arcad[i]as y convulsiones, perro muerto en tintorería: los fuertes (I) Tan imprescindible como el primero
enlazando con su homónimo, que no precedente, le damos la palabra a[l yo de] Dominique de Courcelles:
Aquella espectadora que pone en escena sus sentimientos, que los observa, que se hunde muy profundamente en su butaca del teatro, que los examina de nuevo, soy yo. [...] Formo un único cuerpo con la mutación de las cosas. Así se reabsorbe la fragmentación de los puntos de vista; los puntos de vista se invierten, las posiciones son iguales; accedo a una visión global, es decir, que ya no veo desde mi propio lado, sino desde todos los lados por los que se desarrolla la realidad.
Dominique de Courcelles, "Variaciones de noche ", Viaje de hierba y de lluvia
como podríamos cedérsela, igualmente, a Jorge Semprún:
En algún momento de sus libros se pregunta por su verdadera patria. ¿De dónde soy? ¿Español o francés?
Tiendo a decir que soy un escritor francés; sólo he escrito un libro en español, Veinte años y un día, porque ocurría en España. Me molestan los defectos españoles y me molestan los defectos franceses. Soy más bien un ilustrado francés o un afrancesado. Luis Buñuel se reía de los que le decían afrancesado: "A mucha honra, afrancesado a mucha honra", decía, ¡Ja, ja! Qué razón tenía Buñuel.
Juan Cruz entrevista a Jorge Semprún, EPS, "Sin memoria, yo no existiría"
cromos (iconos): Le déjeuner sur l'herbe de Manet | discóbolos | gestos con kleenex ensalivados frotando el cuerpo del otro, a modo de muecas cortesanas [revisión animalizante] | una foto de cumpleaños | espasmos salpetrianos, cuadro de histeria femenina | coreografías a modo de vídeoclip con regusto Aplauso, vampirizado hasta la náusea en las operaciones-triunfo y felizmente regurgitado por Javier Álvarez
diálogos filosóficos en carreras por entrecortadas y no competitivas, distantes de la Danzad, danzad malditos de Robert Redford pero equivalentes en desgaste, en torno a un césped de hierba intensa, vergel a modo de seno que acoge el confort burgués representado en un sofá (su tapizado coordinado con el cuadro de Fragonard), deporteopio [0]
[0] desde el principio hay una presencia del mundo del fanatismo del fútbol (habitualmente santificado por su condición de deporte) cuyo [fuerade]campo es a menudo debatalla: son camisetas de fútbol las que etiquetan a los personajes y los numeran cuando están de-cara-a-la-pared o en sillas escolares, formando filas (en toda regla)guardando las distancias con el brazo extendido hasta el hombro del compañero de delante o recitando las enseñanzas de la muchacha con yihab, camiseta y vaqueros redifiniendo Europa
muertes por accidente (detráfico en especial, con efectos liberadores desde la propia sociedad que al mismo tiempo los denosta y los emplea como arma estadísticoarrojadiza, según la autora nos dicta [mártires de la libertad o morir en accidente de tráfico]) conforman una B.S. a ritmo de crash
muñecoscadáveres de Enrique Marty recogen la fuerza de sus instantáneas familia[re]s, surgen las paradojas que Fernando León de Aranoa retrata también en su Familia
las ropas de blancanieves, en palabras de la autora:
Con estos cuatro personajes se escribe un nuevo libro de Job. En el fondo son
cobayas dentro de una situación controlada. Un extraño demiurgo, Combeferre, fantasma procedente de la Ilustración, sustituto de Dios en la Biblia del progreso, los utiliza para construir un cuento moral que se ve irrevocablemente abocado al fracaso. Job se rebela, contra el Inquisidor y contra el Idealista, y la única conclusión a la que se puede llegar es la siguiente: que ante la naturaleza humana se tambalea cualquier tipo de orden social. No existe orden social que solucione la mezquindad, la hipocresía, el deseo de humillar y de ser humillado, no hay orden social que solucione la búsqueda individual de la violencia, el castigo y el perdón.
Ay, y alrededor de este
centro, la rosa del espectáculo:
florece y se deshoja. Alrededor de este pisón,
este pistilo, reencontrado por su propio polvo florido,
para volver a fecundar el fruto aparente del tedio,
su tedio nunca consciente -reluciendo con la más
delgada superficie de ligera, aparente sonrisa.
Rilke, Las elegías de Duino
la autora-directora-actriz-elputoactorquehacedeperro desliza su mirada, una vez más, potente, buscando encontrar en la penumbra la mirada de cada espectador
El padre de Blancanieves vive con la madrastra pero nadie lo nombra, nadie habla de él. La madrastra maquina contra Blancanieves, y el padre ¿por qué calla? ¿por qué no actúa? Con todo, el padre nos delata. Ahí está el bosque en la oscuridad; ahí, el tiempo transcurrido sin que la atención se dirigiera hacia ese a quien, una vez nombrado, la atención querría suponer de viaje, o en la guerra o muerto. Pero el padre aguarda en el castillo, mudo. Estaba ahí. Como la inadvertencia.
Belén Gopegui, El padre de Blancanieves
diseccionando, una vez más, al público, tras haber escrito en la pared:"¿hay algún hijo-de-puta que quiera MATARME?" quienes a estas alturas de la representación, pudieran querer hacerlo ya no están [1] el silencio está despojado de la violencia en la propuesta inicial y la autora-directora-actriz-elputoactorquehacedeperro inicia un baile de jugueteo de nuevo feroz, con la horca que se tenía preparada y anuncia el final, por extenuación
[1] hace algo más de dos horas, habíamos superado la prueba de fuego: la puerta abierta, el actor, con furia, se ha declarado víctima social a través del espectáculo a que da vida y se excusa por ello, esgrimiendo sus razones; al público, con no menos violencia, le asigna el papel de verdugo; la intensidad de la mirada de Angélica compite en igualdad de condiciones con la suma de las 80 dirigidas desde las butacas y los papeles se invierten, hemos sido forzados a abandonar nuestro cómodo rol de voyeur en la oscuridad para convertirnos en objeto de su mirada, momento Godard (intencionalidad Haneke, entre sus Funny Games y Caché). entre el decir y el ladrar la autora-directora-actriz-elputoactorquehacedeperro invita a la diserción abriendo la puerta y lanzando su mirada inquisidora: silencio gélido en la sala "el que se quiera ir que se vaya... ahora es el momento", "después va a ser una molestia" es el empujón definitivo, una pareja abandona la sala, la función continúa, existe ya un pacto que funciona a modo de vínculo de confianza y cierta distensión tranquiliza el ambiente aunque la intensidad se mantiene hasta el final
Angélica cubre con mantas los maniquíescadáveres desnudos, los actores, sin zapatos, con la ropa interior hecha jirones, se cubren también con mantas
Demasiada moribundia, demasiado acabamiento como para poder ahora seguir afianzándonos en algún territorio, demasiado alegre arrojar por la borda tanto supuesto lastre para, a la postre, descubrirnos desnudos y sin nada en que apoyarnos, flotando desconcertados a la deriva, entregados a la estéril soledad del sálvese quien pueda, en la ausencia de un plano de consistencia capaz de sostener la interacción discursiva.
José Luis Brea, Nuevas estrategias alegóricas
se acaba la obra, Angélica revela su cara amable al público arrojándo[nos]le un ramo de flores