José Álvaro Osorio Balvín (Medellín, 7 de mayo de 1985) tiene un Guinness Record tan grandilocuente como disparatado: cantó once veces su canción Blanco en un mismo concierto. Lo hizo en el estadio Atanasio Girardot de Medellín, el 30 de noviembre del 2019 –parado con una bermuda multicolor, debajo de un arcoíris gigante como
tótem–, frente a 44.000 personas. Esa noche, las montañas de su ciudad natal le devolvieron un eco electrizante de puro reguetón: “For real, made in Medellín, eh”.
J Balvin, como firma desde hace 10 años sus canciones, es “El niño ‘e Medellín”. Un paisa de 35 años que fue lo suficientemente obstinado como para pasar de improvisar versos en las esquinas de su ciudad a tener Sold Out [taquilla agotada] en el Madison Square de Nueva York y en el Staples Center de Los Ángeles. Un fenómeno que se convierte en varios personajes en el imaginario de sus fanáticos y de sus haters… “Somos la misma persona”, dice sin misterio.
Balvin (desde hace una década sin la tilde en la í de su apellido original), nació en una familia de clase media-alta de la capital antioqueña, creció escuchando rap y hoy es uno de los artistas más importantes del mundo. En los inicios del siglo XXI, descubrió un ritmo diferente, cadencioso y de letras burdas, proveniente de Puerto Rico, que era “lo único que quería bailar”. Con él creó su propio universo desde cero: la prueba de que no se trataba solo de un niño soñador y “disfrazado” de boricua, como le decían los escépticos al principio de su carrera.
Hoy, nadie le refuta que está en la cima del reguetón y que es el rey de los números: es el artista colombiano más escuchado en el mundo; el primero en Deezer durante tres años consecutivos; el tercero del mundo en Spotify; es junto a Bad Bunny uno de los líderes del ‘latino gang’ –esa comunidad de artistas latinos del género urbano–; es el primer latino en ser el show principal de los festivales Coachella y Lollapalooza y es el primer latino en colaborar con Guess. Este año, para completar, fue la estrella del megaconcierto virtual Fortnitemares (31 de octubre), organizado por la plataforma Epic Games, dueña y creadora del videojuego Fornite.
Yo sabía en qué me había metido y que me iba a tocar comer mucha mierda para poder estar donde estoy hoy. Y, bueno, valió la pena y seguimos
Es J Balvin, el fenómeno que creó un imperio, que este año fue incluido en la lista de los 100 personajes más influyentes de la revista Time y que en el 2020 rompió otro Guinness Record por ser el artista más nominado (trece veces) en un único año en la historia del Grammy Latino.
Lo que no dicen esos números es que en principio su sueño era que lo fichara y grabara Discos Fuentes, una disquera modesta de Medellín famosa por grabar artistas de música tropical, ranchera y popular. Todo comenzó cuando el hijo de uno de los dueños de Discos Fuentes lo vio por casualidad mientras improvisaba versos en una calle en Medellín. “Te voy a prestar mi estudio pa’ que grabés una canción”, recuerda que le propuso. Así grabó su primera canción de manera profesional. Después de eso, estuvo en el estudio de Fruko –una leyenda de la salsa colombiana–, donde grabó una canción de reguetón con Shawn, del grupo de reguetón paisa Tres Pesos, y de ahí en adelante ya no paró de producir éxitos. J Balvin hace una pausa en medio del recuerdo, no duda: “Ellos fueron los pioneros del reguetón en Colombia”.
Además de ser fanático acérrimo de Daddy Yankee (a quien le dedicó una línea en su canción Reggaeton (2018): “Yankee pa’ esta me inspiró”), es un gran admirador de la cultura japonesa, tiene una casa estilo wabi sabi (belleza de la imperfección) y
en ella un bonsái de 100 años. Un “niño” –como se autodenomina– que se reunió con la megaestrella del baloncesto Michael Jordan en París para hablar de moda e intervenir sus famosos tenis Air Jordan 1, que agotaron existencias en la tienda online de Nike en solo minutos; y en Tokio, con Takashi Murakami, una de las estrellas del arte mundial, para que fuera el director creativo del arte de su álbum Colores y diseñara las piezas de merchandising.
