Carlos Alvarado Quesada

© Inter-American Dialogue/Flickr

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Actualización: 31 octubre 2018

Costa Rica

Presidente de la República (2018-)

  • Carlos Andrés Alvarado Quesada
  • Mandato: 8 mayo 2018 - En ejercicio
  • Nacimiento: San José, provincia de San José, 14 enero 1980
  • Partido político: Partido Acción Ciudadana (PAC)
  • Profesión: Experto en comunicación, polítologo, docente universitario y literato
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Presentación

Carlos Alvarado, candidato del gobernante Partido Acción Ciudadana (PAC, centro-izquierda), fue el inesperado vencedor en las votaciones presidenciales a doble vuelta de febrero y abril de 2018 en Costa Rica. Protagonista de una espectacular galopada preelectoral desde un punto de arranque muy bajo, que de hecho recuerda lo logrado hace cuatro años por el correligionario al que va a suceder, Luis Guillermo Solís, Carlos Alvarado metió al oficialismo en el balotaje y al final, con bastante suspense, consiguió batir al candidato fenómeno de la primera vuelta, el orador evangélico Fabricio Alvarado, del conservador Partido Restauración Nacional (PRN).

A sus 38 años, Alvarado presenta un currículum no muy extenso pero variado, donde se conjugan el periodismo, la ciencia política, la gerencia empresarial, la docencia universitaria y, faceta muy destacada en él, la creación literaria. Entre 2014 y 2017 trabajó con el presidente Solís como ministro encargado de las áreas de desarrollo humano, trabajo y seguridad social, y obtuvo resultados en la reducción de la pobreza. Hombre tranquilo y con un punto reservado, cultiva una imagen de político de nueva generación sobrio, progresista e incluyente, dispuesto al diálogo con los demás partidos y respetuoso con la diferencia.

Su programa, una síntesis de "continuidad" y "cambio", incide en la reducción del desmedido déficit público, la progresividad fiscal, la generación de empleo y riqueza más allá de la Gran Área Metropolitana, la construcción de un tren eléctrico interurbano, la aceleración de la transición a los vehículos sin emisiones y el matrimonio igualitario para las parejas homosexuales. Este último asunto, altamente polémico en la nación centroamericana, arrastró la campaña electoral a un escenario de polarización por el rechazo tajante que del mismo hizo Fabricio Alvarado, adalid de la derecha religiosa y la moral tradicional, quien sedujo a un buen número de católicos conservadores. Sin embargo, temores de última hora por el "fundamentalismo" protestante de Fabricio Alvarado empujaron a muchos devotos de la fe mayoritaria a decantarse con su adversario oficialista de igual apellido y católico no practicante. Este respaldo, unido al de amplios sectores de la población urbana y con instrucción superior, permitió al ex ministro, una figura sin carisma evidente, zafarse de las repercusiones negativas del escándalo gubernamental conocido como El Cementazo.

El 8 de mayo de 2018 Alvarado asumirá el Ejecutivo con su partido debilitado en la Asamblea Nacional, donde los rojiamarillos han descendido del segundo al tercer lugar, por detrás de liberacionistas y restauracionistas. Alvarado no minimiza el problema de esta aguda minoría legislativa, así que ya ha propuesto un Gobierno de "unidad nacional" abierto a cualquier partido parlamentario con voluntad de concertar. Costa Rica, la democracia más veterana de América Latina, donde las instituciones funcionan sólidamente, y con uno de los sistemas de bienestar social más avanzados del hemisferio pese a los desequilibrios financieros, pasó página al viejo turnismo bipartidista del PLN (socialdemócratas) y el PUSC (socialcristianos) en un proceso gradual que empezó en 2006 y culminó en 2014. Las elecciones de 2018 han certificado el final de aquella hegemonía y su reemplazo por un marco más plural, seguramente todavía en construcción, donde solo los nuevos partidos tienen a su alcance el Ejecutivo, aunque sin la correspondiente supremacía en el Legislativo.


