PONSATI, Arturo Domingo. Nace en San Miguel de Tucumán (República Argentina) el 4 de Agosto de 1937, y muere en la misma ciudad el día 9 de Abril de 1998. Intelectual, Escritor, Polemista y Catedrático; Político y Politólogo; Abogado, Jurista, Magistrado; Cristiano.

Vida.  Arturo Ponsati.

Intelectual, Escritor, Polemista y Catedrático

La formación intelectual de Arturo Ponsati arraiga en una insaciable sed de lecturas de historia, de política, de derecho, de sociología, de literatura, de filosofía, de teología… y otros. En esa fragua espiritual se fueron acrisolando sus expresiones como escritor, como conferencista, como polemista y como catedrático. Si hubiera que elegir tres mentores intelectuales que adoptó como sus formadores habría que mencionar a Jacques Maritain –para su concepción filosófica y política-, a Arnold Toynbee –como matriz intelectual de su concepción de la historia de las civilizaciones-, y a Gilbert Keith Chesterton –como fogoso alimento para su talante de polemista cristiano-.

Como catedrático profesó, entre otras, en las cátedras de Historia de las Instituciones y de Derecho Político en la Universidad Nacional de Tucumán, a las que consagró lo mejor de su vida académica universitaria; y fue profesor invitado de esas disciplinas, ocupando con solvencia y brillo cátedras en múltiples universidades de Argentina (Buenos Aires, Córdoba, Santiago del Estero, i.a.) y del extranjero (Venezuela, Chile, Italia, Bélgica, Francia, i.a.). La culminación de su trayectoria académica se plasmó en la inspiración, concepción y dirección de una Maestría en Ciencias Políticas, con orientación hacia la Historia del Pensamiento Político, en la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.

          Prolífico y agudo ensayista, autor de cientos de artículos publicados en periódicos y revistas del país y del extranjero; publicó también un puñado de libros de ensayos históricos, políticos y filosóficos, como El radicalismo en la crisis de la cultura nacional[1]; Argentina, Perón y después[2] Entre la crisis y la revolución[3]; escribió un manual de Historia de las Instituciones[4], de utilización canónica en las escuelas de derecho del país; y, finalmente, sus dos obras de mayor enjundia concernidas con el pensar de la política, su tesis doctoral: Jacques Maritain: El tercer proyecto –primer volumen-[5], y Maritain: La confrontación –segundo volumen-[6]; y Lecciones de Política[7]

Político y Politólogo: Arturo Ponsati llevó a cabo la doble vocación a la que compromete toda vida política cabal: la agonal y la arquitectónica; de la primera da cuenta su militancia temprana como adolescente, liderando a sus compañeros secundarios; luego, desde fines de los años 50 a comienzos de los 60, participó en las luchas políticas de fines del segundo peronismo (1955); más tarde, durante la presidencia de Arturo Frondizi, participó de la lucha en torno a la educación “libre o laica” (1959); son los mismos años de luchas juveniles en los que con sus compañeros de generación fundaron la Liga Humanista, inspirada en la “revolución personalista y comunitaria”, inspirada en Jacques Maritain y en Emmanuel Mounier; movimiento estudiantil universitario que conquistó una significativa presencia en las universidades nacionales argentinas. Esa era la hora en la que Arturo Ponsati se sumaba a la fundación de la Democracia Cristiana en Argentina, de la que llegó a ser un referente nacional e internacional. Fue elegido diputado en la Cámara de Legisladores de Tucumán de 1989 a 1991; año en que fue nombrado Secretario de Estado de Educación de la misma provincia. Cinco veces fue presidente del partido Demócrata Cristiano de la provincia de Tucumán, y en tres ocasiones fue presidente del partido Demócrata Cristiano a nivel nacional. Fue Coordinador General de la Alianza Popular Revolucionaria (Alende-Sueldo), en las elecciones presidenciales argentinas de 1973. Fue candidato democristiano a Vicepresidente de la República Argentina en 1983. Asimismo fue candidato a gobernador por la Democracia Cristiana para la provincia de Tucumán en  1987.