Un tipo que estudió Negocios Internacionales (aunque no se graduó), que es disciplinado y madrugador, que le huye a tener esquemas de seguridad, que es fiel a sus amigos, que lloró cuando se enteró de que una de sus canciones sonaba en un
restaurante de un pueblito medieval en Suiza y que no tiene miedo a mostrarse vulnerable.
Reaggeton fue uno de los grandes hits de J Balvin en 2018, el mismo año en el artista colombiano ganó un Grammy Latino a mejor álbum urbano con Vibras.
Tiene tres grandes amores: su mamá, su sobrina y Medellín. Está felizmente ennoviado con la ex señorita Argentina Valentina Ferrer. Su color favorito es el negro, aunque su último tour se haya llamado ‘Arcoíris’. De su música dice que suena “sexi, pero no vulgar”. Su jefe de prensa dice que nunca olvida un rostro. En Medellín no hay una discoteca donde sus canciones no se vuelvan la espuma envolvente del perreo nocturno, el “báilalo por obligación”, como dice su canción Qué calor (2019).
Y aunque ha logrado todo lo que ha soñado y que el 2020 fue un año sin igual para él, también tuvo que enfrentar en agosto un duro cuadro de depresión detonado, entre otras cosas, por su contagio el covid-19, y del que se está recuperando en la actualidad gracias a un tratamiento psiquiátrico. Hace poco reconoció que ha tenido pensamientos suicidas varias veces en su vida y que, contrario a lo que muchos creen, no es por ingratitud con la vida, sino porque sufre de desrealización y despersonalización: dos facetas de su ansiedad. Está decidido a no callar el tema si con eso consigue ayudar a personas que tengan problemas con su salud mental como él.
J Balvin es “el negocio, socio”. Es los diez colores de su último disco. Es, también, la luz que le alaba su mamá y la oscuridad con la que él lucha a toda costa. Es el que siempre pregunta: “¿Estamos rompiendo o no estamos rompiendo, muchachos?”.
Siempre fui elocuente y con mucha energía todo el tiempo, era un niño muy expresivo. Recuerdo que había flauta en el colegio, me gustaba mucho, y también escuchaba mucha música. Mi papá siempre estaba escuchando salsa; recibí eso de mi infancia e influyó muchísimo en que me gustara la música.
El barrio donde creció en Medellín, Belén Malibú, era muy salsero. ¿Recuerda qué lo marcó de la salsa?Había unos grupos de salsa que me encantaban y que siempre me inspiraron muchísimo a sentir la música y la vibra. Tito Rojas, Tito Fuentes, Héctor Lavoe, Marc Anthony, Víctor Manuelle, La Fania, obviamente, contando a Celia Cruz dentro de todo el combo. Estaba también un grupo de salsa que escuchaba muchísimo: la Orquesta Narváez.
El Combo de las Estrellas, ¡qué nota! [canta]. En ese momento, también estaba muy fuerte localmente Darío Gómez, Grupo Niche de Cali, Galy Galiano, Octavio Mesa, Fruko y sus Tesos. Era un momento en que se sentía mucho el poder de las disqueras nacionales. Discos Fuentes, Codiscos, esas eran las dos que yo tenía muy presentes: “¡que algún día me firme Codiscos o Discos Fuentes!”, decía.
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El rap es un movimiento de culto y es la música más representativa de Estados Unidos con el country, posiblemente. Aunque mi encuentro con el rap fue más en Medellín, porque yo no conocí Estados Unidos sino hasta los 15 o 16 años. Pero aquí en Medellín ya escuchábamos Tupac, Notorious B.I.G., Bone Thugs-n-Harmony, No Limit, Snoop Dogg; fue cuando llegué a Estados Unidos que empecé a escuchar Eminem, 50 Cent. En Medellín también escuchábamos rap en español: Tres Coronas, La Etnnia, Gotas de Rap. Yo soy superfanático de La Etnnia, o sea, 527, El ataque del metano. Todo eso fue cien por ciento mi inspiración para dedicarme al rap, porque yo empecé rapeando.