(Texto actualizado hasta abril 2018)

Biografía

1. Un joven con inquietudes multidisciplinares
2. Ministro del presidente Solís y candidato presidencial del PAC
3. Las elecciones de 2018: la batalla de los Alvarados


1. Un joven con inquietudes multidisciplinares

Miembro del hogar josefino fundado por los señores Alejandro Alvarado Induni, ingeniero eléctrico de profesión, y Adelia Quesada Alvarado, su instrucción escolar transcurrió en dos centros privados de excelente reputación que impartían una enseñanza bilingüe, la Anglo American School de La Unión, en la provincia de Cartago, donde fue delegado de curso, y el Colegio Saint Francis de San Vicente de Moravia, casa de estudios católica regentada por los Padres Franciscanos en la provincia de San José.

En 1998, tras concluir la secundaria familiarizado con los clásicos de la literatura inglesa, Alvarado ingresó en la Universidad de Costa Rica (UCR) para cursar un Bachillerato en Ciencias de la Comunicación Colectiva, titulación de ciclo corto equivalente a una diplomatura. Mientras adquiría conocimientos sobre Periodismo, Publicidad, Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual, nociones que iban a resultarle muy útiles en su futura trayectoria política, el alumno realizó pequeños trabajos de reportero (para el Semanario Universidad, el periódico Ojo y la cadena de televisión Repretel), hizo sus pinitos literarios y dio rienda a su pasión por la música moderna; fan de grupos clásicos como Pink Floyd, en esta época el veinteañero fue vocalista, letrista y guitarra de la banda de rock progresivo Dramátika.

Las inclinaciones artísticas, lectivas, políticas y profesionales de Alvarado cristalizaron en una serie de experiencias enriquecedoras a lo largo de una década larga, antes de que la alta política republicana reclamara sus servicios en 2014. Una vez obtenido el título de bachiller, en 2001, el joven permaneció en las aulas de la UCR como alumno de una Maestría en Ciencias Políticas, grado que completó en 2006. Mientras realizó esta carrera, siguió colaborando en prensa, con el diario Ojo y el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo), si bien ya tenía claro que el periodismo no era para él una profesión vocacional. Aquel mismo año publicó la antología de cuentos y relatos breves Transcripciones Infieles bajo el sello editorial Perro Azul, mientras que su segunda creación literaria, La historia de Cornelius Brown, una novela corta narrada con la técnica del monólogo interior y comercializada a partir de 2007, le hizo merecedor del Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica.

Posteriormente hizo una larga escapada europea. Estuvo en Francia, donde se ganó la vida dando clases de español, y en Inglaterra, a donde llegó con una beca Chevening concedida por la Embajada británica en San José para recibir docencia en la Universidad de Sussex. Afincado en Brighton, se licenció en Estudios de Desarrollo, su segunda maestría del campo politológico. Corría 2010, un año especial en la vida del futuro presidente porque contrajo matrimonio con su novia desde la escuela, Claudia Dobles Camargo, urbanista y arquitecta graduada por la UCR. El matrimonio vivió una temporada en la vecina Panamá por los compromisos profesionales de ambos. Fue en la nación del istmo donde nació, en 2013, el primer hijo de la pareja, Gabriel. En 2011 el autor llevó a las librerías su segunda novela, Las Posesiones, una historia sobre los avatares de los costarricenses de origen alemán e italiano que el Gobierno izquierdista de Rafael Ángel Calderón Guardia envió por la fuerza a campos de internamiento tras declarar nominalmente la guerra al Eje en 1941.

En los primeros años de la segunda década del siglo XXI las actividades laborales de Alvarado, al margen de su faceta de escritor de ficción, eran variadas. Fungió de consultor externo sobre pymes y tecnologías de la información y la comunicación para el Institute of Development Studies (IDS), la unidad académica de la Universidad de Sussex donde había ampliado su currículum, y, con despacho en Panamá, de gerente comercial en la división latinoamericana de la multinacional de bienes de consumo Procter & Gamble. Adicionalmente, dio docencia en la Escuela de Ciencias de Comunicación Colectiva (ECCC) de la UCR, su otra alma máter, y en la Escuela de Periodismo de la Universidad Latina de Costa Rica.

