Carlos
Enríquez, el controvertido artista cubano del pincel
Por
Noel Martínez
Considerado como uno de los mejores artista
de la plástica cubana de la primera mitad del pasado siglo, Carlos Enríquez
fue sin dudas un rebelde del pincel.
Nacido el 3 de agosto de 1900 en la
localidad de Zulueta, en la antigua provincia de Las Villas, se destacó
como nadie de su tiempo en llevar al lienzo la belleza del cuerpo
femenino, razón por la que fue criticado y reprimido por una burguesía
conspicua e hipócrita.
Pintor de grandes cualidades naturales,
Carlos Enríquez recibió un solo entrenamiento académico, en un breve
curso en la Pensnsylvania Academy, regresando a Cuba en 1925 acompañado
por Alice Neel, con quien se casó.
Dos años después de su retornó, dos de
sus desnudos femeninos fueron retirados de la Exposición de Arte Nuevo
bajo la acusación de “ un realismo exagerado ”, represión que se
repite poco después y que lo empuja a salir de nuevo hacia el
extranjero.
Europa
y su influencia en la obra pictórica de Carlos Enríquez
En la búsqueda de nuevos horizontes
creativos, Carlos Enríquez viajó a España y Francia, países donde la
proximidad a las vanguardias influyó de manera positiva en su
obra.
Acerca de esa etapa en el Viejo Continente,
el famoso novelista Alejo Carpentier aseguró que le despojó de toda su
potencialidad de escándalo y según los críticos fue ese el momento
artístico donde Carlos Enríquez pintó sus mejores cuadros, entre
ellos Primavera bacteriológica, Crimen en el aire con Guardia Civil y
su Virgen del Cobre, obra donde el tópico afrocubano asume un
sincretismo religioso, símbolo del mestizaje antillano que se
contrapone a la imagen tradicional de la Patrona de Cuba, dado por el
cristianismo.
De regreso a La Habana en 1934, la represión
vuelve a sacar su mano oscura e impide una exposición de las obras en
su etapa europea.
El
romancero guajiro de Carlos Enríquez
Radicado
definitivamente en Cuba, en 1935 Carlos Enríquez comienza a definir sus
nuevas orientaciones plásticas, las que apuntaron al mundo rural de los
cubanos, etapa que identificó como“ el romancero guajiro ”.
Sin
abandonar el erotismo y la anatomía femenina, sus cuadros recogen las
leyendas del campo, la imagen de héroes y bandidos, el recuerdo de los
patriotas y una fina denuncia social.
En
esa época vieron la luz obras antológicas de la plástica criolla: Rey
de los Campos de Cuba, Las bañistas de la laguna, El rapto de las
mulatas, Campesinos felices, Dos Ríos y Combate, imágenes
que lo ubican a la vanguardia del modernismo cubano.
Ciento
un año después de su nacimiento, ocurrido el 3 de agosto de 1 900, hoy
sus cuadros forman parte de la memoria histórica de la nación,
recordando desde las paredes del Museo Nacional de Bellas Artes el
triste pasado de Cuba.
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