Abogado y Magistrado

 

                  En el ámbito del derecho privado abogó incansablemente para hacer justicia en el plano de la salvaguarda del derecho laboral y de  otros derechos sociales conculcados; y en los ominosos años de la dictadura del “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983), tuvo la insólita generosidad y coraje de presentar habeas corpus y salir en defensa de hombres y mujeres jóvenes que habían sido secuestrados por la dictadura; lo que le valió padecer él mismo un ataque con bombas en su domicilio, estando él ausente. La carrera tribunalicia la empezó tempranamente como Prosecretario Cámara Federal de Apelaciones de Tucumán de 1963 a 1966. Luego actuó como Conjuez de la misma Cámara Federal de Apelaciones de 1983 a1984. Luego fue nombrado Vocal de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Tucumán, cargo que ejerció de 1991 a 1995; año en que fue promovido a Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán de 1995 a 1997. Cuando iniciaba esa sublime función a la cabeza del poder judicial de la provincia, actuó además como Presidente de la Junta Electoral de Tucumán; en esos turbulentos años electorales en los que le cupo organizar y presidir una elección primaria abierta general para cargos ejecutivos; una elección de gobernador y vicegobernador de la provincia de Tucumán; una elección de diputados nacionales; la elección presidencial en el distrito Tucumán; y una elección de legisladores y concejales e intendentes provinciales con mil ciento veintiocho (1128) listas y boletas en el acto de sufragio de 1995.

Cristiano

        Antes que nada y primordialmente Arturo Ponsati dio testimonio de su adhesión vital al Evangelio de Cristo. Así lo evoca un discípulo y amigo suyo, Hernán Frías Silva: “Ponsati fue ante todo un cristiano a carta cabal. Nunca hizo caso a los pesimistas, a los escépticos: siempre creyó con fe total en la acción providente de Dios en la Historia. Nunca tuvo pereza, ni vergüenza de sostener su ideario, tan ajeno al egoísmo, el hedonismo, la codicia y el canibalismo, con­travalores dominantes en la lucha política diaria. Sin rubores, corrió el riesgo de que algún desprevenido lo tomara por ingenuo, cuando en realidad lo que le sobraba era Fe: es que  para él, el cristianismo era su modo de vivir. Ponsati, creía en cosas que para el general de los hombres, constituyen lo que San Pablo calificó como ´escándalo para los judíos, y locura para los gentiles´. Y este amor al prójimo, Arturo lo hizo realidad operante en todos los ámbitos en los que le tocó actuar. Arturo Ponsati cumplió cabalmente sus múltiples ministerios (marido, padre de familia, político, docente, estadista, abo­gado, juez); soportó estoicamente todas las aflicciones, espirituales y físicas; combatió brava y lealmente infinidad de batallas, siempre defendiendo la Verdad; y, por sobre todas las cosas, murió como vivió: poseído por una ardiente Fe, en su Dios y en sus hermanos”.

Pensamiento y Obra. El personalismo político según Arturo Ponsati

 

1.- Personalismo Político “Entre la crisis y la revolución” (1975)

         Al finalizar este  ensayo Ponsati afronta, entre la crisis del “desarrollismo” de los años sesenta y los prolegómenos de la crisis del petróleo, promediando los años setenta, la urgente cuestión del subdesarrollo; determina la importancia capital del tema; define los caracteres del subdesarrollo; plantea las contrapuestas “vía capitalista del desarrollo” y “la vía del socialismo totalitario”… y allí vislumbra y pone el primer mojón para “un tercer camino”, que madurará en su tesis doctoral sobre Jacques Maritain: “el tercer proyecto” y “la confrontación”.