Los vínculos de Alvarado con el Partido Acción Ciudadana (PAC) se remontan a 2003. Su primer cometido concreto en la entonces formación opositora fue, a partir de 2006, prestar asesoría de prensa a sus diputados de la Asamblea Legislativa. Si bien rehuía definirse con etiquetas ideológicas convencionales, el PAC se ofrecía al electorado como una opción de centro-izquierda marcadamente progresista, cuyo manifiesto exponía todo un repertorio de intervenciones sociales. El PAC había sido fundado en 2000 por Ottón Solís Fallas y otros disidentes del Partido Liberación Nacional (PLN), fuerza mayoritaria, formando un condominio turnista con su rival conservador, el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que oficialmente proclamaba un ideario socialdemócrata clásico pero que de hecho ya había asimilado los principios del libre mercado, el libre comercio y la reducción del peso del Estado en la economía, convirtiéndose en la práctica en un partido pragmático de centro.

Bajo el liderazgo de Ottón Solís, al que Alvarado conoció en persona cuando el político le concedió una entrevista periodística en 2003, el PAC quebró para siempre la hegemonía bipartidista del PLN y el PUSC en las elecciones generales de 2002; entonces, los ciudadanos con los colores rojo y amarillo, terceros en discordia, abrieron una cuña considerable con el 26% de los votos y obligaron a los dos grandes a disputar una inédita segunda vuelta presidencial de la que salió ganador el socialcristiano Abel Pacheco de la Espriella. Cuatro años después, en las elecciones que formalizaron el compromiso político de Alvarado con el PAC, Ottón Solís ascendió al 41% de los votos y a punto estuvo de forzar un balotaje particular con el liberacionista Óscar Arias Sánchez, quien inició su segunda presidencia. Sin embargo, en su tercera tentativa, las presidenciales de febrero de 2010, Solís se desfondó hasta el 25% y la victoria, esta vez ya sin apuros, correspondió de nuevo al PLN en la persona de Laura Chinchilla Miranda.

En 2007 Alvarado regresó de Francia para tomar parte en la campaña de su partido por el no en el referéndum sobre la ratificación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y en 2009-2010 integró el equipo de colaboradores de Ottón Solís. Fuentes periodísticas costarricenses informan que el fracaso de estas dos empresas electorales repercutió negativamente en el estado de ánimo de Alvarado, que buscó refugio en la escritura y en su relación sentimental con Claudia Dobles.


2. Ministro del presidente Solís y candidato presidencial del PAC

El PAC recobró las expectativas de darle un aldabonazo histórico al sistema democrático costarricense y de alcanzar el Gobierno nacional gracias al empuje formidable del catedrático Luis Guillermo Solís Rivera, quien impartiera a Alvarado la asignatura de Historia de Centroamérica y el Caribe en la UCR y que, como Ottón Solís antes que él, se sometiera a sus inquisitivos cuestionarios de entrevistador. Más tarde, Alvarado volvió a verle en Panamá, cuando Solís Rivera era director para Centroamérica y Haití de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

Académico experto en Ciencia Política y con muchos años de experiencia dentro y fuera de Costa Rica, Luis Guillermo Solís era otro antiguo dirigente desencantado del PLN, del que había sido secretario general entre 2002 y 2003. Las crecientes divergencias con el núcleo oficialista de su agrupación terminaron por arrojarle fuera del liberacionismo en 2005, si bien hasta 2008 no se decidió a ingresar en el PAC, atraído por sus mensajes renovadores sobre la participación ciudadana en la vida pública, el freno a las políticas económicas neoliberales y la lucha contra la corrupción.

