Ya nada es igual para Mane Swett. Su vida cambió; sigue haciendo teleseries, aún es la actriz protagónica, exitosa, pero su vida hace rato que dejó de ser la misma.

La mujer frágil, tremendamente  insegura, conservadora en extremo y matea, que durante diez años se dedicó por entero a su ascendente carrera de actriz y que se refugió en su matrimonio con Felipe Braun, experimentó un remezón potente que la desarmó y la volvió a replantearse por completo. “Todo lo que viví, todo lo que pasé, fue necesario para llegar hasta donde estoy hoy”, asegura mientras despliega la pantalla de su teléfono móvil y muestra la imagen de Santiago, su hijo de 11 meses; un niño de unos profundos ojos azules que la tiene completamente fascinada.

Pero Felipe no estaba listo y me quedo tranquila porque intenté todo por salvar nuestro matrimonio

Dejó atrás la brutal ruptura con Felipe Braun, con quien estuvo casada diez años y que, como ella misma admite, fue su gran amor. Juntos eran una pareja imbatible, estables, de bajo perfil, alejados de la farándula y de los escándalos. Mane se entregó por completo a su marido. El se convirtió en su pilar. “Antes de estar con él yo era insegura, muy celosa. Con Felipe me siento bien, al fin puedo dormir tranquila”, confesó en 2007 sobre la relación que armó con este hombre diez años mayor a quien conoció en el set de Machos, la teleserie de Canal 13 que los lanzó a la fama y donde iniciaron un romance a escondidas de las cámaras. La relación se terminó en 2011 abruptamente, luego de que ella lo descubriera en su cama junto a una conocida actriz, el mismo día de su cumpleaños… Los medios de farándula hicieron eco de una posible infidelidad, aunque la noticia, con todos sus detalles y oscuros pormenores (que pasaron de la versión de la traición directamente a la del abuso) se hizo pública casi un año después, luego de que la propia actriz en entrevista  a CARAS, afirmara que no se había equivocado de hombre, y hasta dejó la puerta abierta para una posible reconciliación. Estaba dispuesta a empezar de nuevo, a recuperar lo que habían construido:

Partió a Río de Janeiro decidida a exorcizar su pasado. En el comedor de su hotel conoció al periodista norteamericano John Bowe, quien unas mesas más allá realizaba una entrevista para el New York Times. La química fue inmediata, conversaron y no se separaron más. Vivieron su romance entre Santiago y Nueva York. Guapo, soltero y sin hijos, se enamoró de ella. Cuando cumplían un año juntos Mane quedó embarazada. Ni el mejor de los guionistas de las innumerables producciones que la actriz ha protagonizado en toda su carrera habría ideado una trama tan vertiginosa. Ni siquiera para lo que vino después: Swett vivió su embarazo entre Manhattan y Minneapolis, la ciudad natal de Bowe, donde finalmente nació su hijo.
“Me fui como con cuatro meses de embarazo y me dediqué a mi nueva familia, a mi pareja, a mi hijo, a estudiar inglés, a conocer Nueva York. Ni siquiera me metía a internet; la desconexión fue total”, relata.
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Con Bowe compartían un departamento en un piso veinte, al lado de China Town. La distancia, el anonimato y la certeza de estar comenzando una nueva vida la convirtieron en una mujer distinta, mucho más libre. “Mi embarazo fue exquisito, me sentía súper bien y me lo comí todo; engordé 25 kilos. Estar embarazada me despertó la sensibilidad a mil. Caminaba mucho, salía sola para todas partes. Estudiaba inglés de una a cinco, tenía compañeros de todas las edades, me juntaba mucho con ellos, pero aunque no podía carretear, sí íbamos a los parques, a los museos, a los espectáculos. Cuando faltaba un mes para el parto viajamos con John a Minnesota, donde vive su familia. Al principio la idea era tenerlo en Nueva York, pero cuando se acercaba el día nos dimos cuenta de que estábamos muy solos; yo sin mi familia y él sin la suya, nadie que nos ayudara. Estábamos siendo demasiado valientes”.