En ese contexto puntualiza que para las concepciones neocapitalistas, la noción de desarrollo se asimila a la de crecimiento económico. Esto es lo fundamental; logrado el mismo, las demás metas vendrán por añadidura. Para el proyecto socialista-totalitario de desarrollo, en cambio,  el desarrollo es posible a partir de una planificación central de la economía, ejecutada desde un sistema centralizado de decisiones; basado en un régimen político que se caracteriza por la unanimidad ideológica, por la dictadura del partido, es decir de sus elites. Frente a estas dos alternativas Ponsati postula el imperativo de una noción humanista o personalista de desarrollo, que logre condiciones sociales, políticas y culturales que conduzcan a la plenitud de todo el hombre y todos los hombres. Una vía humanista y revolucionaria del desarrollo, dice, “comienza a realizar sus metas finales desde el momento mismo que se la emprende; tales fines consisten en lograr un desarrollo sin capitalismo, una socialización sin totalitarismo y una democracia de participación total”.[8]

El personalismo político de Ponsati se expresa cabalmente en palabras conclusivas del libro que ponen en claro que ninguno de esos objetivos –económicos, sociales, culturales o políticos- constituyen un fin en sí mismo, ni pueden empañar la meta final de todo empeño de desarrollo auténticamente humanista; que consiste en “la promoción del hombre, de todo él, de cada uno de ellos, de todos ellos. Es decir que la persona no puede ser sacrificada a ningún otro valor, por importante que aparezca; ni el bienestar, ni la grandeza nacional, ni la redención de la humanidad pueden justificar una metodología que triture al hombre real y concreto”.[9]

2.- El Personalismo Político en Jacques Maritain: El tercer proyecto (1987)

          Ponsati titula el tercer capítulo de su tesis doctoral: “La ciudad personalista”. Y lo abre en clave maritainiana recogiendo su afirmación de que la piedra angular del proyecto de una nueva cristiandad reposa sobre la persona; en “una reinvención de la filosofía del hombre, en la confluencia de la metafísica, de la filosofía del arte y de la filosofía de la libertad”.[10] La persona es el nombre de la dignidad, ha dicho santo Tomás de Aquino, y en esa misma fuente abrevan Maritain y, tras él, Ponsati. Y para este arranque vital del personalismo, Ponsati evoca la afirmación axiomática de Emmanuel Mounier, cuando sostiene que “la persona no es una célula, ni siquiera social, sino la cumbre de donde parten todos los caminos”.[11] En el planteo introductorio de la “ciudad personalista” Ponsati evoca la consabida distinción entre “persona” e “individuo”, que dio a conocer Maritain, partiendo a su vez de la metafísica de la persona de santo Tomás de Aquino. Y desde ella avanza para impugnar las asechanzas despersonalizadoras tanto del individualismo capitalista cuanto del socialismo totalitario. “En efecto –dice Ponsati- la tesis individualista niega que el hombre se comprometa todo entero en virtud de ciertas cosas que hay en él. La tesis totalitaria afirma que el hombre es parte de la sociedad en virtud de todo cuanto hay en él. La tesis personalista expresa que la persona se compromete toda entera como parte de la sociedad, mas no en virtud de todo cuanto hay en ella, pues en función de otras dimensiones que ella posee, está más allá de la sociedad política.“[12]

3.- El Personalismo Político en Lecciones de Política (1993)

Arturo Ponsati, tras las huellas de Jacques Maritain, va configurando su personalismo político, entramando las categorías de Poder, Autoridad y Amor, conforme a la democracia de clara inspiración tomasiano-maritainiana.  Aquí nos encontramos con un punto central de ese seguimiento de Ponsati a la tesis de Maritain, en torno a la inspiración evangélica de la democracia; de la democracia toda y de todas las democracias. En el centro de esta cuestión encontramos la necesidad de interpretar la pregunta de «quién es mi prójimo», focalizando más particularmente aquí el aspecto filosófico político, que ilumine la cuestión de “poder” y “autoridad” en una «democracia tomasiana». Para ello, en primer lugar, cabe exponer en forma sucinta la comprensión de democracia en las Lecciones de Política[13] del politólogo tucumano.