Una vez proclamado candidato presidencial por la Convención Nacional Ciudadana de 2013, Solís, beneficiado por los desaciertos gestores, los tropiezos y los escándalos de corrupción en que se estaba viendo envuelta la Administración Chinchilla, presentó a las elecciones generales de 2014 un programa de Gobierno denominado "Plan Rescate". Sus principales metas eran revertir las crecientes desigualdades sociales, eliminar la pobreza extrema, impulsar el crecimiento económico, generar empleo de calidad y poner fin a la "polarización política" instalada en Costa Rica, según ilustraban el déficit de diálogo entre los partidos, la prevalencia de los "intereses particulares sobre el bien común" y los inextinguibles casos de corrupción.

En su búsqueda de jóvenes talentos para su plataforma, Solís se dirigió su ex alumno Alvarado, perteneciente a una generación posterior, cuyo perfil académico y enfoques de la situación nacional se aproximaban mucho a los suyos. Así, el escritor y profesor treintañero fue el responsable de comunicación de la campaña presidencial de Solís, a la postre uno de los envites políticos más exitosos en los anales de la decana de las democracias latinoamericanas. En la primera vuelta del 2 de febrero, pulverizando unos sondeos que le aventuraban únicamente la tercera e incluso la cuarta posición, el abanderado del PAC se puso en cabeza con el 30,6% de los sufragios y en la segunda vuelta del 6 de abril se proclamó vencedor definitivo con un apabullante 77,8% en virtud de la retirada, anunciada por sorpresa el 5 de marzo, de su adversario del PLN, Johnny Araya Monge.

El 8 de mayo de 2014 Solís tomó posesión de la Presidencia y dos meses después Alvarado debutó en el Ejecutivo costarricense como presidente del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y ministro de Desarrollo Humano e Inclusión Social. La responsabilidad de gobierno asignada por Solís a Alvarado, quien a fin de cuentas no tenía ninguna experiencia en el manejo de la cosa pública, era de envergadura: darle la batalla a todas las formas de pobreza con actuaciones de carácter integral y conseguir que ningún costarricense padeciera pobreza severa. Este era uno de los compromisos cardinales asumidos por el PAC en su programa electoral.

Durante un bienio, Alvarado se esmeró en hacer llegar a los colectivos sociales vulnerables los recursos y ayudas más adecuados a sus necesidades, y para ello diseñó e implementó todo un paquete de marcos y herramientas específicos: la Estrategia Nacional de Reducción de la Pobreza Puente al Desarrollo, la Directriz para la priorización de la pobreza, los Mapas Sociales, el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) y el Sistema Nacional de Información y Registro Único de Beneficiarios (SINIRUBE). Posteriormente, el político haría un balance muy positivo de sus logros al frente del IMAS. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares, entre 2014 y 2016 la pobreza multidimensional retrocedió en Costa Rica del 21,7% al 20,5%, y la pobreza extrema del 6,7% al 6,3%, tendencias que siguieron su curso positivo en 2017.

El 29 de marzo de 2016 Solís movió a Alvarado, cuyas obligaciones institucionales no le tenían apartado de la creación literaria (en 2015 publicó su tercera novela, Temporada en Brighton, inspirada en su estadía académica en el Reino Unido), al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, donde recibió la cartera del dimitido Víctor Morales Mora. El fortalecimiento de las pensiones gerenciadas por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) era otra de las promesas electorales del PAC y Alvarado, en los pocos meses que ocupó este cargo, adoptó medidas para ajustar el sistema público de pensiones en un sentido más equitativo y protector. Además, a través de un fructífero diálogo intersectorial Gobierno-patronal-sindicatos, renegoció las actualizaciones salariales en el sector privado, así como los convenios colectivos de los trabajadores de las entidades públicas Banco de Costa Rica (BCR), Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (JAPDEVA) y Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE), tratándose esta última de la empresa más grande del país.