En el colegio, usted vendía dulces que su tía le mandaba desde Estados Unidos… ¿Era bueno el negocio?Yo decía que me los traían de Estados Unidos, pero esos dulces los compraba en ‘El Hueco’ y los vendía. Cry Baby era lo que más vendía, y Bazooka. ¡Uy, qué rico un chicle Bazooka, parce! Eso es superclásico.
Después, a los 22 y 23 años lo dejó todo, hasta su carrera en la universidad, para perseguir su sueño. ¿Es verdad que le hicieron matoneo por dedicarse al reguetón?Pues, ustedes le dicen matoneo, otros, bullying; a mí me parece normal, aquí lo cogen a uno de bate [risas]. Yo entendía que la gente se riera de mí porque, finalmente, yo estaba mirando totalmente para la izquierda cuando todo el mundo estaba yendo para la derecha. Entonces, soy consciente de que la gente me dijera en ese momento que estaba loco y que estaba disfrazado. Pero, ahora los que parecen disfrazados y locos son ellos. Afortunadamente, siempre tuve mucha personalidad para ir a la universidad, la Eafit, vestido con mis trenzas y con los pantalones anchos, pero en ese momento era muy raro. Obviamente, hasta los suegros me decían que yo parecía un astronauta, pero, normal, pues, ya estamos viviendo en la luna; de pronto tenían razón.
Conozco más los colegios que el ministro de Educación. Conocimos todos los colegios de Colombia, estrato alto, medio y bajo. Las discotecas estuvieron 'cool', pero mi historia empezó en los colegios
Porque cuando escuché a Daddy Yankee yo pensaba que él era afro, más o menos como Tego Calderón. Normalmente, el hip hop siempre se vio reconocido por ser de afroamericanos, incluso el reguetón cuando empezó, el ragga, la mayoría también eran morenos o negros. Cuando vi por primera vez la imagen de Daddy Yankee dije: “¡Ah, yo puedo ser como él!”. Como que ya vi que se abrió un camino, vi que Yankee era blanco, ¡un latino!, como yo. Con eso empecé a ver que yo podía entrar dentro de la estética, vi una esperanza de poder pertenecer y ahí ya me creí la película. Me la
pasé copiándolo en todo. Yo era como ‘Yo me llamo Daddy Yankee’ cuando empecé, hasta que me di cuenta de que Daddy Yankee solamente iba a haber uno, entonces dije, bueno, yo tengo que crear a J Balvin.
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Aquí estoy con él, ‘el Negro’, como le decimos de cariño, Carlos Herrera, que nunca le supe el nombre sino hasta después de cinco años de conocernos [risas]. Nos varamos en su carro y le tocó a él montarse primero en un carro para traer gasolina y, luego, devolverse en un camión lleno de cobijas. El sitio en donde nos quedamos varados era una zona guerrillera en ese tiempo: ¡qué calor en todo el sentido de la palabra! Y, obviamente, estábamos más bien estresados, pero ‘el Negro’ fue la salvación, volvió con la gasolina y pudimos regresar a Medellín.
Su papá, que fue su mánager durante diez años, dice que “nadie ha hecho más discotecas y cumpleaños en Medellín” que usted. ¿Qué recuerda de esos primeros y pequeños escenarios?Yo conozco más los colegios que el ministro de Educación. Conocimos todos los colegios de cada ciudad de Colombia, estrato alto, medio, bajo, muy bajo. Las discotecas estuvieron cool, pero mi historia empezó en los colegios. Era chistoso porque a veces hacían algarabía por un tipo que nadie conocía, pero pues que cantaba reguetón, y uno ya se creía famoso. Recuerdo un día que mi amigo ‘el Negro’ estaba conmigo y se me abalanzaron por ahí trescientos niños en un colegio de Medellín, y el man me miró como diciendo “chao” mientras yo me perdía entre los niños. Ese día, él y yo estábamos peleando [risas] y los niños me llevaban mientras yo gritaba: “¡Negro!”, y él solo hacía ‘chao’ con las manos.