Ponsati abre su libro con una «definición de lo político», donde consigna que esta dimensión insoslayable de lo humano, está constituida por tres pares de conceptos elementales o fundamentales: mando-obediencia; privado-público y amigo-enemigo; determinación conceptual que se corona en los «fines de la política». Es interesante destacar uno de los epígrafes tomasianos de este primer capitulo, es una cita de Santo Tomás de Aquino, que dice que «el hombre va, por un mismo movimiento, a la ciudad y a la virtud«, donde encontramos en forma condensada los lineamientos filosófico-políticos desarrollados por el Aquinate. Y el punto de partida de esta investigación sobre lo político, se hace aquí, como lo hace el propio Tomás de Aquino, partiendo de la aristotélica concepción de la sociabilidad natural del hombre. La vida de éste, dice Ponsati, ha sido desde siempre social. No comienza el individuo a vivir una vida individual que, luego, merced a una decisión libre, se convierte en social. La índole social del hombre es, pues, tan natural como la vertiente individual de su existencia. Lo cual ya nos va introduciendo, al menos tangencialmente, en uno de los nudos filosófico-políticos, el de la relación «individuo» y «estado», o, en términos maritainianos, de «persona» y  de «comunidad». De todos modos, lo que aquí se subraya categóricamente es que la dimensión social de la existencia humana, es algo propio y originario del ser del hombre; no proviene de un estado anterior; ni es producto de una convención; proviene de la naturaleza. El hombre es social por naturaleza.”

Los sofistas de la antigua Grecia, por el contrario, afirmaban que la sociedad es producto de una convención; es decir, de un acuerdo de voluntades concertado por los individuos con miras a la satisfacción de sus intereses particulares. Los filósofos políticos modernos, enseña Ponsati, trataron de justificar el estado político, bien para sostener las pretensiones absolutistas de los reyes -el caso de Hobbes, y su pesimismo del “hombre como lobo del hombre”, o de “la guerra de todos contra todos”-, bien para fundar la posición política de los enemigos del régimen absoluto -el caso del liberal Locke y el optimismo rousseauniano del buen salvaje que nace libre, y que la sociedad corrompe. Como corolario de estos pensamientos, añade Ponsati, desde el siglo XVIII y su filosofía iluminista, hasta hoy, se intenta producir un divorcio entre sociedad y política; lo cual vale tanto para el liberalismo como para el marxismo, para mencionar dos paradigmas políticos contemporáneos, Y el objetivo último del marxismo no es otro, dice Ponsati, que producir la despolitización de la sociedad, lo que habría de consumarse en la fase superior del comunismo con la extinción del estado.

De Locke y Rousseau a Marx, pues, se plantea dicha ruptura socio-política, con los flacos fundamentos de remitirnos, los liberales –individualistas y contractualistas- a un pasado remoto, de existencia inverificable; los otros, -socialistas y parejamente contractualistas- referidos a un futuro igualmente ignoto e imprevisible que se encontraría al cabo de la historia. Ambas hipótesis resultan concebibles sólo como utopías «prehistóricas» o «posthistóricas»; mas nunca entretejidas con las historias concretas de los hombres, de los pueblos, y de las culturas reales. Y tales prehistorias o posthistorias no son interesantes, precisamente, en la medida en que permanecen en ese cielo utópico, mientras que lo político, dice Ponsati, permanece en la tierra de las realidades en las que vivimos, nos movemos y somos.