3. Las elecciones de 2018: la batalla de los Alvarados

En 2018 tocaban las elecciones generales, a las que, de acuerdo con la Constitución costarricense, el mandatario en ejercicio no podía presentarse, y Alvarado, miembro del Gobierno con una imagen de servidor dedicado, serio y riguroso, fue animado por personas de su entorno a entrar en el proceso de postulaciones del oficialismo. A finales de 2016 se decidió a dar ese paso y el 19 de enero de 2017 anunció su renuncia al Ministerio de Trabajo, donde traspasó el testigo a Alfredo Hasbum Camacho, para ser precandidato del PAC.

La que se auguraba como una competición primaria apretada fue simplificándose por los autodescartes sucesivos de la segunda vicepresidenta de la República, Ana Helena Chacón Echeverría, la diputada de color Epsy Campbell Barr y el también diputado y tres veces candidato Ottón Solís. Al final, en las elecciones internas del PAC se midieron solamente Alvarado y Jesús Welmer Ramos González, ministro de Economía, Industria y Comercio hasta el 2 de febrero de 2017 y personalidad con un perfil menos progresista. El 9 de julio siguiente Alvarado batió a Welmer con el 56% de los 33.587 votos registrados en la Convención abierta del PAC. Tras conocer los resultados facilitados por el Tribunal Electoral Interno del partido, el ex ministro se dirigió a su colega derrotado con palabras de elogio y aseveró: "Si a Ottón Solís le correspondió romper el bipartidismo y a Luis Guillermo Solís le correspondió derrotar al bipartidismo, a mí me corresponde unir al Partido".

Curiosamente, Alvarado, en esta valoración de su reto personal, no antepuso la meta de convertirse en presidente de Costa Rica. Tal vez, porque los sondeos del momento le situaban bastante por detrás de los candidatos del PLN, Antonio Álvarez Desanti, el PUSC, Rodolfo Piza Rocafort, y el minoritario Partido Integración Nacional (PIN), Juan Diego Castro Fernández, político cómodo con las soflamas radicales y antisistema. En otras palabras, una situación de gran rezago casi calcada a la que Luis Guillermo Solís, otro no favorito que acabaría dando la sorpresa, tenía cuando su nominación en 2013. Durante meses, hasta que en enero de 2018, faltando pocos días para las votaciones, su opción empezó a subir velozmente en las encuestas de preferencias de voto y el horizonte electoral cambió de color, Alvarado no creyó realmente que tuviera opciones de ganar los comicios, ni siquiera de disputar la segunda vuelta.

A diferencia de Welmer Ramos, crítico con el Gobierno del que había sido un peso pesado durante tres años, Alvarado basó su plataforma de las primarias en la exaltación de los logros del presidente Solís y en la presentación de sí mismo como el heredero y continuador del "cambio" alumbrado en Costa Rica por los rojiamarillos en las elecciones de 2014. Una vez proclamado candidato para las elecciones de 2018, Alvarado, que completó su fórmula con Epsy Campbell y Marvin Rodríguez Cordero como candidatos a vicepresidentes primero y segundo, presentó un programa nacional de Gobierno que subrayaba dicho enfoque continuista, pero con la intención de profundizar las mejoras emprendidas.

Entre sus propuestas de mayor calado estaban la implementación de un "sistema tributario progresivo" para reducir la desigualdad de las rentas, elevar la recaudación y "dar sostenibilidad a las finanzas públicas", lo que pasaba por transformar el Impuesto General sobre las Ventas (IGV) en un Impuesto de Valor Agregado (IVA) con un "componente de devolución" para los ingresos más bajos, así como la convocatoria de una concertación nacional entre el Gobierno, los diversos agentes productivos y los partidos políticos para solucionar el déficit fiscal, rayano ya en el 7% del PIB y sin duda el problema más acuciante que dejaba la Administración saliente. Los recortes adicionales a las "pensiones de lujo" pagadas por el Estado y la renegociación a la baja de todas las convenciones colectivas formarían parte de los esfuerzos de disminución del gasto público, pero el candidato del Gobierno, que a lo largo de toda su carrera había expresado fuertes reservas hacia los postulados liberales, dejó claro que los "gastos superfluos" no se referían a ninguna de las partidas dirigidas al conjunto de los ciudadanos.