Hablemos de otro barrio importante para su carrera: Robledo La Pola, en Medellín. ¿Cuál es el gran recuerdo que tiene de ese barrio y de ‘La Palma Records’?En Robledo La Pola, ahí empieza el movimiento del reguetón en Medellín. Bueno, aunque antes ya estaban Tres Pesos, Golpe a Golpe, Chester, Jhuta; había muchos artistas antes que yo. Yo era el groupie de ellos, me iba detrás de ellos a todos lados a aprenderles y a escucharlos. La Palma Records tiene la historia del reguetón colombiano; tan siquiera de la primera etapa, segurísimo. De ese tiempo, recuerdo una esquina donde comprábamos el pan de $ 500 con la gaseosa y el rollito y nos sentábamos a soñar lo que hoy día estoy viviendo: “¡Ay!, me imagino cuando estemos viajando y conciertos llenos, cuando estemos en MTV, cuando estemos en un Grammy”. Todos esos sueños de barrio, de vecindario, se volvieron una realidad. En ese momento ni sabía qué era el Super Bowl, pero siempre tuve fe en que iba a lograr algo muy grande dentro de la música a nivel mundial.
En el 2009, usted se hizo famoso por un comercial de TV colombiano en el que salía cantando su frase del momento: “el negocio, socio”. ¿Cómo le llegó la oportunidad de hacer ese comercial de motos?La posibilidad de grabar con AKT fue el timing perfecto porque la música mía ya estaba pegada en Colombia, mi éxito de ese momento era Ella me cautivó, pero nadie conocía mi cara. La idea era que la imagen de AKT fuéramos Darío Gómez y yo; no sé, por algo terminé solo yo. Ese comercial fue un gana gana, porque pegamos ese eslogan: “el negocio, socio”, que es mío, pero lo combiné con AKT, y el comercial me dio para que la gente me reconociera la cara.
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Desde AKT ya era J Balvin, ese ya era mi nombre artístico. Lo único que me salvó fue el trabajo y la disciplina constante. Nunca le bajamos al trabajo y sacrificamos muchas cosas de nuestra juventud por estar trabajando. Es muy posible que todos los amigos míos que se quedaron rumbeando toda esa época hoy día estén diciendo: “¡Ah!, este marica, ya entiendo por qué trabajó tanto”. Yo llevo apenas cinco años de estar realmente como un artista establecido dentro del mercado latino y a nivel mundial. Esos otros cinco años [2010 – 2015] fueron la creación del personaje en Colombia. Ha sido una recompensa justa para el trabajo que hice.
¿Cuándo se dio cuenta de que ya no había punto de retorno en su carrera?Yo dije que el día que me firmara mi nombre artístico en la piel, ese día no iba a haber reversa. Me fui un día para Galerías de San Diego en Medellín y me escribí J. B. Siempre pensé que el día que yo me pusiera mis siglas artísticas en mi piel, o lo hacía o moría en el intento. Fue por la misma época en que visitaba los colegios.
Su jefe de prensa dice que usted es un “genio del marketing musical”. ¿Qué significa eso?No sé, hay que preguntarle a él [risas]. Yo simplemente soñé. Hay que agradecerle a Gustavo Rincón, que aunque no creía y nunca creyó, pues me dio la oportunidad y le tocó duro [risas]. Me acuerdo de ir a Tv y Novelas y estar sentado cinco o seis horas para que lo recibieran a uno y tómese el tintico y nada más. Yo grababa mi pauta para Estilo RCN: “¡Qué tal, soy J Balvin y soy Estilo RCN!”, y eso era como sentirme en la pasarela de Chanel. Luego esperaba en el televisor: “Mamá, ahí viene el video”, y nada, no me ponían. Eso es lo bonito de la historia, no crecí con dolor ni con resentimiento. Yo sabía en qué me había metido y que me iba a tocar comer mucha mierda para poder estar donde estoy hoy. Y bueno, valió la pena y seguimos.