Y para introducimos en la comprensión realista y terrena de lo político, Arturo Ponsati, como buen aristotélico-tomasiano, nos convoca a estudiar esas dimensiones esenciales y permanentes de la existencia del animal político que es el hombre. Y esas condiciones constitutivas del hombre como político, dice, se imponen a la evidencia de forma inmediata. Y esas evidencias de la existencia política del hombre son tres: «la relación del mando y de la obediencia, de cuya interacción nace el orden (político); la relación entre lo privado y lo público, de la cual emerge la opinión (política); y la dialéctica amigo-enemigo, que engendra la lucha (política). La pareja mando-obediencia, añade, condiciona la formación de la unidad política; la de privado-público, determina la forma de organización, o sea el régimen político de la sociedad; y el binomio amigo-enemigo, su conservación».[14]

En este contexto, Ponsati trae a colación el pensamiento de Julien Freund, que le sirve como autoridad para terminar de definir la esencia de lo político. Del politólogo francés cita la reflexión, de que «así como el arte divide a los objetos en bellos y feos, la religión en sagrados y profanos, la economía en útiles e inútiles, la moral divide las acciones humanas en buenas y malas, la ciencia separa los conocimientos en verdaderos y falsos; la política divide a los hombres, desde un punto de vista formal, entre los que mandan y los que obedecen, lo cual constituye el presupuesto básico de lo político, en cuanto que ningún hombre es ajeno a dicha dualidad».[15]

Maritain, oportuna e inoportunamente alude al concepto de lo político referido primordialmente a la dialéctica entre poder y autoridad; subraya que, en política, lo que más interesa es la autoridad. «Conquistar el poder”, en cambio, interesa a quien desea accionar en, sobre y/o contra la ciudadanía. Tener o adquirir autoridad, en cambio, consiste en el derecho de ser seguido y obedecido por las almas y las voluntades (y, pues, el derecho de ejercer el poder) interesa más y mejor. Y es “en virtud del trabajo oscuro de la inspiración evangélica (que) la conciencia profana ha comprendido que la autoridad de los gobernantes, por lo mismo que ella emana del autor de la naturaleza humana, se dirige a hombres libres que no pertenecen a un amo y se ejerce en virtud del consentimiento de los gobernados”.[16] Mas, “la tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia… (y la) causa principal es de orden espiritual; reside en la contradicción interna y en el malentendido trágico del cual, en Europa sobre todo, han sido víctimas las democracias modernas. En su principio esencial, esta forma y este ideal de vida común que se llama democracia vienen de la inspiración evangélica y no pueden subsistir sin ella…”.[17]

Y en su última advertencia sobre el destino de la democracia vuelve a poner el acento sobre el corazón de la vida auténticamente democrática, que arraiga en la persona humana. Y el filósofo francés lo asocia con los designios que se desprenden de “la presente guerra”, que ha de ser “una guerra de liberación… (pues) la sangre de tantos hombres no ha sido vertida para imponer a todos los pueblos la forma de gobierno democrática, sino para que prevalezca en todos esta conciencia de la vocación de nuestra especie para realizar en su vida temporal la ley del amor fraternal y la dignidad espiritual de la persona humana, que es el alma de la democracia”.[18]  Y el evangelio del amor al prójimo es esa alma de la democracia; esto es volver a plantear la fundamental relación entre religión y política; entre las cosas que son de Dios y las que son del César.

En seguimiento de esta filosofía política maritainiana, en el capítulo XVIII de Lecciones de Política, Arturo Ponsati trata la cuestión de la democracia en crisis; en la que la libertad está asechada por las tentaciones de la deserción o del falso martirio, y este buen  combate se libra en aras de esta democracia personalista. Contra viento y marea, dice aquí  Ponsati, hay que lanzarse a la aventura heroica de recuperar el sentido de la responsabilidad personal en la vida individual y social. Empleando un lenguaje metacientífico –añade- diremos que ello supone la readquisición de las nociones de pecado y redención. Las cuales no pueden ser interpretadas fuera de la experiencia del hombre con Dios, encuentro que se desenvuelve en la docilidad a aquella `ley de perfecta libertad´, cuyo otro nombre es amor… se trata, en realidad, del proyecto de un orden vivificado por la inspiración del amor fraterno, al que llamamos, indistintamente, solidaridad o amistad”.[19]

