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En su obra “Carlos Fonseca, sacrificado”, Jesús Miguel Blandón sugiere que el máximo dirigente y fundador del FSLN fue enviado a la muerte, pero en toda su obra, no deja claro ¿por quién o por quienes? el autor en sus argumentos, sugiere las diferencias que hubo entre Eduardo Contreras y Pedro Aráuz Palacios, al primero le acusa de disputar el liderazgo a Carlos y al segundo, de haber expresado que si Carlos ingresaba de nuevo al país, tenía que volver a ser militante de base. Si no es una acusación directa, se siembran las dudas sobre el papel de ambos.

Con todo el respeto que merece la posición, del autor, hemos de recordar que en una organización verdaderamente revolucionario, no se compite por posiciones, ni privilegios, actúan seres humanos, que aunque no perfectos, obtienen su lugar en una determinada responsabilidad, a base de haber demostrado, no solo capacidad política e ideológica, sino también una aptitud ética y ejemplar en sus actos, como entes individuales y revolucionarios. Pero además, una alta disposición al sacrificio, hasta la de dar su vida, por sus convicciones. Por tanto, las diferencias en cuanto a posiciones ideológicas o tácticas y estrategias, no conduce necesariamente, ni a ambiciones personales, ni a desear, ni mandar a la muerte a otro compañero.

Los hechos demuestran que Eduardo Contreras, un revolucionario de gran capacidad política, llenó estos requisitos hasta su muerte, a manos del enemigo el 7 de noviembre de 1976 y al momento de la salida de Carlos hacia la montaña, estaba fuera del país. Tampoco pudo ser Pedro Aráuz, el cuadro de mayor responsabilidad en el interior de Nicaragua, quien nunca desconoció su condición de máximo dirigente. Se identifica plenamente con la estrategia original del FSLN (la GPP), pero además, es quien trató de convencer a Carlos, de que las condiciones, para el ingreso a la zona guerrillera, no eran las más favorables en ese momento. La autoridad de Carlos, estaba por encima de la Aráuz y es imposible que Arauz lo haya enviado, subió a la montaña por decisión propia, consciente de los riesgos que iba a correr y que nunca fueron ajenos a su trayectoria revolucionaria.

Tras el empuje revolucionario, proveniente desde 1973 que culminó con el asalto a la casa de “Chema” Castillo, en diciembre de 1974, El FSLN, fue golpeado fuertemente en su estructura logística, incluida la muerte de cuadros, colaboradores y fue cuando emergieron en medio de la crisis, las tres tendencias. Al escindirse los denominados proletarios, en el interior del Frente, quedaron dos posiciones: quienes seguían sosteniendo la estrategia original y los que en las nuevas circunstancias, planteaban una ágil alianza política antisomocista y el traslado de la lucha hacia las ciudades. En diciembre de 1975, se produjo la llegada de Carlos Fonseca, desde Honduras, en abril de 1976, la de Daniel Ortega, Eduardo Contreras y Humberto Ortega.

Cuando estos ingresan a Nicaragua, ya el Comandante Carlos, se había internado en la montaña, porque consideró que se requería de su presencia, para fortalecer la moral de los combatientes que aún resistían en circunstancias adversas y plantear la reunión de la DN en las mismas montañas del Norte. Que a estas alturas se considere por algunos, una imprudencia, lo mismo se dijo de José Martí en 1895, tras su caída en Dos Ríos, en la lucha por la independencia de Cuba. ¿Que esto era una utopía cuando ya la posición de otros miembros de la DN, era diferente y por lo demás era difícil el ascenso de estos a la montaña? “Terco indeclinable” en su postura, en la montaña, estaban casi aislados, dos miembros de Dirección: Carlos Agüero y Henry Ruiz y estaba claro del significado moral y político, que hubiera tenido, una reunión con ellos. La lógica nos conduce a una lectura distinta a las especulaciones, Carlos estaba por la unidad, pero no desechaba el fortalecimiento de la tendencia GPP, la que consideraba como una garantía -desde de su propia concepción- para fortalecer y mantener las posiciones revolucionarias, dentro del sandinismo. Esto lo estaban haciendo todas las tendencias.

¿Que haya muerto, con la idea de que la montaña debería seguir siendo el eje fundamental de la lucha? ¿Le resta algún mérito? ¿Que la concepción de insurrección urbana y la unidad política haya sido la correcta en ese momento, entra en menoscabo de su proyección? La conclusión, es que no le resta ninguno, siguió y sigue siendo el padre de la Revolución Popular Sandinista. ¿Acaso Las tendencias unidas, no combatieron en cohesión con otras fuerzas revolucionarias y democráticas, al somocismo desde 1978? ¿Acaso no se produjo la unidad sandinista en marzo de 1979? ¿De haber sobrevivido -hipotéticamente- no hubiera estado de acuerdo? En todo este proceso, estuvo presente su tenacidad y el espíritu del fundador del destacamento revolucionario, que estuvo en capacidad de conducir al pueblo en julio de 1979, hacia su liberación. Solo puede imaginársele a la cabeza de las últimas jornadas y convertido en el máximo dirigente de la Revolución Popular Sandinista.

 

*Historiador y Escritor