—¿Y por qué no lo tuvieron en Chile?
—Esa era la idea, de hecho me fui con fecha de vuelta y hasta tenía los pasajes. Tenía todo listo acá. Pero estando en Nueva York me di cuenta de que por su pega John no me iba a poder acompañar al parto, o iba a estar un tiempo, pero no iba a poder quedarse conmigo. Y yo no quise eso, preferí que Santiago tuviera a su papá y a su mamá juntos, que estar acá con mi familia.

—Sola, en un país extranjero, a punto de tener a su primer hijo, sin sus padres, debe haber sido fuerte….
—Súper duro… Sola es muy díficil, no lo volvería a repetir (dice categórica). Además que tuve un parto muy complicado, que duró 36 horas; de toda la gente a la que conozco a nadie le había pasado algo así. Tenía todo listo para un parto natural, en el agua, con flores, música, un espejo para ver a mi hijo salir. Pero nada de eso pasó… Según el doctor, mi hijo estaba bien y todo fluía para que fuera un parto normal. Pero no se pudo y tuvieron que hacerme una cesárea de emergencia. Me dio fiebre y empecé a tener las contracciones, con mucho dolor.

Me pusieron todas las drogas, todos los calmantes y estimulantes, pero no resultó, grité de dolor… fue horrible.

Me pusieron todas las drogas, todos los calmantes y estimulantes, pero no resultó, grité de dolor… fue horrible. Cuando me dijeron que debía ser una cesárea de emergencia ya estaba desplomada, ni siquiera sentí pena. No era lo que yo quería, pero al final una cesárea de emergencia era lo que correspondía para que Santiago naciera sano. Sólo después comprendí lo importante que habría sido tener a mi mamá conmigo. Es maravilloso ser madre, pero la contención que necesitas sólo te la puede dar tu tribu.

La pareja volvió a Nueva York y ella se entregó por entero a su hijo. Rápidamente los 25 kilos de sobrepeso desaparecieron como por arte de magia. En Santiago la esperaba un nuevo compromiso laboral, esta vez para la teleserie nocturna de TVN, y aunque planeaba volver con John, las cosas resultaron muy distintas. “Mi relación no resultó (dice esquivando a toda costa hablar del asunto). John es el papá de mi hijo y quiero cuidar ese lugar. Santiago tiene un padre cercano y una mamá pegada a él, quiero mantener limpio el nido. No quiero equivocarme, que algo suene mal o que se mal interprete. Solamente te voy a decir lo que le explicaré a mi hijo cuando sea grande: lo nuestro no funcionó”.

Se dedicó a armar su nuevo hogar y a buscar desesperadamente una nana, “pero no encontré ninguna, ya no hay, no existen… Al final me dieron un dato de una enfermera. La conocí y me encantó; ella cuida ahora de mi hijo. Y le tuve que quitar la nana a mi mamá, no me quedó otra. Esa ha sido la fórmula para poder trabajar tranquila. Y Santiago está feliz, exquisito; se mueve por todo el departamento, se tira como si supiera caminar, quiere hablar, le encanta la música, le fascina bañarse, le gusta estar con otros niños, y es sociable, risueño, muy libre. Está creciendo súper bien”.

Con su ex pareja mantienen una relación moderna y a la distancia. Todos los días el periodista se comunica con su hijo a través de Skype y viaja mensualmente a Chile. “Es increíble como Santiago lo reconoce, todavía no le dice papá, pero claramente tienen un vínculo. El amor por nuestro hijo nos ha permitido dejar nuestra historia de lado, ser inteligentes y tomar las mejores decisiones por él. No te puedes pelear por siempre con la gente; hay que priorizar lo más importante y eso es Santiago. Frente a eso, hay un poder curativo o de sanación que es súper rápido. Yo estoy dispuesta a todo con tal de que él tenga una familia cercana y sea feliz. Que dentro de todo sea un niño contenido afectivamente. No porque sea hijo de papás separados lo sienta como un peso sino que sea capaz de vivirlo de una manera distinta y original”.

