Mañana hubiera cumplido 100 años Ernesto Alayza Grundy, miembro destacadísimo de la brillante generación de social-cristianos que fundó el Partido Demócrata Cristiano en 1956. Su larga e intachable carrera de servidor del Estado se inició como director de Hacienda en el gobierno de José Luis Bustamante Rivero.
Fue, por consiguiente, uno de los proscritos por el golpe militar de Odría, luego del cual encontró lugar en la práctica privada del derecho, en la que se mantuvo hasta un año antes de su fallecimiento, en el 2001. Pero su principal dedicación fue a la política, en la cual alcanzó altas responsabilidades, así como respeto y reconocimiento excepcionales, y compartidos por todas las posiciones partidarias.
En 1966 optó por el PPC en el cisma de la democracia cristiana, opción que mantuvo hasta el fin de su vida. Había sido vicepresidente en la plancha presidencial de Héctor Cornejo Chávez en 1962, y luego ocupó la vicepresidencia en la lista de Luis Bedoya Reyes en 1980. Luego lo fue por tercera vez en la plancha de Mario Vargas Llosa en 1990.
Por último fue un destacado vicepresidente de la Asamblea Constituyente de 1979, y desde la bancada del PPC la figura clave para establecer el clima de razonable concordia que permitió remachar aquel tránsito de vuelta a la democracia. Luego fue elegido senador en 1980 y nombrado ministro de Justicia por Fernando Belaunde Terry.
Si bien se mantuvo siempre dentro de la doctrina social-cristiana, en la política cultivó relaciones personales en todos aquellos sectores de los que discrepaba, pero con los cuales “la discusión ideológica sea un tema contemplable y practicable”, como dijo más de una vez. Siempre fue considerado como un demócrata dialogante.
Alayza Grundy dedicó importantes esfuerzos jurídicos y académicos a la PUCP, donde fue en diversos periodos secretario general, catedrático y decano de la facultad de Ciencias económicas, así como valioso consejero habitual de los rectores, desde Fidel Tubino hasta Salomón Lerner. Fue acaso el primero en advertir que la PUCP debía ser defendida frente a voraces enemigos.
Descendiente de una larga línea de reconocidos servidores públicos, que incluye a Hipólito Unánue, Alay-za Grundy fue un hombre austero. Aunque detrás de su estampa severa y su rigor de católico practicante, hubo en todo momento una persona bondadosa, jovial, de excelente humor para la tertulia.
Su vocación de servicio superó largamente una ambición política que se nos antoja casi inexistente. Quienes lo trataron en diversos campos de la vida invariablemente guardan un cálido recuerdo de su persona. Para este columnista fue siempre un privilegio participar de su generosa atención y de su enriquecedora conversación.