Tulancingo, Hidalgo.- La imagen de la Virgen de los Ángeles tiene importante connotación.
La Patrona de la Arquidiócesis de Tulancingo es venerada todo el año.
El día grande es el 2 de agosto, fecha próxima en la que feligreses llegan a esta ciudad, incluso en peregrinaciones, y se hace un programa especial en su honor.
Se conocen muchas historias sobre la veneración a la Virgen, destacan dos.
La primera narra que, en 1736, una epidemia de Matlazáhuatl azotó extensas regiones insalubres de la entonces Nueva España.
La enfermedad hizo estragos lamentables en el Valle del Mezquital.
Los otomíes de la zona de Actopan huyeron de la peste y llegaron a Tulancingo, estableciéndose en la base del Cerro del Tezontle.
En ese contingente venía un pintor quien, en una pared de adobe, plasmó la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles.
Pocos años después el artista murió; los vecinos empezaron a rendir culto a la imagen.
La otra historia, se sabe, que la imagen pudo haber sido creación de un artista italiano quien pintó la imagen de la Virgen de Los Ángeles.
La fe hacia esta imagen es muy marcada, desde hace casi 3 siglos, principalmente el 2 de agosto de cada año.
En enero de 1862 cuando el primer obispo Juan Bautista Ormachea y Ernaiz, obtuvo del Padre Pío IX la declaración como Patrona Principal de la Diócesis a la Inmaculada Reina de los Ángeles.
Así, 16 años más tarde, en 1878 se empezó un nuevo templo.
Aún no quedaba concluida para 1897, y el obispo, José María Armas, coronó la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles.
Para 1987 acude el entonces delegado apostólico Jerónimo Prigioni y con el arzobispo emérito Pedro Arandadíaz Muñoz y otros prelados celebraron a la Virgen.
SU SIMBOLOGÍA
La descripción de la Virgen que se celebra cada 2 de agosto refiere en su forma original, que parece estar “encinta”, permanece de pie posando sus virginales plantas sobre angelitos, muestran gran contento de servirle de peana (apoyo).
Otros 17 angelitos la rodean admirando la belleza de la Señora.
Ella luce con túnica color hueso y un pequeño escote orlado por un collar, la cubre del todo.
Su manto es de color azul y está recogido en uno de sus extremos.
Y, se forman pliegues sostenidos en los pulgares de sus manos juntas, a la altura del pecho.
Hay un sol rojo a espaldas de la figura, que simboliza la sabiduría de los indígenas y representa a Jesucristo.