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Una publicación de la asociación SER

¿Surtirá efecto la estrategia de Solidaridad Nacional?

José López Ricci

Ni hechos aislados ni despropósitos particulares. Lo de Solidaridad Nacional es una estrategia para levantar su muy pobre posicionamiento electoral. En las cuatro últimas encuestas nacionales de intención de voto se encontraban en el poco esperanzador “otros”. Sus magras adhesiones eran de 1.2% (IEP) y menos de 1% según Ipsos Perú, Datum y CPI.

El vídeo sobre el terrorismo, las declaraciones de Rosa Bartra contra la “ideología de género”, la difusión de una encuesta trucha y la invención de que en las escuelas se incentiva la masturbación infantil, así como el reciente agravio racista -en plena transmisión en vivo- contra el candidato de izquierda Julio Arbizu, son parte de esta estrategia desplegada con premeditación, alevosía y ventaja para salir de esa incómoda posición. Y con la inmediata, agresiva y cerrada defensa del “partido”. Si se trata de llamar la atención y dar que hablar, vaya que lo han conseguido.

Por lo actuado y dicho, es evidente que su objetivo es erigirse como los “salvadores” frente a la “amenaza comunista”. Una cruzada a la que suman reivindicaciones de discursos “pro vida” y “pro familia”, e incluso una “superioridad racial”. No tienen reparo en definirse como derecha popular y conservadora, a contracorriente de tantos proyectos del mismo corte –incluido el fujimorismo– que nunca quisieron asumirse de “derecha”. Se podría especular que tal decisión está respaldada por un estudio de mercado y asesoría especializada. Que por cierto, no garantiza el éxito electoral.

¿A qué responde esta estrategia? Son conocidos los varios y antiguos reparos sobre las izquierdas en nuestro país. El anticomunismo, está tan enraizado en nuestra sociedad como el antifujimorismo y el histórico antiaprismo; reforzado significativamente con el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, es hoy actualizado con las tropelías antidemocráticas del chavismo. El “terruqueo” está a flor de piel en los distintos estratos socioeconómicos. Y a la derecha no se les ocurre calificativos mejores que “chavistas” o “caviares” para descalificar a quienes no se alinean con sus intereses políticos o económicos, incluidos el presidente Vizcarra y su entorno.

En los últimos años he tenido la oportunidad de revisar un par de estudios cualitativos de dos nuevos proyectos políticos, ambos con la aspiración de ubicarse en la “centro derecha”. Entre las recomendaciones coincidentes del perfil deseado y viable figura la de desarrollar una permanente y radical confrontación con la izquierda. Así de directo.

En cuanto a los valores anti liberales y conservadores a los que apela la estrategia electoral de Solidaridad Nacional, es claro que quieren coincidir con la influencia creciente de este rollo en versiones confesionales, católicas y no católicas; y a organizaciones como “Con mis hijos no te metas”, con gran capacidad de movilización en todo el territorio nacional. Su batalla es contra las “amenazas al orden tradicional”, jugando con las reservas y temores que despiertan  las reivindicaciones de género y libertad sexual, sobre todo en los segmentos más bajos de nuestra pirámide social.

No sabemos si lograran su propósito. Podrían estar aparentemente bien encaminados pero sin un buen análisis del contexto les puede ir mal. Si bien han obtenido amplia visibilización mediática, ello no les garantiza el voto de su público objetivo. Están disputando el mismo bolsón electoral que el fujimorismo y otras opciones conservadoras, y los primeros ya se pronunciaron públicamente para desmarcarse y dejar sentadas las diferencias entre naranjas y amarillos. Han generado un empaquetamiento poco recomendable afectando el perfilamiento de su “enemigo principal” (en esto se parecen a las izquierdas, dicho sea de paso), extendiendo sus combates a otros actores como el gobierno de Vizcarra y al Partido Morado, el primero con un alto nivel de aprobación y el segundo con una mayor proyección electoral. Y sus embates han producido, en consecuencia, reacciones críticas amplias y firmes más allá de las izquierdas. Como algunas reacciones espontáneas como la práctica expulsión de Bartra por los comerciantes de una galería en San Juan de Miraflores.

Pero sobre todo no están considerando que la característica principal del proceso electoral es la opción por el voto por ninguno o viciado. Una consecuencia directa del “que se vayan todos” se estaría expresando en un “no voto por nadie”, opción al fecha asumido por 6 de 10 peruanos y peruanas. Predisposición que acota significativamente el peso de los antis y limita la posibilidad de conjugar las referencias valorativas o de identidad con alguna representación política.

Las elecciones del domingo 26 serán la prueba final de esta estrategia, muy sintomática de esta pobre y enrarecida campaña electoral. Por el bien de nuestro sistema democrático, espero que su resultado sea un fiasco total. Viendo el lado positivo, Por ahora, podría ser una oportunidad para encarar mejor las valoraciones y percepciones de nuestro diverso y complejo electorado. Más aún desde las izquierdas, si alguna aspiración a futuro las alienta.