Lo dice por experiencia propia. Hija de padres separados, de muy chica convivió con su realidad como si fuera una carga. Creció como una mujer conservadora, apegada a las tradiciones, decidida a no repetir jamás la misma experiencia. Pero la vida le trajo otras enseñanzas y no le quedó más que hacer frente a sus propios estigmas. “Mi madre es muy conservadora y desde chica me crió bajo esa ley, con la idea de que no me podía acostar con mi pololo porque tenía que llegar virgen al matrimonio, si no, él me iba a dejar de querer y no se casaría conmigo sino que con otra… Tampoco se me podía pasar por la mente convivir con mi pareja porque corría el riesgo de convertirme en madre soltera y nadie querría casarse conmigo… Por supuesto que me casé para siempre, pero ahora ya sé que no es verdad. Finalmente, después de todas esas reglas, aquí estoy: soy madre soltera, separada dos veces y feliz con mi hijo que va a cumplir un año, orgullosa de ser lo que nunca quisieron que fuera”.

Wp-Mane-193-3Hay un antes y un después que cruza toda su existencia. No sólo su vida personal cambió del cielo a la tierra, en lo profesional las cosas tampoco son las mismas. Con su personaje de Inés, una abogada exitosa, histérica, llena de inseguridades, ícono de la nueva mujer power, de esas que hoy pareciera que corren y hasta se elevan más allá de sus tacos, pasó a integrar su primera teleserie nocturna. Pero no es lo único. También tiene una nueva pareja laboral; luego de diez años entregada a los brazos de su compañero y amigo Jorge Zabaleta, ahora retornó a los de un nuevo galán: Gonzalo Valenzuela, con quien hace diez años protagonizaron en Machos una relación compleja, difícil. Hoy su nueva historia de amor los tiene liderando en sintonía, convertidos en el romance de ficción que saca suspiros en la franja de la noche.
“Somos súper amigos, lo pasamos bien trabajando, nos reímos mucho. Nos volvimos a ver después de 10 años y actuar con él ha sido increíblemente exquisito, muy cómodo; si bien estamos más viejitos hay cosas que no se pierden, como la confianza, el cariño y el respeto”.
Dos amigos que se reencuentran después de una década, luego de atravesar cada uno escenarios sentimentales difíciles y dramáticos, marcados por la exposición y la persecución de los medios. Gonzalo Valenzuela protagonizó junto a su mujer, la actriz Juana Viale, una serie de crisis, infidelidades y reencuentros, pero se han mantenido juntos. Mane, en cambio, prefirió estar sola. Reconoce que lo han hablado, que él le ha dado consejos, que han conversado. “Sí, por supuesto, pero eso queda entre nosotros”.

En las palabras de Mane Swett ya no se lee desazón sino certeza. “Ahora creo en la idea de buscar la felicidad a mi manera. Por supuesto que algún día me gustaría encontrar a mi compañero de vida. Pero es distinto: ya no creo en la ‘posteridad forever’, de que todas las relaciones de pareja sean para siempre. Fue doloroso darme cuenta (reflexiona). Ahora pienso que tal vez el amor no existe, que lo único real es el amor de madre y que mi historia con Felipe y con John ha sido lo más cercano al amor de pareja que he conocido”.

No fue fácil rearmarse. Lo fue haciendo de a poco, recurriendo a terapia y a sus propias fortalezas. “Soy paciente, visionaria, con la capacidad de entender dónde están las prioridades y aceptar a las personas como son, a pesar de que también soy muy sensible. Prefiero confiar en que el tiempo todo lo cura, en que siempre es mejor perdonar, a pesar de que cuesta, es difícil hacerlo de corazón”.