Y para salir de esta agonía y crisis en que se debate la democracia actual, también en los inicios del tercer milenio, Ponsati vislumbra el “regreso de la persona”, y dice: “la persona, es cierto, ha regresado al escenario de la sociedad y de la historia. Pero no es la misma que hace uno o dos siglos, sino que viene cargada de experiencia, curada por la desilusiones de la tentación ideológica y del encanto de las utopías. Viene a reivindicar no sólo ser portadora de nuevas estructuras, sino protagonista de otra forma de ser en la naturaleza, en la sociedad y en la historia, profundamente diversa de la que le propusieron las ideologías del mundo moderno… (Y con tal retorno de la persona), concluye, se denota la apertura de la persona hacia la plenitud de su ser, es decir hacia el reconocimiento del otro, hacia la amistad y hacia el amor”. Y La filosofía democrática –dice Ponsati, cediendo nuevamente la palabra a su maestro Maritain- vive del trabajo de invención, de crítica y de reivindicación incesante de la conciencia personal, “ella allí vive y allí moriría si no viviera del don incesante de sí que la debe acompañar”.[20]

 

Bibliografía (Antología)

Libros de Arturo Ponsati

o   Lecciones de Política, Ed. El Graduado, Tucumán. 1993

o   Jacques Maritain: Tercer Proyecto, IFEDEC, Caracas, 1987

o   Maritain: La confrontación, IFEDEC, Caracas, 1987

o   Argentina, Perón y Después –Escrito bajo el seudónimo de Tomás Córdoba;  CIDAL, Córdoba, 1975

o   Entre la crisis y la revolución, Ed. Los Andes, Bs. As., 1975

o   Historia de las Instituciones, ASTREA, Bs.As., 1975

El radicalismo en la crisis de la cultura nacional, ed. Nahuel, Bs.As., 1966

* Doctor en Filosofía. Profesor de Filosofía de la Historia y de Metafísica en la Universidad Nacional de Tucumán. Director e Investigador del Centro de Estudios Paideia/Politeia.

[1] Arturo Ponsati; El radicalismo en la crisis de la cultura nacional- Edit. Nahuel, Bs.As., 1966

[2] Tomás Córdoba (seudónimo utilizado por Arturo Ponsati por razones de seguridad), Argentina, Perón y después; Colección Análisis. Ediciones Cidal. Caracas, Venezuela, 1975

[3] Arturo Ponsati; Entre la crisis y la revolución; Edit. Los Andes; Bs.As., 1975

[4] Arturo Ponsati; Historia de las Instituciones; Edit. Astrea, Bs. As., 1975

[5] Arturo Ponsati; Jacques Maritain: El tercer proyecto; IFEDEC, Caracas, 1987

[6] Arturo Ponsati; Maritain: La confrontación; IFEDEC, Caracas, 1987

[7] Arturo Ponsati; Lecciones de Política; Edit. El Graduado; Tucumán, 1993

[8] Arturo Ponsati, Entre la crisis y la revolución; edit. Los Andes, Bs.As., 1975, p. 259

[9] Arturo Ponsati, op.cit., pp.259s.

[10] Jacques Maritain; Les degrés du savoir, Paris, 1932, p.430; cit. por A. Ponsati,   Jacques Maritain: Tercer Proyecto, IFEDEC, Caracas, p.143

[11] Cit por A. Ponsati, op.cit., p.143

[12] Arturo Ponsati, op.cit., p.147

1 Arturo Ponsati, Lecciones de Política, Ed. El Graduado, Tucumán. 1993

[14] Arturo Ponsati, op.cit., p.5

[15] Ibidem

[16] Jacques Maritain, Cristianismo y Democracia, la pléyade, Bs.As., 1971, p.58

[17] Jacques Maritain, op.cit., pp. 32s.

[18] Jacques Maritain, op.cit., p.43, cursivas y negritas añadidas

[19] Arturo Ponsati, Lecciones de Política, El graduado, Tucumán, 1993, pp.308-310

[20] Arturo Ponsati, op.cit., pp.316s., cursivas añadidas

 

Artículo de Ramón Eduardo Ruiz Pesce