La idea era que la imagen de AKT fuéramos Darío Gómez y yo; no sé, por algo terminé solo yo. Ese comercial fue un gana gana, porque pegamos ese eslogan: ‘el negocio, socio'
No, porque yo no me voy a poner a cantar pop si el pop vuelve y explota. No me sentiría cómodo conmigo mismo y, en realidad, fue al revés: cuando empecé con el reguetón era el mejor momento del tropipop en Colombia, era indestructible. Me acuerdo de Bonka, Wamba y Mauricio & Palo de Agua; eran imparables. Y yo nunca me quejé del tropipop. Algo hicieron para que les fuera bien. Ya después llegamos nosotros y a muchos no les gustó, pero pues trabajé igual y más duro. Yo siempre sueño es con seguir conectando con la juventud y con el mundo, si no es con la música es con los tenis, si no es con los tenis es con el arte, si no es con el arte es con la moda, si no es con la moda es con la meditación, si no es con la meditación es con los negocios... Siempre habrá una manera para buscar conectar.
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Es que la música fue la que me abrió el mundo para hacer lo otro. Si yo no hubiera sido exitoso en la música, los tenis Jordan que salieron antier no se hubieran vendido en menos de un minuto, porque es el personaje lo que la gente está con sumiendo. Pero ahora que estoy establecido ya sí me puedo atrever a hacer más cosas; sin embargo, la prioridad siempre será la música porque es la que me lleva a otros lugares.
En el 2013, dejó de ser independiente, de grabar solo con sus amigos, y empezó a trabajar con una disquera multinacional. ¿Cómo llegó esa propuesta?Primero fui firmado por EMI, y odiaba las disqueras porque, claro, fui hecho a pulso. Yo decía: “A mí no me van a decir qué hacer, ni cómo me voy a vestir, ni qué canción voy a cantar”, y hasta el día de hoy a mí no me dicen qué canción debo sacar, ni siquiera se atreven a decirme “pensamos que este pueda ser el sencillo”, pero yo creo que eso uno se lo gana es con hechos. Afortunadamente, hubo un negocio grande a nivel mundial y Universal compró a EMI y yo quedé dentro del grupo de Universal por default [por defecto].
¿Un golpe de suerte?Sí, fue un golpe de suerte, pero también pudo haber sido un dolor de cabeza porque ellos pudieron haber dicho: este man no es prioridad para nosotros. Ahí fue cuando yo me preocupé, pero tuve la oportunidad de hablar con Jesús López y con Angel Kaminsky en ese momento y les pinté mi esquema y mi visión, y hasta el día de hoy seguimos trabajando juntos. Ya no les tengo ni mucho menos rabia a las disqueras, pero no digo que se necesite disquera para salir adelante en la música. Antes era una necesidad, hoy hay más posibilidades, aunque es más difícil porque hay cada vez más artistas y más plataformas para la música. Pero si tienes la canción correcta, y el timing te ayuda también con la suerte, es muy posible que puedas hacer una carrera totalmente exitosa y global sin tener una disquera de las conocidas, porque hasta puedes crear tu propia disquera.
Después, en el 2015, llegó Ginza y dio el salto al mercado mundial. ¿Cómo surgió esa canción?Ginza fue una canción que me atrevo a decir que hizo que el reguetón volviera en Estados Unidos y a México y a muchas partes donde ya nos tenían vetados, donde ya todo el mundo hablaba de género urbano y yo fui el único que me atreví a volver a hablar de reguetón. Al principio no me gustaba la canción, me parecía como de niños, la pista me parecía ya muy jocosa y todos me decían: “Parce, esto es un palo”. Yo creo que estaba Feide, Bull Nene, Sky y Mosty. Esa noche me acosté a dormir y cuando me levanté sacaron esa idea y yo, no sé, eso está como raro. La grabé, fue creciendo dentro de mí y, finalmente, esa canción fue el renacer del reguetón desde un colombiano. Es algo de lo que me siento orgulloso.