Sólo así después de la debacle pudo acercarse al perdón. “De mi matrimonio anterior logré superar todas las cosas que me dolieron y ahora tengo solo buenos recuerdos. Me siento tranquila, livianita, mucho más mujer que antes, plena, feliz, sabia. Mejor en todo sentido. Es que tener un hijo te enseña tanto, permite ver que todo es superable”.

—¿Y existe la posibilidad de un reencuentro con Felipe, el gran amor de su vida?
—Sí, él fue mi gran amor pero ya no hay ninguna posibilidad (afirma categórica); ahora cada uno tiene su vida, cada uno inició su familia; nos queremos y nos respetamos, pero eso es todo.

—¿Se han vuelto a encontrar con Felipe, qué relación tienen ahora?
—Sí, nos hemos encontrado, nos queremos y nos llevamos bien; hay cariño por nuestras familias, por nuestros hijos, porque ahora él también es padre, y nos respetamos. Inevitablemente tenemos complicidad cuando nos vemos porque nos conocemos hace demasiados años, diez en total. Entre nosotros existe una sana convivencia.

—Estuvo diez años casada con él pero nunca tuvieron hijos, ¿por qué?
—Por un montón de razones, las miles que uno puede encontrar: trabajo, tiempo, en fin, tantas…

—Pero con John fue toda una sorpresa cuando quedó embarazada…
—Pero no fue un accidente sino algo planificado, una decisión rápida y firme. Con John lo estábamos esperando. Sentí que era el momento, que estaba lista, que él era la persona y que lo que más quería en el mundo era tener un hijo ¡ya! Todo lo que tardé años en decidir en mi anterior matrimonio lo resolví en dos semanas. Y quedé embarazada altiro. Fue rápido, pasional y tenía que ser así. No me arrepiento de ninguno de los pasos que di. Si lo pensaba más tal vez no habría resultado.

—¿Siempre es tan arrojada?

—¡No!, para nada; aunque en el amor me la juego porque soy apasionada y todas las reglas y los planes se me van a la cresta, ¡menos mal! En la vida ya tienes demasiadas cosas que organizar  y vivir el amor en libertad es súper importante.

Wp-Mane-193—¿Tener a este hijo fue una forma de rearmarse?

—Pero no me di cuenta hasta que Santiago nació. No es que dijera voy a tener a mi hijo y voy a curarme de todo. Nunca dimensioné que él sería tan trascendental, lo que necesitaba en esta vida.

—¿Cómo es hoy su parada en el amor?

—Estoy dispuesta a que la vida me sorprenda. Pero no estoy esperando absolutamente nada.

—¿Se siente preparada?

—No, para nada. Pero por más que reniegue, en cualquier instante aparece y ya, te fuiste por ese viaje. La vida me ha sorprendido con tantas cosas… Capaz que me suba a un crucero con mi hijo, me enamore de nuevo y me case en el mismo barco.

—¿Y qué pasa con las confianzas, todavía cree en la fidelidad?
—Al revés, después de todo lo que me ha pasado la valoro más que nunca. Nada te obliga a estar con otra persona, ni el matrimonio ni un hijo ni nada. Cuando eliges estar con alguien tienes toda la libertad de optar por ese camino o no.

—¿Usted también es igual de fiel?
—Cuando estoy en pareja soy totalmente de esa persona, me gusta ese sentido de pertenencia.

—¿No le quedaron temores, que la traicionen por ejemplo?
—Ya no le tengo miedo a nada, ¿qué puede pasar? Ya estoy curtida.

—¿Con dos separaciones a cuestas ha hecho su mea culpa, una autocrítica?

—Quizá necesitaría salir del enamoramiento de mi hijo para contestarte. Me cuesta separar las cosas, siento que todo lo que me ha pasado valió la pena si me llevó a tener a este niño. Si tuviera que vivir toda mi historia de nuevo sería tal cual.

—¿Entonces no hay culpas?
—No, no me saltaría ninguna de las etapas que viví con tal de haber tenido a Santiago. Estoy segura de que todo lo mal que lo pasé me llevó a tener este hijo.