y cuidarse las espaldas, los EEUU prefirieron expatriar a un buen grupo de familias japonesas que estaban viviendo en el Perú.

Prado llevó adelante un gobierno más democrático que los sucesivos mandatos de Benavides. Sin embargo, aún estaban fuera de la ley varios partidos políticos, entre ellos el mayoritario de aquellos días: el APRA. Aunque la persecución había disminuido, el PAP estaba ilegal acusada por ser una organización internacional, motivo que era también esgrimido para ilegalizar al PCP. Aunque Prado funcionó con parlamento electo y recibió un apoyo discreto del PCP, el APRA se mantuvo en la oposición. Al final de su mandato se abrió una oportunidad para la democracia peruana. La II guerra mundial estaba terminando con el triunfo de la democracia occidental, aliada al comunismo soviético y con la derrota del totalitarismo fascista. Ese triunfo militar fue crucial y desató una corriente mundial a favor de la democracia. En ese contexto, las elecciones para suceder a Prado fueron una ocasión para cambiar el rumbo político en un país que, desde comienzos de los años treinta, estaba envuelto en luchas fraticidas.

Una corriente de pensamiento y acción política democrática tenía su centro en Arequipa. En la cuna de las sublevaciones peruanas del primer siglo republicano, durante la primera parte del siglo XX, se había desarrollado una tradición política liberal y democrática que, en esos años, cristalizó alrededor de un grupo sólido de formación profesional y orientación progresista. El siguiente gobernante, José Luis Bustamante y Rivero, era uno de los integrantes de este núcleo. También lo integraban los hermanos Belaunde, don Rafael, padre de Fernando, futuro presidente del Perú y Víctor Andrés, futuro presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El grupo profesional arequipeño era fundamental porque otorgaba legitimidad a un frente nacional democrático en gestación.

El problema era que el APRA estaba vetada de participar en el gobierno, tanto por el ejército como por sectores de la oligarquía. Pero, a la vez, era evidente que no había solución política medianamente democrática que no incluyera al PAP, porque era el partido mayoritario y el único bien organizado. De este modo, se recurrió a una estratagema, que consistió en legalizar a última hora al Partido del Pueblo, nombre que adoptó el PAP para recuperar la legalidad y salir de la larga clandestinidad. El APRA realizó una impresionante manifestación de rencuentro con su líder y Víctor Raúl Haya de la Torre habló en público por primera vez en muchos años. Ese discurso fue pronunciado en la Plaza San Martín, llamando a la reconciliación nacional y prometiendo un país democrático. El Frente Democrático Nacional llevó la candidatura de Bustamante, que fue electo con los dos tercios del electorado. Fue un triunfo arrollador frente al candidato de la derecha: el mariscal Eloy Ureta, nada menos que el general vencedor en la guerra del Ecuador, que entre tanto había recibido el bastón de mariscal. Detrás de Ureta estuvo El Comercio y los exportadores. Ellos no pesaban tanto en el poder económico como antaño, porque la coyuntura económica de la II Guerra y las políticas públicas bajo Prado, no los habían favorecido tanto como en los treinta.

De este modo, Bustamante se impuso largamente y el APRA controló el Congreso. Lo que pareció una prometedora primavera democrática se quebró con rapidez. Bustamante fue sólo un punto de quiebre y no logró estabilizar una corriente democrática. Sólo tres años después el Perú volvía a la normalidad y un nuevo golpe de estado instalaba en el poder al general Manuel A. Odría, otro de los generales victoriosos en la guerra del Ecuador. Odría inició un largo mandato de ocho años con el APRA fuera de la ley, antes de entregarle el poder a Prado, que en su segundo mandato, cerró el ciclo oligárquico. Por ello, la Historia denomina a este período, que va de 1930 a 1962, como la “República Oligárquica”, aunque otros historiadores lo llaman el “Tercer Militarismo”. Dentro de este período, se alternaron en el poder las dos alas de las viejas familias oligárquicas: los exportadores, al mando bajo Benavides y Odría y, los defensores del mercado interno, en los dos períodos de Prado. En ese sentido, el corto gobierno de Bustamante, entre 1945 y 1948, fue un momento excepcional, una oportunidad desperdiciada para consolidar la democracia en el Perú. Pero, no tuvo peso y no alteró el rumbo general de este período que combinó autoritarismo político con liberalismo económico.
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