¿Cuándo conoció por primera vez a Daddy Yankee? Porque usted casi llora cuando él le entregó el premio de Ícono Mundial en los premios Lo Nuestro 2020.-La primera vez que conocí a Daddy Yankee lo conocí como fan. Estaba temblando también. Lo buscaba, lo esperaba en los hoteles, me tomé una foto con él un día cuando vino al primer concierto en Envigado.
Michael Jordan y yo tuvimos una conversación muy bacana en París. Esa noche se dio la oficialización de los tenis Jordan. Han sido las ventas más rápidas que han tenido ellos [Nike] en la historia
Air Jordan?
Fue difícil, pero también lo entiendo. Fue el mismo proceso que tuve que hacer en Colombia cuando empecé, luego tuve que hacerlo en Estados Unidos y, luego, con las marcas. Michael Jordan y yo tuvimos una conversación muy bacana en París. Esa noche se dio la oficialización de los tenis Jordan. Han sido las ventas más rápidas que
han tenido ellos [Nike] en la historia.
En la Comuna me sentí como en casa, porque es que yo empecé en las comunas de Colombia cantando, entonces ahí no hay miedo ni azare, ni nada de eso. Me siento mucho más seguro en cualquier comuna de Medellín que al estar, de pronto, en una esquina de Nueva York donde no debo estar. Y, bueno, hice lo de Guess ahí porque
quería hacer ese statement [declaración]. Primero, es la primera vez en la historia que un hombre es imagen de la marca, consecutivo ya dos años. Guess es una de las marcas más conocidas en el planeta, sin duda alguna, y ellos siempre hacían las campañas como en Italia o en Estados Unidos, entonces yo dije: “Parce, yo teniendo la oportunidad de ser el primer latino y el primer hombre imagen de la marca, hagamos la campaña en Medellín”. Y ellos no lo dudaron un segundo. El maestro Paul Marciano y su hijo Nicolai son superreceptivos y, bueno, salió la cápsula de Medellín pa’l mundo.
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Al principio, Benito me pareció como raro; después de empezar a escuchar más su música un amigo me lo presentó, compartí con él y dije: “¡Guau, qué cool!, es diferente, hay otro loco por fin”. Porque hasta ese momento, yo era como el único loco diferente dentro del género, que llegué con otra vibra, con alegría, positivismo, con darle besos a la gente en los premios, o sea, con otra vuelta muy diferente, cero “maleanteo”, más humano. Y ahí siguió creciendo nuestra locura y tenemos una posición sumamente privilegiada en la música a nivel mundial. Me siento muy orgulloso de haber tenido una visión clara sobre lo que iba a pasar con Bad Bunny o de haber colaborado con Rosalía mucho tiempo antes que otros, o con Jhay Cortez… muchos artistas con los que hemos colaborado antes de que se volvieran las super estrellas que son hoy día y sin ningún interés más allá de que me parecían muy buenos artistas.
En su más reciente álbum, Colores, incursionó en las colaboraciones con artistas plásticos. ¿Recuerda qué le dijo Murakami cuando usted le propuso hacer el arte para un disco de reguetón?Recuerdo que me dijo que sí y casi me desmayo. Murakami es uno de los artistas pop art vivos más importantes; uno de los top tres del planeta, sin duda alguna.
¿Él ya lo conocía cuando usted le propuso la colaboración?Sí, claro que sí. Ya sabía de mí, ya habíamos compartido en París, en Japón, en su estudio en Tokio. Para hacer un approach así con un maestro tan grande como es Murakami, él también tiene que valorar el arte de lo que uno hace y entenderlo, si no, no lo va a hacer. De lo contrario, muchas personas tendrían una colaboración con él.
Pocos saben que le gusta coleccionar arte. ¿Cuáles son sus piezas de arte más queridas?Kaws y Murakami son mis artistas favoritos, ambos son amigos míos; gracias a Dios tengo la oportunidad de llamarlos parceros. De tres de los artistas pop art en el mundo más importantes, dos son muy panas míos y tengo la posibilidad de hablar de arte y de aprender, de estar en sus estudios, que me muestren su trabajo. Es como llevar a un niño a una juguetería.
