Murió Dana, la guía espiritual de Arco Iris. Sucedió hace mucho, en setiembre de 2003, pero la noticia recién se conoce ahora, cuando  su compañero de la actividad musical y de la vida, Ara Tokatlian, decidió dar a conocer una carta abierta de despedida.

Dana y Ara en su cabaña de Blue Jay, en las afueras de Los Angeles. Desde allí sostenían la actividad de Arco Iris, ya no en el mundo del rock sino, desde años, en las aguas del jazz moderno.

Dana y Ara en su cabaña de Blue Jay, en las afueras de Los Angeles. Desde allí sostenían la actividad de Arco Iris, ya no en el mundo del rock sino, desde años, en las aguas del jazz moderno.

Con Dana y Ara nos vimos varias veces lejos de un escenario, siempre en el departamento de los Arco Iris en Buenos Aires, en la calle Honduras a un par de cuadras de Coronel Díaz. Fue a principios de los 90. En ese tiempo, cada vez que Ara y Dana llegaban a Buenos Aires, nos encontrábamos con el pretexto de un reportaje.

En una de esas ocasiones, ella me dijo algo que nunca olvidaría por lo contundente y claro. Para explicarme por qué era vegetariana, me disparó con dulzura y firme a la vez: “No puedo comer nada que me mire”.

…Uhhh.

Muchos años antes, a fines de los 60, esa dulzura y esa sabiduría cautivó a los jovencitos Gustavo Santaolalla, Ara Tokatlian y Guillermo Bordarampé, que animaban el novel grupo Arco Iris, y así esa bella modelo ucraniana llamada Danais Winnycka se convirtió en líder espiritual del grupo.

Ara y Dana

Ara y Dana

Bajo su influjo, Arco Iris concretó una obra clave para los comienzos del rock argentino: entre 1969 y 1974, hizo siete álbumes en los cuales documentó una interesante evolución, inaugurando la fusión con los ritmos folklóricos del país. Y más: vivió una experiencia comunitaria de formas y fondo tan definidos como ninguna otra similar en esos años.

Cuando Santaolalla primero y Bordarampé después dejaron el grupo, desilusionados, desencantados o enojados, Ara y Dana quedaron solos y unidos. Y siguieron con Arco Iris, ya no en el rock sino en las aguas del jazz moderno.

En la segunda mitad de los 70 dejaron el país -como tantos otros, en ese día que era noche cerrada – y aterrizaron en Los Angeles; más precisamente en las afueras de esa gigantesca ciudad, en una cabaña ubicable en la localidad de Blue Jay, dentro del Parque Nacional de las montañas de San Bernardino. Asentados en ese lugar, donde instalaron también el estudio de grabación llamado Danara -el nombre, simbiosis pura- en el cual grabaron una decena discos, se dispusieron a no detener su actividad y lo lograron.

AraUltimamente no sabía mucho de ellos.

Hasta que un periodista amigo de la pareja, Sebastián Ramos, recibió una carta escrita por Ara que da cuenta del fallecimiento de Dana.

Es una carta sencilla y puro amor.

Me es muy difícil describir en pocas líneas el inmenso legado de amor que nos dejó no solo a los más allegados, sino también a toda una generación de seguidores dentro del movimiento de rock nacional.
Dondequiera que estés Danais, te hago llegar mi más profundo sentimiento de amor y te agradezco para siempre el haberme invitado a compartir tu vida.

Es una carta de despedida porque la rubia que parecía flotar, se elevó para siempre en setiembre de 2003 y se fue.

Ara lo puede contar recién ahora.

No es tarde: quienes hoy se enteren y recuerden, más allá de discrepancias y disidencias, que Dana hablaba de la paz y el amor, estarán a tiempo de elevar una plegaria en su recuerdo.

Para que nunca se vaya.

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