Cultural

Orden José Martí para Ernesto Cardenal


— Roberto Fernández Retamar —

Hay cosas que parecen naturales, y entre ellas, el que hoy se le vaya a imponer la Orden José Martí, la más alta distinción que concede mi país, a Ernesto Cardenal. Su existencia lo avala. Pero al nacer en 1925, en el seno de una familia rica nicaragüense, era algunos ańos después, cuando el joven empezó a interesarse por la literatura, a escribir poemas, a enamorar muchachas. O cuando viajara a aprender sobre todo cosas de letras a México, los Estados Unidos y Europa. Pero en 1954 su vida dio un vuelco. Ese ańo tomó parte en la rebelión de abril, contra el sangriento tirano Anastasio Somoza. La rebelión fracasó, y llevó a Cardenal a ocultarse para evitar las terribles represalias. En un verso muy posterior, escribiría el poeta: “La mano de los epigramas de amor manejó una Mazden”.;


;


No es ésta la ocasión de repasar la vida y la obra de Ernesto. Él lo ha hecho en los tres tomos de sus memorias. Y algo he escrito sobre ello en un prólogo que a principios de la década de 1980 me pidió Ángel Rama para una antología sueca de los poemas de Cardenal; un prólogo que escribí con entusiasmo, pensando que podía ser un paso hacia la futura concesión del Premio Nobel al hermano nicaragüense. Pero Rama murió poco después en un accidente, y aunque el prólogo fue publicado varias veces, ni siquiera he sabido si la fantasmal antología llegó a editarse.;


;


Es imposible, sin embargo, no mencionar varias cosas. Por ejemplo, que, fuertemente influido por el gran poeta trapense estadunidense Thomas Merton, y accediendo a una llamada que había sentido desde temprańo (“Dios me perseguía a mí y yo perseguía a las muchachas, ha escrito), el 14 de mayo de 1957 Cardenal ingresó en el monasterio trapense de Our Lady of Gethsemani, Kentucky, Estados Unidos; más tarde, en el monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca, México, y por último, en el Seminario de Cristo Sacerdote en La Ceja, Antioquia, Colombia. El 15 de agosto de 1965, de regreso a su natal Nicaragua, tomó los habitos sacerdotales. Mientras tanto, los cuadernos de poesía que había ido publicando o permitiendo publicar lo habían hecho uno de los poetas más intensos de esos ańos en nuestra lengua. También fue convirtiéndose en un escultor de valía. Pero siendo esto tan variado y rico, no agotaba sus posibilidades. Quien participara en la rebelión de abril de 1954, era instado en el monasterio trapense por Merton a rezar pidiendo el afianzamiento de Fidel y los barbudos tras el triunfo revolucionario de enero de 1959; y la lección de sacrificio y heroísmo del sacerdote guerrillero Camilo Torres, en cuya patria estudió teología Cardenal, no le pasó inadvertida. De la intimidad de los claustros, por tora parte, Ernesto salió a fundar, a principios de 1966, una comunidad contemplativa en una de las islas del archipiélago de Solentiname, en el lago Nicaragua. Había dado inicio a una de las experiencias espirituales más significativas de su tiempo, la cual habría de durar doce ańos y tener consecuencias imprevisibles en su comienzo.;


;


Aunque antes de 1970 Cardenal publicó otros impactantes títulos de poesía, aquel ańo le ocurrieron dos hechos esenciales: por una parte, la aparición de su primer libro de prosa, Vida en el amor, meditación mística; y por otra, su viaje inicial a Cuba, invitado por la Casa de las Américas. Si el primero lo reveló (o, mejor, lo ratificó) un místico, circunstancia no reńida con su creciente rebeldía, como fueron los casos de Santa Teresa o de Martí, el viaje iba a cambiarle la existencia. Dejemos que sea él mismo quien nos lo diga, en una entrevista concedida en 1971:;


;


“Mi experiencia en Cuba se convirtió en algo fundamental para mí. Ha sido la experiencia más importante de mi vida después de mi conversión religiosa (…) Fue, en realidad, una conversión a la revolución. Antes, creía que debíamos buscar un tercer camino en la América Latina, pero en Cuba me encontré con que el camino era el de ellos, y que su revolución era muy buena y que había el deber de respaldarla”.;


;


Si su obra poética seguiría creciendo, hasta convertirlo en uno de los principales poetas vivos, su vida se trenzó cada vez más con la revolución, en especial de su pueblo, pero también del resto del planeta. En un poema de 1972 expresará la conjunción de sus dos creencias: “Comunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismo”, manifiestas en el libro que hiciera con miembros de su comunidad: El Evangelio en Solentiname (1975). La radicalidad de aquella conjunción, que lo hace uno de los voceros más notables de la teología de la liberación, habrá de provocar la destrucción por la Guardia Nacional de su comunidad de Solentiname, muchos de cuyos integrantes salieron a pelear contra el nuevo tirano Somoza, y la persecución y el exilio para el poeta, involucrado cada vez más en la lucha. No es pues extrańo que al triunfar en julio de 1979 la Revolución Sandinista, Cardenal haya sido nombrado su Ministro de Cultura, cargo que desempeńó con audacia, fantasía, pulcritud y abnegación, de las que tuve el privilegio de ser testigo cercano –como también lo fui de la visita inicial que, a un mes del triunfo revolucionario, Cardenal realizó a la asolada Solentiname.;


;


La lealtad de Ernesto Cardenal con la revolución de Cuba ha sido constante y ejemplar. Lo muestran libros suyos como su original testimonio En Cuba (1972) o su antología Poesía cubana de la Revolución (1976). Y el tiempo no lo ha ablandado ni le ha restado fervor. No hace mucho, las nuevas calumnias lanzadas por nuestros enemigos de siempre contra nosotros fueron impugnadas con gran energía y lucidez por él en su país, en Italia, en México, aquí mismo. Como también es constante y ejemplar su fe en el triunfo final de la revolución en todo el mundo, incluido desde luego su país, no obstante caídas momentáneas que lo llenan de dolor, pero no lo desaniman. Si Cardenal nos ha recordado recientemente que somos polvo de estrellas, bien merece que nos refiramos a él como Martí se refirió al magnífico antiesclavista y mártir John Brown: “aquel loco hecho de estrellas”.;


;


Al recibir esta noche la Orden José Martí que el Consejo de Estado de la República de Cuba le ha otorgado con entera justicia, por Acuerdo 3654, que firmó el 18 de este mes su compańero y amigo Fidel Castro, concluiré citando las palabras con que Ernesto terminó sus vehementes memorias: “Habrá más revoluciones. Pidamos a Dios que se haga su revolución en la tierra como en el cielo”.;


Nota: Palabras de Roberto Fernández Retamar, el 21 de noviembre, con motivo de la imposición Orden José Martí, a Ernesto Cardenal.