El PAC era un partido que tenía por principio "anteponer el interés y el bienestar de las personas a cualquier otra consideración", y "acelerar el desarrollo sustentado" de la Costa Rica del siglo XXI, país pionero de tantas reformas sociales y políticas en su hemisferio, requería nuevas inversiones en los sistemas de salud, educación, transportes y comunicaciones. En particular, en el período 2018-2022 se daría ejecución al proyecto de tren eléctrico interurbano para la conexión de Alajuela, Heredia, San José y Cartago, es decir, las conurbaciones de la Gran Área Metropolitana (GAN), cuyos 2,6 millones de habitantes suponían el 60% de la población nacional, y se daría un paso de gigante ("un mensaje fuerte al mundo en materia de cambio climático y tecnologías limpias") para el abandono total de los combustibles fósiles en el tráfico vial con el Programa de Adquisición de Vehículos Eficientes (PAVE), antesala que sería de un parque vehicular sin emisiones carbónicas en Costa Rica.

Asimismo, Alvarado propugnaba una estrategia de generación de riqueza y empleo con visión territorial, desconcentrada de la GAN, mediante la activación de polos de desarrollo regionales, alianzas público-privadas sectoriales y conglomerados económicos atractivos para las inversiones.

Otro de los puntos destacados del programa presidencial de Alvarado y el PAC, autodeclarados campeones de la igualdad de género y de los derechos de las minorías, era la preocupación específica por la situación de la comunidad LGBTI, a la que el aspirante presidencial ofrecía, yendo más allá de las uniones civiles reconocidas por el decreto ejecutivo de mayo de 2015, la figura del matrimonio; de legalizar el matrimonio de parejas homosexuales, Costa Rica seguiría la senda emprendida en América Latina por Argentina, Uruguay, Brasil y Colombia.

El matrimonio igualitario era un asunto altamente controvertido en el país centroamericano, donde seis de cada diez encuestados no reconocía más unión conyugal que la de un hombre y una mujer. El propio PAC estaba dividido sobre la cuestión. En las elecciones de 2014 Solís solo se había comprometido (una promesa ciertamente cumplida) a regular las uniones civiles y en la actualidad algunas figuras del oficialismo, como Jesús Welmer, seguían manteniendo una postura contraria al matrimonio de gays y lesbianas. Pero ahora, Alvarado y Solís argüían que tocaba cumplir la opinión consultiva emitida el 9 de enero de 2018 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la cual, en respuesta a un pedido del Gobierno de San José sobre la clarificación de los derechos legales de las parejas del mismo sexo, reclamó a la veintena de estados bajo su jurisdicción que acabaran con la discriminación de la comunidad homosexual garantizándosele todos los derechos existentes en los ordenamientos jurídicos internos, incluido el derecho al matrimonio.

Más todavía, el tema del matrimonio homosexual se convirtió en la piedra de toque polarizadora de la campaña electoral de 2018 porque de su rechazo visceral hizo estandarte el carismático candidato de la pujante derecha religiosa cristiana, Fabricio Alvarado Muñoz, periodista-cantante-predicador evangélico y jefe del muy conservador, prácticamente fundamentalista, Partido Restauración Nacional (PRN). Formulando un discurso apegado a los valores tradicionales de "la familia y la vida", saturado de referencias religiosas y con guiños populistas a los sectores más humildes de la sociedad, Fabricio Alvarado, en un tiempo récord, consiguió convertir al PRN, una fuerza testimonial en las elecciones de 2014, en una auténtica alternativa de Gobierno. Su "batalla espiritual", entre moralista y mesiánica, empezó a cobrarse victorias proselitistas en el electorado católico justo a la vez que el despegue imparable, aunque menos rutilante, de su antípoda del centro-izquierda laico: a finales de enero de 2018, los dos Alvarado, tan diferentes entre sí, en el fondo y en las formas, se adueñaron de los sondeos a costa de los desfallecientes Álvarez Desanti (PLN), Castro Fernández (PIN) y Piza Rocafort (PUSC).