Kaws y Murakami son mis artistas favoritos. Gracias a Dios tengo la oportunidad de llamarlos parceros. De tres de los artistas pop art en el mundo más importantes, dos son muy panas
Soy un niño, nunca pude madurar. Lo intenté, he trabajado y no he podido. Claro, el día que yo tenga un hijo serán dos hijos y la mamá [risas]. No maduré, no quise hacerlo y me parece que madurar es una trampa.
¿Cuántos juguetes tiene?No. Los niños simplemente disfrutan y no cuentan cuántos juguetes tienen. Soy juguetero.
Acaba de ser anunciado como el tercer artista del mundo más escuchado en Spotify. Técnicamente, ¿qué significa eso en su carrera?Significa seguir la globalización de mi carrera, seguir creciendo. Van cuatro años que no hemos salido del top cinco. Ahora nos mantenemos en el top tres de más ‘streamiados’ y es brutal, porque sigo compitiendo conmigo mismo y con las nuevas generaciones. No soy ni de la vieja ni de la nueva escuela, estoy en el medio. Y me encanta ver a los niños conectando conmigo, que les guste lo que hacemos.
Siempre soñó con tener una disquera, ¿en qué va ese sueño ahora?Está brutal. Vibras, mi empresa, seguramente se volverá una disquera más adelante. Por ahora, tengo La Familia, una disquera en alianza con Universal en la que está Matt Paris, que es un jo ven muy talentoso de Bogotá, y una dominicana llamada Gabi. Todo es un proceso.
Su otro sueño: ser el show principal de un Super Bowl, ¿cuándo cree que será realidad?Podría pensar que en unos dos o tres años, máximo cuatro.
¿Cómo lo llamaron para acompañar el Super Bowl de este año?Me llamó mi mánager y me contó. Me tuve que quedar con ese secreto como por seis meses.
El reguetón es un género tan grande como el rock o el pop. Del top tres del mundo, somos en este momento dos latinos reguetoneros los más ‘streamiados'
Porque todos los días sale música y nuevos artistas. Porque para los gustos, los colores, y cada vez hay más.
¿Pero para usted ya es un género igual de grande al rock o al pop?Cien por ciento. Ya no hay duda alguna de que lo es. El reguetón es un género tan grande como el rock o el pop. Del top tres del mundo, somos en este momento dos latinos reguetoneros los más ‘streamiados’. Sume esos dos... Los números no mienten, ya somos grandes como movimiento.
Dicen que usted y sus amigos del colegio bailan “igualito”, con el mismo “arrugadito de jeta”. De 1 a 10, ¿cuánto se daría como bailarín de reguetón?Ah, un cinco. [Risas].
La depresión estuvo muy presente en su 2020. ¿Qué ha reflexionado sobre ella?La ansiedad y la depresión son una realidad. Son unas de las enfermedades más grandes actualmente. Mucha gente las sufre, y entre esa gente me incluyo yo. Hay que darle una luz de esperanza al mundo sobre el hecho de que hay formas de manejarlas por medio de la psiquiatría, de la meditación, del deporte, y no tengo problema en hablar de ello. Ese es mi mensaje: “¡Hey!, no estás loco, no pienses que estás loco si tienes un problema como ansiedad o depresión, o lo que sea”. Hay tratamientos para esas enfermedades. Es difícil, es muy difícil, pero se sale y aquí estamos en el proceso.
Muchas de sus personas cercanas le dicen Josecito, usted se ha autodenominado ‘el niño’e Medellín’ y su nombre artístico es J Balvin.¿Son tres personas diferentes?
No. Tendría un trastorno de personalidad si fuera así [risas]. Nada, son la misma persona. De hecho, ser la misma persona me ha dado muchas bendiciones y también me he metido en ciertos problemas. Les meto mucho corazón a las cosas en donde debería meterles más negocio.
Gracias por leernos.
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POR: KAREN PARRADO BELTRÁN
FOTOS: @TEOGRAPH
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 102. DICIEMBRE 2020 - ENERO 2021