Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política de Mabel Bellucci

Bellucci, Mabel. Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Buenos Aires: Emecé, 2010. 232 páginas; 23 fotografías en blanco y negro; $69.00.

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En la madrugada del 15 de julio de 2010 se aprobó la ley que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo en Argentina. Posteriormente a ese primer jalón a nivel nacional, emergen algunos libros que vienen a poner en relato parte de esa historia soterrada de las minorías sexuales. Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política (2010), de Mabel Bellucci, es una de las obras que reconstruyen parte de esa memoria compuesta de fragmentos y distintas versiones, y conservada las más de las veces en el registro oral. Una incipiente idea del libro nace en el 2007 con el propósito de homenajear a Jáuregui (1957-1996), fundador y primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), organización que surge en los tempranos y democráticos años ochenta. Esta organización y otras que vinieron luego construyeron un espacio que, mediante diversas estrategias de visibilidad, interpelaron al poder político y a la sociedad en su conjunto.

El género biográfico suele ser asociado a una escritura que discurre entre lo público y privado, en una cronología de las vicisitudes de una vida singular; sin embargo, en este caso, la autora propone “una biografía política” en la cual el adjetivo añadido es central, convirtiéndose en la clave de lectura del libro. Bellucci precisa: “…contar ‘su historia’ es, de algún modo, dar cuenta de una coyuntura política sumamente significativa de nuestro país y de nuestra generación” (21). Desde la figura pública que fue Jáuregui, se traza todo un recorrido que muestra las articulaciones, los circuitos y espacios que se fueron estableciendo en el interior de las agrupaciones de gays, lesbianas y travestis—Bellucci se detiene fundamentalmente sobre ellas—y la relación de éstas con otros actores políticos.

El texto inicia con una breve reseña sobre la vida de Jáuregui como joven estudiante y luego profesor en la carrera de historia en la Universidad de La Plata. Una travesía por París y otras ciudades europeas hasta su arribo a EEUU, donde se enteró de la llamada “peste rosa”, marcó una transformación subjetiva en él. Ya de regreso al país comienza su trabajo de militancia en defensa de los derechos de las minorías sexuales. Jáuregui sostenía que, para que ello fuera posible, la visibilidad en el espacio público era un paso decisivo. Así en 1983, en la tapa de la revista Siete días, acompañaba al título “El riesgo de ser homosexual en la Argentina” una fotografía de dos hombres abrazados. Uno de ellos era, precisamente, Jáuregui.

Los dos capítulos centrales, por su extensión y contenido, son “Activismo gay y partidos políticos (1982-1996)” y “Gay y lesbianas…muchos más que dos (1984-1996)”. En el primero, se tienden las hebras de un entramado entre las agrupaciones de gays y, fundamentalmente, algunos sectores de la izquierda de Buenos Aires quienes consideraron necesario incluir en sus enunciados programáticos la defensa de las minorías sexuales. Uno de los puntos centrales que se marcan allí es la distancia que se establece en términos de matriz ideológica entre el Frente de Liberación Homosexual (FLH)—donde desempeñó un rol decisivo el escritor Néstor Perlongher—, en los primeros años setenta, y la CHA. Mientras que el primero entendía que la revolución era posible si involucraba el plano sexual, en el segundo el discurso aludía a la defensa de los derechos humanos y de las libertades individuales. En la transición hacia los noventa el concepto de los derechos civiles desplazó el de los derechos humanos. La autora señala que: “…la democracia consiste en que las minorías deben estar emparentadas, protegidas y respetadas igual que las mayorías. De allí, la existencia de una legislación para todos y todas con los mismos derechos” (66). Es decir, si en los años ochenta la preocupación giró en torno al reclamo de una ley antidiscriminatoria mediante lazos construidos con agrupaciones de derechos humanos, en los noventa el interés se centra en la búsqueda de reconocimiento de derechos equiparables a los de los heterosexuales.

En el segundo capítulo se abordan las articulaciones con movimientos de derechos humanos, el feminismo, el lesbianismo y las travestis, deteniéndose, en particular, en las profundas discusiones producidas en el interior de las agrupaciones feministas que demoraron en quebrar la díada mujer/heterosexualidad para pensar en otras sexualidades. Asimismo se marcan las tensiones en el diálogo entre estas agrupaciones y aquellas que representaban fundamentalmente a los gays. Entre unas y otras posibilitaron en 1992 la primera marcha del orgullo en la ciudad de Buenos Aires, produciendo significativas repercusiones en la sociedad en general. Bellucci, quien analiza las tres primeras manifestaciones, recupera unas palabras expresadas por Jáuregui en aquellos días: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política” (167). Así, esos cuerpos que ocuparon alegremente el espacio público, despojándose del miedo y la vergüenza, provocaron un gesto político que interpeló a la sociedad.

A lo largo del texto convergen distintas voces logrando reconstruir un determinado tiempo histórico, a través de un significativo trabajo de documentación (artículos periodísticos, boletines, folletos, etc.) y de entrevistas a personas que construyeron vínculos políticos y afectivos con Jáuregui. La biografía política se constituye, como sugiere la autora, en una caja de herramienta para leer desde el presente la historia de los movimientos y reconocer, también, los desafíos que se trazan en el tiempo por venir.


Mauro Orellana es Licenciado en Comunicación Social y Profesor en Letras modernas por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Se desempeña como profesor auxiliar por concurso en la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC. Sus investigaciones se orientan en el análisis de los discursos sociales contemporáneos.

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