Alvarado hubo de bregar con las repercusiones negativas del llamado Cementazo, sonado escándalo de corrupción y tráfico de influencias que salpicaba a numerosos funcionarios y diputados del PAC y de otros partidos. El mal rendimiento del candidato en todos los sondeos hasta finales de 2017 estuvo claramente ligado a este escándalo, que dañaba seriamente la reputación de la Administración Solís en la recta final de su mandato, obligando al ex ministro a abrir ciertas distancias del Gobierno. Pero, por otro lado, se advirtió una movilización reactiva de última hora de muchos fieles católicos que, suspicaces del protestantismo pentecostal de Fabricio Alvarado, se decantaron en masa por Carlos Alvarado, católico no practicante y partidario de no mezclar religión y política, para frenar a un predicador al que su adversario no se cansaba de tachar de "fundamentalista".

La última encuesta previa a la votación del 4 de febrero de 2018 auguraba a Carlos Alvarado el 12% de los sufragios, todavía una tercera posición por detrás de Álvarez Desanti y del líder indiscutible de la intención de voto, Fabricio Alvarado, sin duda beneficiado por el reciente dictamen de la CIDH, al que la encuestadora OPol otorgaba el 17,4%. Pero había mucho indeciso no abstencionista cuya definición postrera podía alterar drásticamente el reparto de cuotas electorales, como así fue. Con el 25% de los sufragios, Fabricio Alvarado confirmó su delantera, pero el contrincante que pasaba a librar con él el balotaje, imperativo al no alcanzar ningún candidato el listón del 40%, no era el liberacionista Álvarez, sino el rojiamarillo Carlos Alvarado, merecedor del 21,6%.

Los comicios a la Asamblea Legislativa sí reflejaron el desgaste del PAC, que perdió tres diputados, pasando de 13 a 10, y quedó a remolque del PRN, triunfal con 14 escaños frente al único representante sacado en 2014, y el PLN, primero de nuevo con 17 escaños. El próximo presidente tendría necesariamente que pactar su agenda legislativa con un Parlamento fraccionado donde ningún grupo se acercaba siquiera a la mayoría absoluta de los 29 puestos.

Con su característica contención formal, tras conocer los resultados del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), Carlos Alvarado dirigió palabras de agradecimiento a sus partidarios y votantes, y elevó un llamamiento general: "Por la coyuntura y momento histórico, requerirá de un Gobierno de unidad nacional, que lo haga para todos y todas las costarricenses, que lleve el diálogo, que respete las diferencias (...) El llamado es a la reconstrucción nacional. Quien crea que puede gobernar solo está equivocado, necesita el apoyo de muchas personas. Es lo que nos queda de trabajo en estas semanas para ganar la elección", explicó.

Hasta la segunda vuelta del 1 de abril, Carlos Alvarado, a la caza de apoyos, sostuvo contactos y reuniones con todos los ex presidentes vivos de Costa Rica: los tres del PLN, Óscar Arias (1986-1990, 2006-2010), José María Figueres Olsen (1994-1998) y Laura Chinchilla (2010-2014), y los tres del PUSC, Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994), Miguel Ángel Rodríguez Echeverría (1998-2002) y Abel Pacheco (2002-2006). De todos ellos, solo Figueres salió a anunciar su voto, ejercido de manera entusiasta, por el candidato del Gobierno. Al final, alcanzando la participación el 66,5%, Carlos Alvarado volvió a sorprender y se llevó la Presidencia de Costa Rica, en la que sería inaugurado el 8 de mayo a los 38 años de edad, con el 60,66% de los votos.

(Cobertura informativa hasta 15/4/2018)

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