¿Guerra civil?

Es cuestión de lógica: si no hay la salida electoral que todos buscamos, queda el plan B, la resistencia pacífica heroica y prolongada, pero que, si esta tampoco vence a la dictadura, solo quedan dos opciones: el sometimiento del pueblo a un despotismo que lo sumirá en una especie de réplica de Venezuela, o la insurrección armada.

Por supuesto que nadie prefiere este último escenario. ¡Cómo no preferiría conquistar la democracia en las urnas! Y si esto falla, cómo no preferiría probar al máximo la alternativa B; enfrentar cívicamente en las calles a la tiranía sin disparar un tiro, con masas de ciudadanos dispuestos a jugarse el todo; imitar la resistencia heroica de Gandhi, quien logró doblegar pacíficamente al imperio inglés.

Pero si uno es realista, y no confunde los deseos con la realidad, es inevitable concluir que estas opciones no son muy probables.

Las razones para no ilusionarse con la opción electoral, las resumió en forma cabal monseñor Báez: “La veo muy difícil. Para la dictadura el poder significa sobrevivir. Jugarse el poder es entregarse a la muerte. Entregar el poder es quedar desprotegido ante la justicia. No veo a Ortega dando elecciones libres…”

La única forma en que Ortega podría jugar esta carta es si se combinan dos o tres cosas: presiones internacionales que hagan económicamente insostenible su gobierno, fragmentación de la oposición, y garantías; no solo de que no será enjuiciado si pierde, sino de que conservará sus millones. Ausente esto, lo más predecible es que el dictador prefiera jugar la carta de sobrevivir contra viento y marea, aunque arruine al país y multiplique los muertos.

Las dificultades de la opción B las expresó muy bien Adolfo Miranda. Él cree que ya se probó en 2018 y que para repetirse exigiría, además de mucho heroísmo, presiones internacionales excepcionales. Aún así, concluye, “esta lucha desigual y prolongada tendría un altísimo costo y muy pocas probabilidades de éxito”. ¿Qué alternativas quedan entonces? Aquí llegamos a los dos escenarios finales: sometimiento o rebelión.

Esta última, aunque no sea la alternativa deseable, y horrorice la sangre y violencia que implica, no puede demonizarse como algo absolutamente inmoral o descartarse como algo imposible. Cerradas todas las opciones pacíficas, habrá nicaragüenses que se resignarán a vivir bajo la bota, u optarán por emigrar, pero, y en base a nuestras experiencias históricas, habrá quienes digan, como Zapata, que es preferible morir de pie que vivir de rodillas. Opción que, hay que advertir, puede llegar a ser legítima.

El 2 de junio de 1979, en medio del fragor de la rebelión contra Somoza, la Conferencia Episcopal de Nicaragua proclamó: “No se puede negar la legitimidad moral de las insurrecciones revolucionarias en el caso de tiranías evidentes y prolongadas que amenacen gravemente los derechos fundamentales de la persona y el bien común del país”.

El derecho internacional, por su parte, afirma que “El derecho de rebelión es un derecho reconocido a los pueblos frente a gobernantes de origen ilegítimo o que teniendo origen legítimo han devenido en ilegítimos durante su ejercicio, lo que autoriza la desobediencia civil y el uso de la fuerza con el fin de derrocarlos y reemplazarlos por gobiernos que posean legitimidad”. (Wikipedia).

¿Pero es practicable esta opción? Aquí muchos alegan que requeriría de muchos millones de dólares, gobiernos aliados y países vecinos que presten su territorio. En cuanto al costo tienen razón. Mil AK 47 pueden valer en el mercado negro un millón de dólares. Pero no es cierto que más tarde, sobre todo si es negada la vía electoral, no puedan conseguirse recursos o armas de la diáspora y gobiernos cómplices. ¿Producirá una nueva dictadura? No necesariamente. Depende de sus protagonistas. En 1948 Figueres lideró una revolución que trajo la paz y democracia a Costa Rica.

De nuevo: ojalá no se llegue a esa opción. Hay que agotar primero todas las vías pacíficas; hacer lo imposible por lograr comicios libres.

El pueblo nicaragüense quiere, con toda su alma, conquistar su libertad en forma cívica.

Pero es bueno que lo sepa el gobierno y el mundo entero, que, si les son cerradas todas las puertas de la paz, muchos no se resignarán a vivir de rodillas.

El autor es sociólogo e historiador. Autor del libro Buscando la Tierra Prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019.

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