Celebración conmemorativa de la Independencia: “La fiesta del Grito”

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A fuerza de repetición, las conmemoraciones nacionales van forjando la identidad de un país. Es el caso de una de las más célebres y esperadas para México, su fiesta de independencia el 15 de septiembre. El escenario es indiscutible: el Palacio Nacional; la tradición inicia en 1823 cuando los restos de los caudillos de independencia se trasladaron a la Catedral Metropolitana. Ha habido festejos difíciles y especiales, como fue el caso de 1847 cuando la bandera de Estados Unidos ondeaba en el balcón central de Palacio Nacional. También recordamos la celebración de 1910, cuando poco faltaba para el inicio de la Revolución Mexicana. Estamos próximos a festejar el bicentenario del inicio de la independencia, ahí mismo, en el Palacio Nacional.

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Una de las celebraciones más esperadas por los mexicanos a lo largo del año es especialmente el “Grito de Independencia”, que a partir de 1824 se da año con año, cada 15 de septiembre, en Palacio Nacional. Este rito forma parte fundamental de la identidad mexicana.

 

Según Artemio de Valle Arizpe, esta conmemoración se atribuye al licenciado don Juan Wenceslao Sánchez de la Barquera, durante la presidencia de Guadalupe Victoria, con la idea de celebrar con bombo y platillo cada aniversario de la lucha armada en contra del régimen español.

 

Sin embargo, a pesar de que el llamado a las armas criollas e indígenas efectuado por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla ocurrió en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, el autor nos refiere en su libro El Palacio Nacional de México, que fue el presidente Antonio López de Santa Anna, luego de gobernar once veces el país, quien decidió celebrar esta conmemoración el día 15 y a las once de la noche, para evitar la fatiga de levantarse a horas tan tempranas para festejar el acontecimiento. Pero no es sino hasta 1845 cuando oficialmente se instaura la ceremonia del grito para recordar a Hidalgo y a los héroes que lucharon por la independencia.

 

Uno de los años más importantes en esta celebración fue 1823, cuando se convirtió en un evento luctuoso por el traslado de los restos de los padres de la patria hasta la capital para reunirlos en la Catedral Metropolitana.

 

Singulares han sido las ceremonias del grito en dos fechas: en 1847 la festividad se tornó gris, cuando las barras y las estrellas ondearon en la fachada central de Palacio Nacional tras la invasión norteamericana. Resultó algo irónico celebrar nuestra independencia en plena ocupación de un ejército extranjero. Y en 1857, cuando al triunfo de las Leyes de Reforma la ceremonia, que años atrás había pertenecido al clero y a la sociedad civil, ahora recaía sólo en esta última, quien decoraba sus edificios con adornos en balcones e iluminaciones especiales para las horas diurnas.

 

Durante el siglo XIX la Ciudad de México engalanaba sus calles y portadas con emblemáticos escudos y banderas cuando septiembre llegaba altivo, orgullosa de celebrar una vez más el nacimiento de una nación libre y soberana.

 

El 15 de septiembre de 1910 fue otro de los acontecimientos más importantes en torno a la conmemoración de la independencia, pues no sólo se celebraba el primer centenario de ésta, sino que también estaba a punto de iniciar un movimiento revolucionario en contra del gobierno de Porfirio Díaz.

 

Este próximo 15 de septiembre será una fecha de gran importancia pues se celebrará el segundo centenario del inicio de la independencia de México, y con ello continuaremos revalorando la identidad que nos confirma como ciudadanos de uno de los países que con más fervor (y casi siempre por más de una noche) conmemora su vida como territorio autónomo y soberano.

 

En nuestros días, es en el balcón presidencial, ubicado al centro de la fachada principal de Palacio Nacional, en donde esta relevante celebración se lleva a cabo. Justo por encima del famoso balcón se encuentra la campana de Dolores, la misma que fuera tañida por el cura Hidalgo aquella madrugada de 1810. Esta importante reliquia fue transportada por el general Sóstenes Rocha a finales del siglo XIX hasta el nicho que ocupa desde entonces.

 

El salón de Recepciones, uno de los más bellos, amplios y soberbios con los que cuenta Palacio Nacional, se engalana con la presencia del Ejecutivo Federal, los Secretarios de Estado, funcionarios, el cuerpo diplomático, así como las Fuerzas Armadas, mientras que una gran multitud congregada en la Plaza de la Constitución espera impaciente a entonar sus voces, y al unísono gritar con gran algarabía: ¡Viva México!